La buena noticia es que la paciencia de Dios no es como la nuestra. y está dispuesto a extendernos su misericordia en cualquier momento.
Misericordia sin límites
San Jerónimo, en un comentario al libro de Joel, nos anima a no desesperar nunca de la misericordia de Dios:
"No les pido que se rasguen las vestiduras, sino que rasguen sus corazones, cargados de pecado. Como odres de vino, si no han sido abiertos, estallarán por sí mismos. Después de haber hecho esto, vuelve al Señor, tu Dios, del que te has alejado por tus pecados. No desesperes de su misericordia, por grandes que sean tus pecados, porque la gran misericordia quitará los grandes pecados".
Además, explica cómo Dios no se impacienta como nosotros y no está limitado por nuestra experiencia humana de la misericordia:
"Porque el Señor es clemente y misericordioso y prefiere la conversión del pecador a su muerte. Paciente y generoso en su misericordia, no cede a la impaciencia humana, sino que está dispuesto a esperar largo tiempo nuestro arrepentimiento. Tan extraordinaria es la misericordia del Señor ante el mal, que si hacemos penitencia por nuestros pecados, se arrepiente de su propia amenaza y no ejecuta contra nosotros las sanciones con que nos había amenazado".
Un gran recordatorio
Este es un gran recordatorio para nosotros, pues podemos caer en la tentación de pensar que Dios nunca nos perdonará, sobre todo cuando caemos continuamente en el pecado.
También puede ser tentador pensar que uno de nuestros seres queridos, que se ha alejado de la Iglesia, nunca volverá y se reconciliará con Dios.
Sin embargo, nuestro propio arrepentimiento, o el arrepentimiento de otro, puede no ocurrir en "nuestro tiempo". No conocemos todos los caminos del Señor y su plan suele ocultársenos.
Lo que tenemos que recordar es que la misericordia de Dios es ilimitada y persigue constantemente al pecador, siempre dispuesto a recibirnos en sus brazos amorosos.