Conmemorando valores inherentes al origen de una nación para recuperar la esperanza, la reconciliación y la paz
Cada 4 de julio se celebra el día de la Independencia en los Estados Unidos. Una fiesta en la que familias y amigos se reúnen tradicionalmente para participar de los festejos que se extienden en todo el país con encuentros patrióticos, picnics, desfiles, comidas típicas, discursos, fuegos artificiales y cantos incluyendo el himno nacional tocado por bandas locales.
Pero lo más especial es que, más allá de las manifestaciones materiales, es una fiesta que está marcada por un fuerte componente espiritual.
Se conmemoran unos valores presentes en el mismo origen del pensamiento de aquella Declaración de Independencia en Filadelfia del 4 de julio de 1776 llena de aspiraciones de libertad, fraternidad y dignidad humana que incluso ha servido como modelo de inspiración para otros países en el mundo entero.
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Estos valores son verdades que apuntan a la dicha de los ciudadanos y revelan que hay un fundamento racional que permite tener un enfoque objetivo de las cosas.
Una herencia espiritual
Al mismo tiempo, representan un espacio de diálogo brindando a la historia un sentido más unitario y evolutivo, como una especie de herencia que se transmite de una generación a otra.
Cada 4 de julio se celebra el espíritu de una nación que ha sido pensada por la mente de un pueblo con unos principios que no solo van confirmando su veracidad con el paso del tiempo, o que salen a la luz cuando están ausentes, sino que responden a las necesidades nuevas que van surgiendo.
Al final, es la puesta en práctica de estos valores lo que desempeña un papel clave en la construcción de una democracia más sana.
Libertad y colaboración
Los eventos en Minneapolis por el asesinato de George Floyd y las protestas que han tenido lugar en muchos sitios, nos recuerdan que estos valores aparecen con gran fuerza en momentos críticos.
El racismo es un peligro real para todos, un peligro que genera divisiones y hace evidente la necesidad de luchar por respetar toda vida humana sin excepción.
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En los últimos siglos millones de personas han perseguido el sueño de un futuro con libertad y a pesar de las heridas que aún quedan sin sanar, estos valores nos convocan a enfrentar más que nunca las fuerzas que pretenden dividirnos.
Los valores son una fuente de reencuentro y de colaboración entre las personas más allá de sus diferencias.
Por eso ponerlos por práctica es una tarea a la que las personas de buena voluntad están llamadas, a involucrarse con la única condición de que crean en el hombre y de que adhieran a su dimensión espiritual.
Bien común y respeto
Todos en una nación tienen una misión, una responsabilidad personal y social en hacer que un país crezca.
Y la sociedad solo puede perdurar si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo.
Toda actividad política debe servir y promover el bien humano y estar fundada en el respeto de su dignidad.
Esto significa mirar a las personas, sus rostros y escuchar sus historias sin juzgarlas a primera vista.
Una disposición humana, justa y fraterna cuidándonos de una tentación contemporánea que es la de descartar todo lo que nos molesta.
Servicio al país
En los Estados Unidos son miles de hombres y mujeres los que luchan cada día para trabajar honradamente y conseguir una vida mejor para los suyos.
Personas que no se resignan solamente a pagar sus impuestos, sino que con su servicio silencioso sostienen la convivencia y buscan crear lazos de paz.
La propuesta lanzada es la de alimentar la esperanza y la reconciliación, la de construir cada uno desde su lugar la paz.
Para eso se nos pide tener valentía y usar nuestra inteligencia para resolver los conflictos.
El reto hoy es el de afrontar una renovación del espíritu de colaboración que no es nuevo en la historia del país y que ha demostrado producir mucho bien.
Una gran nación
Una nación es grande cuando defiende la libertad.
Como hizo Abraham Lincoln, cuando genera una cultura que permite a sus hombres soñar con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas.
Como Martin Luther King; cuando hay una lucha por la justicia y la causa de los oprimidos.
Y como hizo Dorothy Day con su incesante trabajo y cuando es fruto de una fe que se hace diálogo y siembra la paz al estilo contemplativo de Merton.
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Un pueblo con alma
Hoy como en el pasado, es importante también alzar la voz de la fe, ya que es una voz de fraternidad y de amor que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada sociedad para que siga siendo escuchada.
En 1776, el general George Washington emitió un decreto, pero también pidió un día de ayuno y oración por la larga batalla por la independencia.
En un país libre, en persona o en la distancia, este es un modo profundo de permanecer unidos atravesando todos los obstáculos que nos separan.
Está comprobado que un pueblo “con alma” puede pasar por muchas tensiones y conflictos, pero es capaz de lograr encontrar los recursos para salir adelante y hacerlo con dignidad.
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