En lugar de agasajar a sus invitados, esta pareja decidió que lo mejor, dadas las circunstancias de la pandemia, era compartir el alimento con los más pobresEl 27 de abril de 2020, Darshana Kumara Wijenarayana y su novia Pawani Rasanga, una pareja del pequeño pueblo de Malimbada, a unos 160 kilómetros al sur de Colombo, la capital de Sri Lanka, decidió darle un vuelco a la tradicional fiesta de bodas ceilanesa.
La fiesta de bodas era un hecho. Lo que estaba más lejos de planearse es que, finalmente, los novios iban a compartir –no por necesidad, sino por amistad- el banquete nupcial con sus vecinos más necesitados, familias golpeadas por el parón económico derivado del coronavirus.
Con una población cercana a los 21.6 millones de personas, Sri Lanka, oficialmente la República Socialista Democrática de Sri Lanka, una isla situada en el sur de Asia, (ubicada en el Océano Índico al suroeste de la Bahía de Bengala y al sureste del Mar Arábigo) ha manejado, con mano de hierro, el coronavirus: a la fecha, menos de mil infectados y nueve fallecimientos.
Cierto es que en la isla –separada del subcontinente indio por el Golfo de Mannar y el Estrecho de Palk– durante enero y febrero no hubo demasiada preocupación por el coronavirus. Fue hasta el 11 de marzo, cuando enfermó un guía de turismo, cuando empezaron a sonar las alarmas.
De inmediato las autoridades del país cerraron escuelas y comercios y establecieron un toque de queda que hizo que muchas personas se quedaran sin sustento. Al tiempo que establecían un número de pruebas en sus habitantes que ha sido modelo en la región: 930 pruebas por millón de habitantes.
Una boda diferente
Habían pasado muchos meses en la planeación de su boda y ya cerca de ella, Darshana y Pawani fueron madurando otra idea. Darshana le dijo a la agencia informativa The Associated Press (AP) por teléfono desde su casa en Malimbada, que ya habían hecho todos los arreglos: “ropa, anillos y pasteles habían sido ordenados; la sala de recepción estaba reservada”.
Los novios habían planeado invitar a 250 personas. La celebración iba a ser en grande pero sus familiares y sus amigos les propusieron darle un giro de 180 grados: en lugar de agasajar a sus invitados, lo mejor, dadas las circunstancias de la pandemia, era compartir el alimento con los más pobres. Y la pareja lo aceptó.
A medida que se acercaba la fecha, el toque de queda local se levantaba durante el día, por lo que eran libres de organizar la boda según lo planeado, aunque bajo estrictas pautas de distanciamiento social.
Pero Darshana (dueño de una pequeña tienda minorista) y Pawani, (asistente de laboratorio en una escuela estatal), decidieron compartir el día de su boda con algunos de sus vecinos más necesitados.
Sin palabras para describir la alegría
“Después de registrar el matrimonio con algunos familiares y amigos cercanos, la pareja cortó el pastel de bodas y se dieron de comer un pedazo antes de ponerse a trabajar”. El matrimonio se celebraba en un país mayoritariamente budista (70,1 por ciento de la población, seguido por la población hindú, con 12,6 y la católica con 6,2 por ciento).
En el enlace con el ritual hindú, “el novio vestía un traje azul oscuro de tres piezas de estilo occidental con corbata de marfil y flor en el ojal, y la novia vestía un sari de encaje blanco y un tocado de boda con joyas con flores rosadas y púrpuras sobre su moño”, relata la corresponsal de AP en Sri Lanka.
Con mascarillas y gel, se pusieron a distribuir paquetes alimentarios en hogares muy pobres de Malimbada. La novia también repartió cintas de colores para el cabello y juguetes junto con trozo de la tarta nupcial para los pequeños de los hogares asistidos. Como es natural, la gente miró agradecida el gesto y la pareja se llenó de bendiciones.
“Al hacer esto, obtuvimos una gran satisfacción”, dijo Darshana. “Cuando ves la felicidad en la cara de estas personas, especialmente de los niños … ves … no tengo palabras para explicar esa felicidad”.
(Con información de AP)