En la homilía de Santa Marta, Francisco explica que el espíritu hace crecer la comprensión de la fe
“Nos unimos a los fieles de Térmoli, hoy en la fiesta del hallazgo del cuerpo de san Timoteo. En estos días mucha gente ha perdido su trabajo; no fueron contratados de nuevo, trabajaban ilegalmente… Oremos por estos hermanos y hermanas nuestros que sufren esta falta de trabajo”.
El Espíritu Santo don de Dios
En su homilía, el Papa comentó el Evangelio de hoy (Jn 14, 21-26) en el que Jesús anuncia a sus discípulos que les enviará al Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en su nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que Él les ha dicho.
“Es la promesa del Espíritu Santo –dijo el Papa–, el Espíritu Santo que habita en nosotros y que el Padre y el Hijo envían” para “acompañarnos en la vida”.
Se llama Paráclito, es decir, el que “sostiene, el que acompaña para no caer, que te mantiene firme, que está cerca de ti para sostenerte”. Y el Señor nos ha prometido este apoyo, que es Dios como Él: Él es el Espíritu Santo.
¿Qué hace el Espíritu Santo en nosotros? El Señor lo dice: “Él te enseñará todo y te recordará todo lo que les he dicho”. Enseña y recuerda. Este es el oficio del Espíritu Santo.
Nos enseña: nos enseña el misterio de la fe, nos enseña a entrar en el misterio, a comprender un poco más el misterio, nos enseña la doctrina de Jesús y nos enseña a desarrollar nuestra fe sin cometer errores, porque la doctrina crece, pero siempre en la misma dirección: crece en comprensión.
Y el Espíritu nos ayuda a crecer en la comprensión de la fe, a entenderla más y a ir más allá para entender lo que dice la fe. La fe no es algo estático; la doctrina no es algo estático: crece” siempre, pero crece “en la misma dirección”.
Y el Espíritu Santo impide que la doctrina se equivoque, impide que se quede quieta allí, sin crecer en nosotros. Nos enseñará las cosas que Jesús nos enseñó, desarrollará en nosotros la comprensión de lo que Jesús nos enseñó, hará crecer en nosotros la doctrina del Señor, hasta la madurez”.
Y otra cosa que hace el Espíritu Santo, es recordar: “Él les recordará todo lo que les he dicho”. “El Espíritu Santo es como la memoria, nos despierta, nos mantiene siempre despiertos “en las cosas del Señor” y también nos hace recordar nuestra vida, cuando nos encontramos con el Señor o cuando lo dejamos.
El Papa recordó a una persona que rezó ante el Señor así: “Señor, soy el mismo que de niño, de joven, tuvo estos sueños. Entonces, fui por los caminos equivocados. Ahora me has llamado“.
Esto –dijo Francisco– es el recuerdo del Espíritu Santo en la vida de uno. Te lleva a la memoria de la salvación, a la memoria de lo que Jesús te enseñó, pero también a la memoria de tu propia vida.
Esto –continuó el Papa– es una hermosa forma de rezar al Señor: “Yo soy el mismo. He caminado mucho, he cometido muchos errores, pero soy el mismo y Tú me amas”. Es “la memoria del camino de la vida“.
“Y en este recuerdo, el Espíritu Santo nos guía; nos guía para discernir, para discernir lo que debo hacer ahora, cuál es el camino correcto y cuál el equivocado, incluso en las pequeñas decisiones”.
“Si pedimos luz al Espíritu Santo, nos ayudará a discernir para tomar las decisiones correctas, las pequeñas decisiones de cada día y las más grandes”.
El Espíritu “nos acompaña, nos sostiene en el discernimiento”, “nos enseñará todo, es decir, hace crecer la fe, nos introduce en el misterio”.
“El Espíritu que nos recuerda: nos recuerda la fe, nos recuerda nuestra propia vida y el Espíritu que en esta enseñanza, en esta memoria, nos enseña a discernir las decisiones que debemos tomar”.
Y ahí los Evangelios le dan un nombre al Espíritu Santo: sí, Paráclito, porque te sostiene, pero otro nombre más hermoso: es el Don de Dios. El Espíritu es el don de Dios.
El Espíritu es precisamente el Don: “No te dejaré solo, te enviaré un Paráclito que te sostendrá” y nos ayudará a avanzar, a recordar, a discernir y a crecer. El don de Dios es el Espíritu Santo.
“Que el Señor -fue la oración conclusiva del Papa– nos ayude a mantener este don que nos dio en el Bautismo y que todos tenemos dentro de nosotros”.
La comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
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