Varias parejas de novios que conozco y tenían previsto casarse en estos meses han tomado distintas decisiones
Lo último que hice el 8 de marzo, antes de encerrarme en casa, fue impartir una sesión a unas cuantas parejas de novios que estaban terminando su curso de preparación al matrimonio. Algunos iban a casarse en las semanas siguientes, otros a lo largo de la primavera o el verano. Desde entonces he pensado con frecuencia en ellos: ¿Habrán podido casarse?
Al alargarse esta situación provocada por la pandemia, a mi alrededor varias parejas de novios que conozco y tenían previsto casarse en estos meses han tomado distintas decisiones:
- Seguir adelante y casarse en esta situación extraordinaria en una celebración con pocos asistentes.
- Posponer la boda hasta poder celebrarla acompañados de familia y amigos.
No se trata de recomendar una u otra, porque además cada pareja es única y sus circunstancias también. Pero todas me dicen cosas buenas.
Los que esperan
Los novios que han preferido esperar un tiempo porque quieren compartir un día tan importante –su boda- con las personas que quieren, me hablan de la importancia de la familia y de la amistad. No somos seres aislados y el matrimonio no es encerrarse en un “nosotros” indiferente a los demás.
Necesitamos el amor de los nuestros y compartir con ellos lo bueno y lo malo. Lo estamos experimentando estos días, en que nos falta compartir el duelo y el dolor por los que perdemos y mueren solos. ¡Qué importante es estar arropados por el amor y la cercanía física en los momentos fundamentales de la vida!
Uno de ellos es el momento de contraer matrimonio. Por eso comprendo que muchos novios prefieran esperar para poder casarse rodeados del amor y la presencia de los suyos, conscientes de que esa reunión no será – probablemente- tan numerosa como habían pensado.
Los que siguen adelante
Otras parejas que conozco han preferido mantener su decisión de casarse renunciando a la celebración que, aunque puede hacerse más adelante, ya no coincidirá con el momento de contraer matrimonio. Solos ellos dos, un par de testigos y el sacerdote, poniendo su amor en manos de Dios en tiempos difíciles.
Confieso que estas parejas me han emocionado porque se pone de manifiesto que lo verdaderamente importante es esa entrega mutua con la que quieren unir sus vidas, ese amor que es más fuerte que cualquier dificultad, incluida esta pandemia.
Los que se entregan
Conozco también a otras parejas de novios que habrían querido casarse en estos tiempos extraños, pero han renunciado a mantener la fecha elegida para dedicarse a cuidar a otros en su familia (abuelos, padres) o dejando de lado sus preferencias personales en favor del bien común (profesionales sanitarios y todos los que han hecho posible los servicios esenciales desde los agricultores y ganaderos a los servicios funerarios).
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El amor, en el centro
Todas estas parejas de novios son un testimonio de amor. No creo que sean conscientes de lo que sus decisiones nos dicen a los que las contemplamos con admiración y cariño. Y me alegro al ver que todos ellos han recolocado lo importante en el centro.
Porque en los últimos años, en mi opinión, muchas bodas se habían convertido en una celebración desmesurada en la que la fiesta, la decoración, la música y una larga lista de cosas acababan agotando a los novios, más pendientes de atender a todos los preparativos para agradar a los invitados que de lo que estaban haciendo: ¡casarse! El casamiento quedaba eclipsado por todo lo demás.
Ahora vuelven a lo esencial: un hombre y una mujer se aman hasta el punto de entregarse mutuamente para compartir todo. En un amor que no se encierra en ellos mismos sino que es expansivo y afecta para bien a sus familias y amigos. Un amor que grita a los cuatro vientos que es más fuerte que la enfermedad, el miedo, la muerte… Un amor que es para siempre.