Sucedió precisamente el día de Pascua: «un pequeño rayo de luz en tiempos muy oscuros», declaró el director del hospital inglés en donde el drama de la muerte de una madre se unió al milagro del nacimiento de su hija
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La emisora inglesa Channel 4 se enteró de una historia que en poco tiempo capturó la atención general: una joven enfermera de 28 años murió a causa del coronavirus, pero gracias a una cesárea de emergencia los médicos lograron salvar la vida de la bebé que llevaba en su vientre y que, por lo que se sabe, está bien.
Mary Agyeiwaa Agyapong, es el nombre de la enfermera, murió el 12 de abril – día de Pascua -, poco después de haber dado a luz a su hija, llamada como ella Mary. Todo sucedió en el municipio de Bedfordshire (Noroeste de Londres) en el hospital universitario Luton and Dunstable, donde Agyapong trabajaba desde hacía 5 años y era querida por todos.
David Carter, el director del hospital, le dedicó palabras de afecto y condolencia:
[…] declaró que la supervivencia de la bebé fue «un rayo de luz en tiempos muy oscuros». Y añadió: «Con gran tristeza confirmo la muerte de una de nuestras enfermeras, Mary Agyeiwaa Agyapong, fallecida el domingo pasado (12 abril). Mary trabajó aquí durante 5 años y era muy apreciada y querida por sus colegas, era una enfermera maravillosa y un ejemplo de lo que nuestro hospital representa». (Por New York Post)
El impacto emotivo de esta noticia ha sido fuerte, pero no ha impedido que surgieran algunas dudas sobre lo sucedido.
¿Qué sucedió?
Según la reconstrucción de Channel 4, Mary Agyapong resultó positiva al Covid-19 el 5 de abril y fue internada dos días después, en el mismo hospital en que trabajaba. Estaba ya en el tercer trimestre de embarazo y la información recogida prueba que había trabajado hasta el 12 de marzo pasado. ¿Dónde contrajo el virus?
El hospital de Luton and Dunstable está luchando con la emergencia de Covid, como la mayoría de los hospitales europeos, y ha registrado 70 muertes por coronavirus; la enfermera Agyapong es el primer miembro del hospital que muere por el virus. La sección en la que trabajaba se volvió zona Covid, pero no lo era cuando Mary trabajaba aún. El hospital confirma que ninguno de los pacientes con los que ella podría haber estado en contacto es positivo al Covid.
Algunos colegas de la mujer de forma anónima han declarado a los diarios que ya desde hacía tiempo estaban preocupados por una falta de PPE (mascarillas y guantes) y esto podría haber influido en la seguridad personal. El hospital lo niega rotundamente.
¿Mary podía trabajar en un estado tan avanzado de su embarazo? Este es otro interrogante abierto sobre el acontecimiento. La activista Joeli Brearley, que fundó la asociación Pregnant Then Screwed (literalmente: embarazada luego fregada), explicó cuál es la vulneración que hace que la ley sea susceptible a interpretaciones perjudiciales para las mujeres:
Las indicaciones establecen una línea de demarcación en la semana 28, más allá de la cual la mujer embarazada puede dejar de trabajar o ponerse a trabajar en un entorno protegido. El punto es que antes de la semana 28 no hay reglas precisas y creo que esto crea confusión también desde un punto de vista legal. Las pautas deben ser más claras y establecer que, sea cual sea el periodo gestacional, la mujer no debería trabajar en contacto con pacientes y se le debería permitir quedarse en casa con el salario completo. (Por Channel 4)
También sobre este punto el hospital declara que Mary había recibido deberes compatibles con su embarazo.
Y llegamos al epílogo que coincidió con la Pascua. Desde el día de la hospitalización, el 7 de abril, las condiciones de la joven enfermera habían fluctuado, en algunos momentos se presagiaba una recuperación inminente. Pero el domingo la situación empeoró hasta el punto de instar a los médicos a realizar una cesárea de emergencia para salvar a la bebé. Y así fue, la operación condujo al nacimiento de la pequeña Mary, que está bien y bajo observación. Lamentablemente la madre murió. El esposo, en toda esta dolorosa situación, tuvo que permanecer en su hogar en aislamiento. El Covid nunca nos acostumbrará a estas fracturas desgarradoras: tres criaturas tan unidas entre sí y separadas en un momento crucial para el destino de cada una de ellas. Todavía no se conoce el informe de la muestra sobre la bebé recién nacida.
Dar a luz
María es un nombre que no me deja indiferente. Pero, si es posible, tomaré este velado eco a la Virgen como una sugerencia de mirada. En medio a la pandemia hierve el murmullo de los “verdugos”, aquellos que están ocupados hurgando en escándalos y gritando todas las deficiencias, los errores, las culpas en la conducta de los demás, sembrando desesperación y rabia entre la gente. También la historia de Mary Agyeiwaa Agyapong puede ser pasto para los hambrientos de investigaciones sensacionalistas en tiempos de coronavirus.
Por supuesto, está claro que se deben realizar investigaciones sobre el incidente. Si algo ha puesto en serio riesgo la vida de esta madre, se deberá denunciar. Sin embargo, es imposible que este miserable horizonte de investigación responda a la herida que se abre cuando nos identificamos con esta historia. Gran parte de nuestras limitaciones chocan en este momento de emergencia con la evidencia de que podríamos ser víctimas de un virus cuya cara agresiva es bastante oscura e incluso ser víctimas de variables relacionadas con la superficialidad o negligencia o falta de los demás. No es justo, pero es humano; no es justificable, pero puede suceder. ¿Cómo mirar, entonces un drama que contiene dolor y alegría, que separa para siempre a dos criaturas tan unidas como madre e hija? ¿Cuál es la palabra correcta para ir al fondo del dolor de una pérdida y al mismo tiempo honrar el milagro del bien de una vida que acaba de nacer? No hay.
De hecho María, la Virgen, hablaba poco. Miraba, y lo hacía de una manera que la describe mejor el verbo contemplar. Sabía que la Palabra clarificadora sería dicha por otro, Su Hijo. Nosotros también podemos copiar esta mirada del corazón: observar en plenitud la realidad, llegando a la Palabra viva que nos arrebata las objeciones de la tierra. Lo más simple y sensato es decir que era Pascua cuando la muerte de una madre se encontró con la vida de la hija, la presencia de Dios está incrustada en todo lo que el humano ama pero no puede salvar como le gustaría.