Educado por los jesuitas, ahora está ante la responsabilidad más grande de su vida
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Se ha convertido en “el hombre” de la crisis, casi se dijera el hombre-clave para fundamentar la esperanza frente al coronavirus en Estados Unidos, país que concentra el mayor número de infectados en todo el mundo.
Se llama Anthony Fauci. Es doctor. Tiene 79 años. Es la persona de gafas, sería, bajita, que habla después del presidente Trump y que –a menudo—matiza las declaraciones del mandatario sobre tratamientos y esperanzas de vencer pronto la pandemia.
Nacido en Brooklyn (Nueva York) es un experto en enfrentar epidemias. Por ello está al frente del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas y Alérgicas de Estados Unidos. La cobertura mediática lo ha hecho célebre.
Pocos conocen los hechos de su pasado, aunque tuvo su momento de exposición a los medios hace 19 años, tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, cuando lideró la respuesta de Estados Unidos ante un eventual ataque de bioterrorismo.
También fue clave en la lucha contra el Sida en la década de los ochenta del siglo pasado.
Fauci ha hecho carrera como investigador inmunólogo y ha servido en materia de salud pública a a seis presidentes en la historia de Estados Unidos. Es hijo de un farmacéutico y nieto de inmigrantes venidos de Italia y de Suiza. Desde 1968 pertenece al sistema de salud pública de la nación norteamericana.
Además de liderar el equipo para hacer frente al virus del Sida y de organizar una estructura para hacer frente a los ataques de ántrax, tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001, el doctor Fauci tiene algunas otras facetas que inspiran a los estadounidenses (y al mundo) a confiar en él.
En la crisis del Ebola, en 2014, Fauci fue clave en el Congreso de Estados Unidos, al hacer sonar la alarma de que el virus tardaría mucho más tiempo de lo que otros expertos creían en ser controlado, lo cual resultó verdadero.
Sin embargo, él mismo asumió el liderazgo en la crisis y atendió personalmente a víctimas del Ebola.
Entre otro de los datos de la vida de este hombre que sacudió la médula espinal de Estados Unidos al decir el domingo 29, en declaraciones a la prensa, que en esta nación se esperan entre 100.000 y 200.000 muertes por el coronavirus, está el que tiene jornadas de trabajo de 19 horas al día, pero encuentra tiempo para correr 5 kilómetros al día.
Otro tema es que, además de haber nacido la noche de Navidad de 1940, fue educado, desde la escuela primaria hasta la preparatoria en colegios jesuitas, siendo un alumno destacado.
Después, entró a la facultad de medicina de la Universidad de Cornell y a partir de ahí ha labrado una carrera que lo pone hoy de cara al mundo detrás del presidente Trump, a quien matiza en sus declaraciones pero al que ha aconsejado desde el principio de la crisis.
*Con información de The Daily Signal*