Séptimo aniversario de la decisión histórica cuyos precedentes hay que buscarlos siete siglos atrás
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El 28 de febrero de 2013, se hizo efectiva la renuncia oficial de Benedicto XVI, quien se convirtió en el primer Papa en dejar el pontificado de la Iglesia Católica en casi 600 años. De hecho, la renuncia se entiende solo desde el servicio y no desde la concepción tradicional del poder.
Puesto que se trató de un gesto revolucionario que sorprendió en todo el mundo y no sólo en la Iglesia. Papa Ratzinger renunció 598 años después que Gregorio XII. En el momento de la renuncia muchos observadores admitieron que no se habían preparado para una decisión de tal magnitud.
Sin embargo, ya Benedicto XVI había reflexionado sobre este tema, mucho antes, en su conversación con el periodista Peter Seewald. Sus colaboradores más cercanos sostienen que fue una decisión meditada en la oración y guiada por un discernimiento espiritual intenso: solo la conocían los más allegados y sus dos secretarios.
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El Papa alemán renunció en latín al solio de Pedro argumentando el declive de sus capacidades, tras haber examinado repetidamente su conciencia ante Dios.
Por tanto, remarcó fue “muy consciente de la gravedad de este acto” y anunció durante un consistorio con plena libertad su decisión, más allá de teorías del complot alimentadas por el Vatileaks sobre la filtración de sus documentos privados.
Un año después de la renuncia, el jesuita Federico Lombardi uno de sus colaboradores más cercanos comentó que fue un acto de gobierno, es decir, “una decisión tomada libremente que incide verdaderamente en la situación y en la Historia de la Iglesia”.
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En este sentido, remarcó una gran valentía porque, efectivamente, tratándose de una “decisión inusitada”, podía haber creado dudas sobre “qué” habría significado como consecuencia para el futuro, en la acogida de ese hecho por parte del pueblo de Dios y del público, argumentó.
Benedicto XVI ha preparado muy bien ese gesto, pero sin cálculos, es decir, entregando en las manos del Espíritu de Dios esa situación y luego la sucesión y la elección del nuevo Papa, en marzo de 2013.
Desde algunos grupos se persigue con reiteración utilizar a Benedicto XVI para ejercer una influencia opositora, aunque la realidad es que el papa emérito lleva retirado estos siete años en total paz consigo mismo en la pequeña residencia Mater Ecclesiae de los jardines vaticanos y siempre ha considerado fielmente a Francisco, el único Papa.
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La convivencia de los dos papas, ha sido un pasaje que ha tenido una constante: el servicio a la Iglesia. Benedicto XVI desde la oración y la contemplación, y el papa Francisco desde el gobierno y la misión universal pastoral; así como ambos se auto sitúan en el lugar que les corresponde en este cuadro: uno emérito y el otro sucesor.
En los momentos más críticos de la convivencia, por motivo externos, recientemente, encontramos la publicación del libro del cardenal Robert Sarah con un escrito de Benedicto XVI sobre el celibato, al mismo tiempo, que las voces más críticas piden aún hoy, reglas más claras sobre la figura del papa emérito para no dividir la iglesia en dos bandos.
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Francisco y Benedicto XVI parecen estar por encima de la cuestión del debate del poder, que ellos, cada uno, a su manera, lo viven como servicio y no como una repartición de un botín. Lombardi comentó en Radio Vaticano: “Existe una solidaridad espiritual profunda entre los Servidores de Dios que buscan el bien del pueblo de Dios en el servicio del Señor”.
La renuncia al ministerio petrino por parte de Benedicto XVI y la sucesiva elección de Papa Francisco se pueden ver como un ‘puente abierto’ (pontifex significa eso) a grandes posibilidades para la Iglesia. Por un lado, la gran humildad de papa Ratzinger, y también, una lección para todos de confianza en el Espíritu Santo.
“Es necesario reconocerle a Papa Benedicto XVI haber abierto este horizonte y haber hecho posible la novedad del Papa Francisco. Creo que hay una continuidad entre la primera novedad y todas las que el Papa Francisco ha inaugurado”. Así lo destacó en su momento, el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos en Radio Vaticano.