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¿Es sano mirarse al espejo?

MIRROR
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María del Castillo - publicado el 06/02/20
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¿Estás obsesionado con tu propia imagen?

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El mito de Narciso se utiliza para explicar que un exceso de amor a la propia imagen puede traer consecuencias negativas para la persona.

Narciso – ante el cual todos se rendían por su belleza – se enamoró de sí mismo al encontrarse con su propia imagen en el río, ahogándose finalmente.


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¿Podemos terminar cayendo en un exceso de amor propio hasta tal punto que sea destructivo para nosotros? O, centrándolo en nuestra imagen, ¿es malo que nos miremos mucho al espejo?¿Significa que algo va mal dentro de mí?

Para responder a estas preguntas, tenemos que acudir al origen de la formación de nuestro autoconcepto.

Somos seres sociales y, por tanto, relacionales. La relación es parte de nuestra naturaleza. Por eso, todos aprendemos quiénes somos a partir de lo que los demás nos enseñan que somos. Así, si papá y mamá de pequeños nos enseñan que somos guapos, nos sentiremos guapos. Mientras que, si nadie hace referencia a nuestra belleza en los primeros años de vida, difícilmente prestaremos atención a esa área.

A raíz de estas primeras experiencias formamos nuestro autoconcepto, el cual iremos reforzando o desmintiendo a lo largo de nuestra vida. En este sentido, influyen:

  • Las palabras de nuestros padres y hermanos que son los que nos enseñan en primera instancia quiénes somos y cuáles son nuestras virtudes y defectos.
  • Las palabras de nuestros compañeros de clase: los niños pasan la mayor parte del tiempo en relación con sus iguales en el colegio. Es ahí donde comienzan a aprender el efecto que tiene su presencia en un entorno ajeno al familiar.
  • La relación con los profesores: muchos niños encuentran sus talentos gracias a maestros que les muestran aquello para lo que tienen un don. De la misma forma, una mala orientación podría hacer que el niño despreciara alguna tarea para la que sí tenía cualidades y capacidad de desarrollo.

La atención que hayamos recibido de niños condicionará la relación que tengamos con nuestra imagen.

Generalmente, los niños que se han sentido atendidos por sus padres buscarán llamar menos la atención a través de su imagen. Por el contrario, aquellos que no hayan tenido la atención que necesitaban, podrían utilizar la imagen (entre otras estrategias) para procurar ser vistos.


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En la belleza, los extremos no son buenos

Una autoestima sana implica un cierto cuidado de nuestro cuerpo y de nuestro aspecto. Sin embargo, en exceso, esto podría desembocar en una vanidad que nos haría pensar que somos superiores al resto. En la mayoría de los casos, las personas vanidosas, en realidad, no recibieron la atención que necesitaban en su infancia.


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En el otro extremo, se encuentran las personas que se autodesprecian, aludiendo muchas veces a un deseo de aprovechar el tiempo en cosas “más interesantes” que ponerse maquillaje o hacer deporte para esculpir el cuerpo. Esta conducta puede también esconder complejos contra los que no se quiere luchar.


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¿Me miro o no me miro?

Volviendo al mito de Narciso, podemos detectar una trampa: Narciso no se amaba a sí mismo, porque si uno se ama bien, ese amor jamás termina en la autodestrucción.

Por eso, para empezar a hablar de la relación con la propia imagen podemos decir que, si el comportamiento es nocivo (por ejemplo, obsesión con la imagen), no nos estamos amando. Esto solo nos lleva a sentir ansiedad y la sensación de que solo mediante una imagen aceptada por todos podemos ser queridos.

Por lo general, crecemos cuando nos enfrentamos a situaciones que nos sacan de nuestra zona de confort. Para los que les cueste mirarse al espejo, será positivo aprender a mirarse con respeto y amor, dejando a un lado el automachaque.

En este sentido, funciona mirarse al espejo unos minutos mientras te repites mensajes positivos: “soy una buena persona”, “merezco la pena”, “mi cuerpo es funcional y me permite expresar mi amor a los demás”, etc.


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Sin embargo, para aquellos que se miran demasiado en el espejo, la estrategia de la represión no funciona. Evitar mirarse al espejo es contraproducente, ya que solo genera más ganas de revisar una y otra vez si tu imagen es la adecuada.

Esta actitud en realidad esconde una gran inseguridad. Por ello, lo que resolverá la repetición de esta conducta es buscar aumentar la seguridad en uno mismo. Para ello, hay estrategias como repetirnos que nuestro valor no está en la imagen, o pedir a los amigos y familiares que nos reafirmen y expresen verbalmente los dones que tenemos, entre otras.

La búsqueda de una imagen perfecta solo esconde el deseo de ser amados. Pero no nos sentiremos plenos hasta que nos sepamos amados tal y como somos, sin condiciones.

Es positivo tener objetivos relacionados con la imagen, ya sea a través del deporte o del autocuidado. Pero estos objetivos deben ir acompañados de una sana aceptación de la propia corporeidad y del pensamiento: “No soy amado por mi cuerpo, sino por quien soy”.

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