Caridad, justicia, realismo
Hay pocas pistas que, sin embargo, permiten captar la complejidad de la cuestión de la inmigración que se articula en varias dimensiones. El papa Francisco, entrevistado en 2016 por el diario francés La Croix, lo resume así:
“El problema inicial son las guerras en Oriente Medio y en África y el subdesarrollo del continente africano, que provoca el hambre. Si hay guerras es porque hay fabricantes de armas (…) y sobre todo traficantes de armas. Si hay tanto desempleo es por la falta de inversiones que creen trabajo, que África tanto necesita. Esto plantea en un sentido más amplio la cuestión de un sistema económico mundial que ha caído en la idolatría del dinero. (…) Un mercado completamente libre no está funcionando. (…) Volviendo a los migrantes, la peor bienvenida es guetizarlos cuando, por el contrario, es necesario integrarlos. En Bruselas, los terroristas eran belgas, hijos de migrantes, pero provenían de un gueto. (…) Esto muestra a Europa la importancia de recuperar su capacidad de integración“.
Por lo tanto, la cuestión migratoria, para un cristiano, debe mirarse con una óptica de caridad, y para todos con justicia y realismo conjuntamente si no se quiere caer en simplificaciones o en eslóganes con un efecto poco útil para una oportuna solución del problema.
En ese sentido, la Doctrina social de la Iglesia se revela como un indudable punto de referencia para todos.
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