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¿Qué hace más valioso un regalo?

SURPRISE
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Carlos Padilla Esteban - publicado el 07/01/20
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La vida se me escapa sin ser feliz por no tener lo que deseo, por no recibir todo lo que espero… Lo sabios reyes magos traen simplemente lo que más vale, que no suele ser lo que más dinero cuesta

Los tres regalos de los sabios: oro, incienso y mirra. Tres regalos llenos de esperanza. Los sabios se postran ante Jesús y lo adoran. Se postran todos los hombres ante Jesús.

Esa noche sólo esos sabios adoran el misterio. Junto a los pastores. Los animales. Poco más. ¿Dónde están todos los pueblos de la tierra?

Los comienzos son sencillos, ocultos. El misterio sigue cubriendo el oro oculto en un pesebre. Los tres regalos simbolizan la naturaleza de Jesús.

Oro

El oro oculto en piel humana. El oro escondido en la pobreza de un pesebre. El oro que lleva Jesús en su corazón. Jesús es rey.

El oro es lo más valioso. Lo que el hombre desea con más fuerza. Oro para comprar con él todo lo posible. El oro para que mi vida cambie.

Deseo con tanta fuerza los bienes materiales… Me empeño en buscar oro. Idealizo el oro. Y me pierdo por conseguirlo, por conquistarlo. La pobreza de mi vida.

Sé que no es oro todo lo que reluce. La verdad de las cosas, de las personas. El verdadero oro permanece oculto a loa ojos. El valor lo llevo dentro, en una vasija de barro.

Dentro de mi alma está el oro esperando a que alguien lo descubra, descorra el velo y deje que salga a la luz. El oro oculto en mi interior bajo tanto maquillaje. Ese oro es el que de verdad importa.

Jesús es ese oro que se regala, se dona, se entrega. El oro que muchos no van a recibir porque no tiene la apariencia del oro. Yo soy así. Rechazo por la apariencia. Me fío de lo que ven mis ojos.

No voy al corazón de las personas. Veo rostros, escucho palabras y no ahondo. Me pierdo en la superficie. Me gustaría hoy tocar el oro de Jesús que se me regala en personas, en sucesos. El oro oculto.

Lo quiero mirar sorprendido, adorándolo como un regalo inmerecido. El oro, el más valioso regalo. Doy gracias a Dios por el oro que me regala.

Y quiero yo regalar mi oro a los que están conmigo, mi verdad, mi originalidad, mi autenticidad. En esa coherencia de vida verán a Dios en mí.

Incienso

Otro regalo, el incienso. Es la oración que se eleva a lo alto. Es Jesús que es hombre y es Dios. Es rey que se hace humildad y pobreza. Viene a reinar para que yo lo adore postrado en tierra.

Mi oración se eleva como incienso en su presencia. Es la oración que Dios acoge en sus manos. Y yo lo miro todo conmovido. Postrado, adorando el misterio.

Mirra

El tercer regalo, la mirra. Jesús alivia el dolor de los que sufren. Lo mismo quiero hacer yo con mi vida. Aliviar al que sufre, al que está solo, al perseguido. Mi mirra para calmar las ansias y los miedos. Para sanar el alma.


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Oro, incienso y mirra. Pienso en esos regalos que hoy los sabios entregan a Jesús. Pienso en la pobreza de mis propios regalos. Vengo con las manos vacías al portal. No traigo grandes méritos ni logros.

A veces he pensado que mi vida será más plena cuando consiga todo lo que sueño. Y luego compruebo una y otra vez que no me recordarán por mis logros, por mis escritos, por mis obras. Recordarán mi amor aquellos a los que he amado.

Valorarán mi vida aquellos en quienes he enterrado mi vida. Sabrán lo que valgo aquellos a los que les haya abierto mi corazón. Es el regalo más grande, mi capacidad para amar y dejarme amar.

Me cuesta tanto… Quiero tener la capacidad de regalar mi vida. Si me la guardo se perderá para siempre. Quiero agradecer por todo lo recibido. El corazón es más feliz cuando da que cuando recibe.

Y yo creo que no. Me empeño en que me den, en recibir más, en obtener regalos. Y la vida se me escapa sin ser feliz por no tener lo que deseo, por no recibir todo lo que espero.

El corazón infantil y mediocre le pide a la vida más de lo que le puede dar. Lo sabios traen lo que tienen. Nada especial. Simplemente traen lo que más vale. Que no suele ser lo que más dinero cuesta.



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No sé hacer regalos. Creo con frecuencia que un regalo vale más por lo que cuesta. No tengo en cuenta que lo que importa es la persona que se entrega en el regalo. Su originalidad, su belleza, su alma. Es el mayor regalo. Ese amor pobre que se entrega.

Así quiere ser mi amor hoy a Jesús. A tantos que tengo cerca. Mi cuidado pequeño y miserable tiene más valor que todo el oro del mundo. Lo que de verdad importa, no lo que brilla en la superficie. Mi vida auténtica. Mi amor verdadero. Eso es lo que cuenta.

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