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Padres sumisos por miedo a la soledad

PARENTING
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Dolors Massot - publicado el 17/12/19
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La fortaleza es una actitud necesaria siempre en la educación. Mucho más cuando los padres están separados o divorciados.

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Afrontar la educación de los hijos es un reto para el que nadie recibe un curso en la escuela o la Universidad. Uno de los problemas con que hay que lidiar es cómo ejercer la autoridad.

Los hijos son inteligentes y ya desde los primeros meses tantean hasta dónde pueden hacer lo que les apetece sin que los padres les den un “no” por respuesta. Primero el niño llora, monta un berrinche… Luego se aparta, se queja y da la lata unas horas, se compara, cuestiona…

El adolescente se enfrenta, levanta la voz, da portazos y grita con argumentos tan “importantes” como “es que no me dejas hacer nada” o “aquí nadie me entiende”.

Esa conducta de rebeldía es normal en las diversas formas que va adoptando según la edad del hijo. Sin embargo, no todos los padres cuentan con los mismos recursos para gestionar esas situaciones, que por lo general son embarazosas. (Los niños tienen una especial habilidad para montar el show ante personas desconocidas o con otros familiares delante, de modo que tú vas a quedar como la bruja o el ogro).

Padres separados o divorciados

Ante las exigencias desmesuradas de los hijos, hay padres que renuncian a presentar batalla. Prefieren seguirle la corriente y consentir todo lo que pide.

Esto se agrava en el caso de un matrimonio separado o divorciado, porque el hijo reclama a uno y le hace chantaje emocional: exige algo argumentando que el otro (padre o madre) se lo da y tú no. Al otro le hace lo mismo pero a la inversa.

FATHERHOOD

Shutterstock | miami beach forever
Un hijo al que todo se le permite acaba siendo un déspota en la familia y en la sociedad. Esa conducta es altamente perjudicial para él.

Así, los hijos que van exigiendo por separado, acaban logrando mucho más de cada progenitor. ¿Es esto bueno para ellos? No, en absoluto. Pero hay miedo a que el hijo decida irse con el padre o la madre que no les afea la conducta.

Para una persona separada o divorciada, el temor a perder el contacto con los hijos lleva a estar dispuesto a ceder hasta extremos a veces nada deseables. La situación realmente es difícil.

Los hijos de estos casos suelen ser niños que llaman la atención por exhibir regalos materiales, ropa o actividades que no son propias de su edad ni de su condición económica. “Mi padre me ha llevado a montar en coches de carreras de lujo”, “mi madre seguro que me compra estas zapatillas si se lo digo”, “yo puedo volver a casa a la hora que sea”…

Los padres se gastan infinidad de dinero para no quedar en desventaja con el otro cónyuge, como si la educación del hijo fuera un concurso a ver quién gana más amor del hijo.

Padres sin límites

Ocurre lo mismo con padres que creen que la libertad de los hijos ha de ser total. Nunca expresan un “no”. Pero los hijos no son perfectos y no se sienten con fuerzas para frenar una conducta o decir “no” a algo que no es formativo o que es claramente perjudicial.

En el caso de los adolescentes, es muy posible que llegue el momento de tener una conversación sobre ciertas amistades. O que se detecte un problema de mala educación, de agresividad, de pereza…

A algunos padres se les hace una montaña obligar al hijo a quedarse en casa a estudiar o decirle que no vaya a una fiesta que no tiene buena pinta en cuanto a drogas, sexo y alcohol.

STRICT

Motortion Films | Shutterstock
No todos los planes que desean llevar a cabo los hijos adolescentes son positivos para ellos y hay que explicárselo.

Algunos padres tienen miedo a contrariar a sus hijos, creen que si les ponen límites, en un futuro los abandonarán y no se harán cargo de ellos cuando sean ancianos.

Por si acaso, les dan todo lo que exigen, incluso cuando es claramente desproporcionado. Piensan que dándoles todo lo que piden, los tendrán a su favor. Craso error.

Cuándo encontramos un padre o madre sumiso:

  • cuando no hay hora límite de llegada a casa.
  • cuando es el hijo quien tiene la última palabra.
  • cuando la economía familiar se resiente por los caprichos del hijo.
  • cuando el amor al hijo pasa a ser sometimiento al hijo.
  • cuando se consienten acciones y palabras que deberían haberse corregido.

Qué hacer

Para un padre o una madre que se encuentra ante un hijo con exigencias, la idea que debe primar es que su bien más preciado es el hijo.

La mayor responsabilidad es la educación de los hijos para que hacer que ellos desarrollen la mejor persona posible dentro de sus capacidades. Y eso implica, muchas veces:

  • reconducir el rumbo de su temperamento.
  • dedicarles tiempo para explicar por qué les decimos que no.

La educación no es una lista de compras o de actividades conjuntas. En un 100% de entrega que fundamentalmente se orienta a preparar el camino de crecimiento: como cuando alguien cuida una planta, a veces hay que regar y dar sol, y otras veces hay que podar y quitar las hojas secas. No todo es “ideal”.

Fortaleza y rectitud de intención

La fortaleza es una virtud que cada padre y madre necesita desde que el bebé nace. Hay que tener valor para decir que no y para exigir en positivo. Eso no implica malos modos ni violencia. Implica actuar en cada momento con un objetivo muy claro: el bien de los hijos y no mi egoísmo.

Los hijos, que son inteligentes, valoran el amor verdadero cuando un padre o una madre les ha dicho que “no” porque les muestra su amor en vez de dejarles campar a sus anchas.

En el caso de separación o de divorcio, hay que tratar por todos los medios de seguir trabajando los aspectos que os unen como padres. De ahí que también sea muy conveniente hablar de la educación de los hijos y de qué cosas se les permiten y qué otras se le limitan.

No es fácil, pero es una tarea de la que uno no puede desentenderse solo por el hecho de haber roto con la pareja.


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