Aprueban médicamente milagro que podría significar la beatificación de un prócer argentino
Un milagro atribuido a la intercesión del venerable Mamerto Esquiú, fraile argentino conocido por ser el orador de la Constitución, fue aprobado por la comisión médica internacional este jueves 21 de noviembre en el Vaticano. “Ha sido una discusión cerrada, que llevó su tiempo, pero finalmente todos los médicos, por unanimidad, han declarado que no tiene explicación científica”, explicó el vicepostulador, Fray Marcelo Méndez.
Ya el año pasado el Papa Francisco había expresado en una reunión con el Obispo de Catamarca Luis Urbanc su alegría por el posible avance en la causa y su anhelo de que “cuanto antes podamos tener beatificado a Fray Mamerto”. Esquiú, más allá de su contribución a la unidad nacional, es reconocido como un prócer en su provincia.
Fray Mamerto fue probablemente el más encendido orador involucrado en el proceso de conformación de la patria argentina. Ya concluido el proceso independista, los territorios nacionales no acordaban los cimientos que querrían para la patria naciente, y se involucraban en disputas a veces fratricidas. En ese contexto a veces anárquico y propenso al despotismo, proclamó en su provincia el sermón del 9 de julio de 1853, 37 aniversario de la Declaración de la Independencia. Conocido como el sermón de la Constitución, que se acababa de promulgar pero cuya discusión no cesaba, el calor de sus palabras recorrió pronto del país, y coinciden los historiadores, sirvieron como pocas, o ningunas, para la unidad nacional, llamando a la “sumisión a la ley, una sumisión pronta y universal, sumisión que abrace desde este momento nuestra vida”. Incluso para los católicos que dudaban en reconocer una ley nacida del poder civil:
“¿Por qué ha de presentarse al pueblo, que carece de discernimiento como un problema nuestra augusta y eterna religión? ¿Cómo, señores, se entregan nuestras masas a todo viento de doctrina? ¿Por qué la generación presente no ha de tener exclusivamente el derecho de iniciar a la que viene en sus principios, en sus creencias, en sus dogmas; enseñanza sublime que liga a lo pasado con lo venidero, y que concreta en un punto todos los siglos? ¡ah! yo junté mi corazón con el vuestro para lanzar esos gemidos y con vosotros estrecho en mis brazos mi religión, la religión de mis padres, la religión de caridad, de mansedumbre, de castidad, de todas las virtudes; la religión que cortejan todos los siglos y las más evidentes demostraciones, que nos buscó en nuestros desiertos y nos trajo a la civilización, y a nombre de esta religión sublime y eterna, os digo, católicos: obedeced, someteos, dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
En tiempos de difíciles acuerdos, Fray Mamerto abogaba desde el sentido común a pensar en el interés común:
”No hay un hombre, que no tenga que hacer el sacrificio de algún interés; y si cada uno adopta la constitución, eliminando el artículo que está en oposición a su fortuna, a su opinión, o a cualquiera otro interés, ¿pensáis que quedaría uno sólo? ¿Quedaría fuerza ninguna, si cada uno retira la suya? ¿Quedaría en la carta constitucional la idea de soberanía que supone, si cada individuo, hombre, o pueblo fuese árbitro sobre un punto cualquiera que sea?”
Pero la retórica de Fray Mamerto no fue lo único de su vida que explica que tras su muerte su fama de santidad sobreviva al día de hoy. Por obediencia, aceptó ser ordenado Obispo para Córdoba, pero no admitió honores excesivos en la celebración de su consagración episcopal. Acató el vestir zapatos en vez de sandalias, pero se negó a una lujosa recepción; antes bien, prefirió que esos dineros sean destinados a los pobres.
Como Obispo vivió de acuerdo a lo que predicó, al servicio particular de los más vulnerables, honrando además el hábito franciscano que vistió, curiosamente, desde los 5 años, ya que su madre así lo había prometido si curaba de una enfermedad.
Previo a la beatificación, la comisión teológica deberá analizar el milagro, y si ésta lo aprueba, será el Sumo Pontífice el encargado de promulgar la beatificación. Pero beato o no, Mamerto Esquiú es una figura siempre necesaria para la Argentina, más aún en tiempos de grieta y desunión como los actuales.
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Toda su vida (desde niño) vistió sólo el hábito franciscano
Más información en: https://es.aleteia.org/2018/05/16/toda-su-vida-desde-nino-vistio-solo-el-habito-franciscano/