Una modesta taza de caldo ha financiado durante 59 años programas de vivienda para gente humilde, creados por el sacerdote colombiano Rafael García Herreros
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Gloria Presidia Sánchez sueña con una casa digna para que su hijo Jeisson, con discapacidad múltiple, pueda tener un mejor ambiente donde crecer. Una vivienda bien construida, iluminada, ventilada y en la que el techo no se caiga. Familias como la suya son las beneficiarias de los programas de vivienda que se financian con el Banquete del Millón, que desde 1961 realiza en Colombia la Corporación Minuto de Dios.
Gloria es madre cabeza de familia y tiene una hija mayor de 28 años que trabaja para sostenerlos desde que su hermano nació y su mamá tuvo que dedicarse a cuidarlo. “Los años no me alcanzaron, no tengo cómo comprar un techo digno para mi hijo… no puedo trabajar, el niño requiere todo el tiempo de mí”, dice Gloria con lágrimas en los ojos.
El Banquete del Millón nació en Colombia hace 59 años para recoger dinero, ayudar a gente vulnerable y mejorar su calidad de vida. La iniciativa fue del sacerdote eudista Rafael García Herreros, quien hizo de su vida un testimonio vivo del Evangelio, de amor verdadero a Dios y al prójimo.
Entre las numerosas iniciativas sociales que emprendió está el Banquete del Millón, que nació como un evento en el que los asistentes hacían una generosa donación y donde solo se sirve pan y consomé o, desde hace unos años, pan y vino. Con los fondos recaudados en estas casi seis décadas se han entregado cerca de 170 mil viviendas y se han prestado servicios sociales en cientos de comunidades.
“Hurgar en los bolsillos de los ricos”
El padre García Herreros contó cómo empezó esta gran obra: “Mientras dormía, después de buscar desesperadamente la solución a la crisis económica en que se debatía el barrio Minuto de Dios, sentí como si la voz de un economista celestial me inspirara la idea de hurgar en las conciencias y en los bolsillos de los ricos, invitándolos al banquete más caro y más pobre del mundo”.
Su audacia y persistencia, pero sobre todo su amor a los pobres, impulsaron esta iniciativa que se vislumbraba como un difícil reto, pero tocó el corazón de los colombianos y empezaron a llegar los recursos año tras año. El Banquete del Millón se lleva a cabo en el mes de noviembre y cuenta con la participación de las reinas de belleza de las diferentes regiones, quienes son las encargadas de servir el vino a los asistentes. También asisten gobernantes, empresarios, artistas, políticos y muchos colombianos solidarios con los más necesitados.
Hoy se reciben donaciones generosas pero también pequeñas, porque cada uno da según sus posibilidades. La edición 59 que se realizó esta semana –y para la cual los aportes aún se siguen recibiendo– tenía como meta reunir por lo menos un millón de donantes que dieran 10.000 pesos colombianos como mínimo para lograr el sueño de construir viviendas a miles de familias campesinas.
“Este año vamos a ayudar a campesinos pobres, que están todo el día bajo el sol o bajo la lluvia, producen con lo que nos alimentamos y muchas de las fibras con las que nos vestimos. Ellos merecen ser tenidos en cuenta con justicia, con equidad”, dijo en declaraciones a Caracol Radio el padre Diego Jaramillo, sucesor de García Herreros.
“Eso entra a un programa que se llama ‘Dame una casa ladrillo a ladrillo’ y con cada ladrillito que vamos consiguiendo, con cada mil pesos, con cada cinco mil, con cada veinte o con cada cincuenta, vamos apoyando las casas de los pobres”, agregó.
Cada año los fondos recogidos en el Banquete del Millón se destinan a una comunidad diferente, el año pasado (2018) fue para los migrantes venezolanos. Gracias a este evento el Minuto de Dios pudo abrir 9 centros de atención en igual número de ciudades principales, atender a 6.885 migrantes y brindar atención integral en trabajo social, psicología y consultorio jurídico a 4.376 hermanos venezolanos.
En el 2017 se atendió el déficit de vivienda de la ciudad de Mocoa (Putumayo), afectada por una avalancha producto del desbordamiento de tres ríos, que dejó más de 350 muertos. También estuvo presente el Minuto de Dios en otra de las grandes tragedias que ha vivido Colombia, la de Armero (Tolima), municipio que desapareció por la erupción un volcán en 1985.
Con este modelo de atención a poblaciones vulnerables el Minuto de Dios busca construir comunidades, más allá de la construcción física del entorno se trabaja por fortalecer el tejido social. Es una misión que fue inspirada por Dios y a Él se consagra siempre, como lo pidió este año durante la bendición el nuncio apostólico, monseñor Luis Mariano Montemayor: “Sostennos en el servicio de los más vulnerables”.
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Siervo de Dios
Hoy el padre Rafael García Herreros es siervo de Dios y está en marcha la causa para su beatificación. Su obra, a través de la Organización Minuto de Dios, llega a miles de personas a través de universidades,
colegios, emisoras radiales, viviendas, donación de ropa, capacitación para el trabajo, atención a población vulnerable y a personas afectadas por desastres naturales, entre otros programas.
En la causa para su beatificación también se incluye el liderazgo espiritual que ejerció, con el gran impulso que le dio a la Renovación Carismática de la Iglesia Católica; su participación en los procesos de paz que vivió Colombia y sus fructíferas iniciativas en los medios de comunicación. Fue un sacerdote mediático y creó el programa más corto y tal vez el más antiguo de la televisión colombiana: El Minuto de Dios, sesenta segundos a través de los cuales evangelizaba y que el padre Diego Jaramillo ha continuado.
El Señor llamó al padre Rafael García Herreros al banquete celestial precisamente cuando se celebraba la trigésimo segunda edición del Banquete del Millón. Murió en su casa el 24 de noviembre de 1992, mientras escuchaba por televisión la transmisión del evento al que no pudo asistir porque ya estaba muy enfermo.
Fueron 83 años cumpliendo la voluntad de Dios y sirviendo al prójimo, dando ejemplo de una verdadera vida cristiana que fue presentada a la Iglesia para su estudio, dentro del proceso de su beatificación y canonización. Aunque el padre no está, su legado se mantiene y se cumple: “Servir al que lo necesita”.
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