El legado de José de San Martín, prócer de Argentina, se perpetúa en cada colegio cada 17 de agosto. Y en algunos casos con mucha originalidad El recuerdo del General José de San Martín, uno de los grandes libertadores de América, conmueve cada 17 de agosto en todos los colegios argentinos. Pasan los años, mutan los contenidos, en algunos casos la historia se reescribe, pero la figura de San Martín sigue en un sitial de honor, impoluta.
¿Pero cómo hacer para que su legado inspire a las nuevas generaciones de argentinos al igual que su ejemplo y palabras inspiraron a los valientes soldados del Ejército de los Andes que desafiando lo imposible garantizaron la libertad del continente?
En Tucumán, en la Escuela Agrotécnica “Mariano Ramos” de La Ramada, Departamento de Burruyacú, un maestro tomó la batuta y sorprendió a sus alumnos ingresando a caballo durante el acto de conmemoración del paso a la inmortalidad del Padre de la Patria. Es habitual que sean los alumnos los que interpreten a los próceres y recreen las escenas históricas, pero el profesor Ricardo Olivera, de sorpresa, asumió el protagonismo. Y en un caballo blanco, como el noble corcel que usaba San Martín, irrumpió en el habitual bullicio de los actos escolares para evocar la arenga del General antes de la histórica batalla de Chacabuco.
Los alumnos primero reaccionaron con risas, pero pronto cedieron a sus palabras, evocadas por el profesor basándose en la película “Revolución: el Cruce de los Andes”, que toma frases reales del Libertador como “Seamos libres y lo demás no importa nada”.
La batalla de Chacabuco, tras el Cruce de los Andes, fue uno de los más grandes y decisivos combates de la historia de la Independencia de América, no sólo por lo que suponía para Chile, sino también para el despliegue y la futura liberación de Perú. Las tropas independistas, aún agotadas tras el cruce de la cordillera, apenas sufrieron pérdidas comparadas con las provocadas en las realistas. La épica comandada por San Martín, Bernardo O’Higgins y Miguel Estanislao Soler es aún hoy recordada por su bravura y estrategia.
San Martín rehusó de los honores que le ofrecieron tras Chacabuco, como hizo siempre. Su epopeya no estaba aún concluida. Y pronto empezaría a verse teñida por las divisiones internas de los americanos. En 1819 escribiría: “Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos todo, y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieran atacar nuestra libertad. No tengo más pretensiones que la felicidad de la patria. En el momento que ésta se vea libre renunciaré el empleo que obtenga para retirarme; mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas”.
Uno de los más grandes hombres jamás nacidos en tierra americana falleció sin grandes honores, como pidió, 17 de agosto de 1850, en su casa de Boulogne-sur Mer (Francia), rodeado de sus seres queridos. Tras una larga espera, sus restos fueron repatriados y llegaron a la Argentina en 1880. Desde entonces descansan en la Catedral de Buenos Aires.
Su legado, sin embargo, se perpetúa en cada colegio del país cada 17 de agosto. En algunos casos con mucha originalidad, como la de este maestro tucumano, que buscó impresionar a sus alumnos para que el amor a la libertad de San Martín viva en ellos para siempre.
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