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José San Martín, padre de la Argentina, ¿masón o católico?

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Esteban Pittaro - publicado el 19/08/15

El 17 de agosto se ha recordado su paso a la inmortalidad

Cuentan que cuando el cardenal Jorge Bergoglio, desde su balcón, observaba antes del amanecer que flaqueba la llama perenne que desde la fachada de la catedral de Buenos Aires anuncia que allí dentro reposan los restos del padre de la patria, General José de San Martín, no demoraba en llamar al rector del santuario para que se encendiese nuevamente.

El hoy Papa Francisco vivió mientras era Arzobispo de Buenos Aires a escasos metros de donde descansan dese 1880 los restos de San Martín, uno de los principales padres de la patria.

Mucho se ha escrito sobre la pertenencia masónica de San Martín, y mucho negándola. José de San Martín (1778-1850), hay consenso entre todos, perteneció a la Logia Lautaro. Y como aseguró Bartolomé Mitre tras consultar con el integrante de la logia Matías Zapiola, y se suele compartir, esta logia tenía una estructura típica masónica pero una finalidad absolutamente política: la emancipación.

Y pese a que en esa logia había masones con pertenencia a la Logia de Londres, no hay evidencia de que San Martín haya pertenecido a ella.

Donde hay discrepancias es en la participación de San Martín en una sociedad creada en Cádiz, España, aunque según afirmaba el historiador Fermín Chávez la Sociedad de Caballeros Racionales de Cádiz fue creada para apoyar el regreso de los americanos que vivían en Europa para acompañar los movimientos emancipadores, y no para otra cosa.

Las circunstancias en las que se instala el mausoleo para que descansen los restos de San Martín en la Catedral también apoyan la tesis de quienes ven en San Martín un masón.

Sin embargo, como explicaba Chávez, la oposición de la Iglesia de finales del siglo XIX a que se instale en ella el lugar del descanso de los restos del prócer respondía a la prudencia sobre el debate de la pertenencia de San Martín a ese tipo de organizaciones. La alternativa de que se erija un mausoleo adjunto, que luego terminó anexado a la catedral, fue la solución.

Si se supera el debate de los historiadores, distintos episodios de la vida del general San Martín, insustituible eslabón de la historia de América, lo muestran como un hombre de una fe trazada por rasgos presentes en el catolicismo contemporáneo.

San Martín era mariano. Devoto de la Virgen de la Mercedes, bautizó a su hija bajo su advocación. Antes de emprender su histórico cruce de los Andes, se encomendó a la Virgen del Carmen y la nombró Patrona del Ejército de los Andes. En su mano derecha puso su bastón de mando. Hacía rezar el Rosario e imponer el escapulario.

Además, como recordó el cardenal Bergoglio el día de la patrona argentina de 2010, año del Bicentenario, él y Manuel Belgrano frecuentaban a Nuestra Señora de Luján. Portaba su imagen en un relicario que le había obsequiado su esposa. Ante su prematura muerte, incluso, el general buscó consuelo a los pies de la patrona argentina.

San Martín era respetuoso con el Santo Padre. En 1824 una misión pontificia que se dirigía a Chile visitó Buenos Aires, presidida por monseñor Juan Muzi pero integrada además por el padre Juan María Mastai Ferreti, luego Pío IX.

Según consta en el diario de Pío IX, San Martín estuvo con el vicario en al menos dos ocasiones, que contrastan con el frío y despreciable recibimiento de algunas autoridades como Bernardino Rivadavia (El diario del viaje puede leerse aquí:
http://revistahistoria.uc.cl/wp-content/uploads/2011/10/documentos-1.pdf)

San Martín tuvo presente a Dios, ante todos, en su testamento. “En el nombre de Dios todo Poderoso a quien conozco como Hacedor del Universo”, comienza su testamento, escrito en París el 23 de enero de 1844. Alguien que suscriba al francmasonerismo difícilmente hubiese iniciado así una carta en la que, más allá de la distribución de sus bienes más preciados, expresa un profundo amor por su hija Mercedes.

“Aunque es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que bien de mi Hija amada, debo confesar, que la honrada conducta de ésta, y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado, han recompensado con usura todos mis esmeros haciendo mi vejez feliz”, escribió.

San Martín vivía e invitaba a vivir la caridad cristiana. En las máximas a su hija, lista de consejos que de puño y letra se conservan, el prócer invitaba a su hija a humanizar el carácter, amar la verdad y odiar la mentira, vivir la caridad con los pobres, respetar la propiedad ajena, ser dulce con criados, pobres y viejos y despreciar el lujo, entre otros consejos.

San Martín fue consciente de que por su labor a favor de la emancipación de América algunos le atacarían diciendo que ofendía a la Fe. Así lo testimonia una carta que le escribe Manuel Belgrano, y que fue citada por el cardenal Bergoglio en 2003: “La guerra (en el Alto Perú) no sólo la deberá hacer Ud. con las armas, sino con la opinión, afianzándose siempre en las virtudes naturales, cristianas y religiosas, pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y sólo por este medio han atraído a las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos a la religión”.

La pertenencia a la francmasonería que combatía a la Iglesia implicaría una incoherencia brutal de una persona que arriesgó su vida por la libertad de un continente, sin pedir nada a cambio. “Los audaces y atrevidos que han puesto en duda la cristiana devoción de San Martín desconocen su grandeza. Este no fue un hombre capaz de fingir nada.”, escribió alguna vez el cardenal Antonio Caggiano, arzobispo de Buenos Aires.

“La generosidad divina también se ha reflejado en el testimonio de vida de entrega y sacrificio de nuestros padres y próceres, del mismo modo que en millones de rostros humildes y creyentes, hermanos nuestros, protagonistas anónimos del trabajo y las luchas heroicas, encarnación de la silenciosa epopeya del Espíritu que funda pueblos”, predicó en 2012 el cardenal Bergoglio.

La generosidad de San Martín y su bravura, que nadie pone en duda, merecen que se tenga respeto a su verdadera identidad. Como escribió el sacerdote historiador Guillermo Furlong, San Martín “era un católico no sólo práctico, sino además ferviente y apostólico”.

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