“Nuestros datos revelan cuatro puntos en común entre los autores de casi todos los disparos en masa que estudiamos”, dicen los autores de un reciente estudio
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Jillian Peterson es psicóloga y profesora de criminología y justicia penal en la Universidad de Hamline; James Densley es sociólogo y profesor de justicia penal en la Metropolitan State University. Juntos, dirigen un proyecto contra la violencia y han estudiado a los autores de cada tiroteo masivo en Estados Unidos desde 1966.
Los Angeles Times ha publicado, tras los últimos acontecimientos en El Paso, Dayton y Gilory, un estudio que, durante dos años, llevaron a cabo Peterson y Densley sobre las historias de vida de los tiradores en masa. Se trata de un proyecto financiado por el Instituto Nacional de Justicia, el brazo de investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Los especialistas construyeron una base de datos de cada tirador masivo que disparó y mató a cuatro o más personas en un lugar público, y cada incidente de tiroteo en escuelas, lugares de trabajo y lugares de culto. También han estudiado el entorno, los mensajes, las notas, los registros médicos de los tiradores.
El objetivo del estudio que publica Los Angeles Times es encontrar nuevas rutas basadas en datos para prevenir los tiroteos. “Aunque no hemos encontrado que los tiradores en masa sean todos iguales, nuestros datos revelan cuatro puntos en común entre los autores de casi todos los disparos en masa que estudiamos”, resaltan Peterson y Densley.
Puntos en común
La primera característica de los tiradores masivos es que experimentaron un trauma en la primera infancia, estuvieron expuestos a la violencia a una edad temprana. “La naturaleza de su exposición incluyó suicidio parental, abuso físico o sexual, negligencia, violencia doméstica y / o acoso severo. El trauma a menudo fue un precursor de problemas de salud mental, como depresión, ansiedad, trastornos del pensamiento o tendencias suicidas”.
En segundo lugar, prácticamente todos los tiradores masivos que estudiaron Peterson y Densley, habían alcanzado un punto de crisis identificable en las semanas o meses previos al tiroteo, sea en el lugar de trabajo o en cualquiera otro de los contextos. “Tales crisis, en muchos casos, se comunicaron a otros a través de un cambio marcado en el comportamiento, una expresión de pensamientos o planes suicidas, o amenazas específicas de violencia”.
Tercero y muy importante, “la mayoría de los tiradores habían estudiado las acciones de otros tiradores y buscaron la validación de sus motivos. Las personas en crisis siempre han existido. Pero en la era de las noticias de 24 horas y las redes sociales, hay guiones para seguir esa promesa de notoriedad en la muerte”, escriben en su editorial Peterson y Densley.
Cuarta similitud según la investigación publicada en Los Angeles Times, “los tiradores tenían todos los medios para llevar a cabo sus planes. Una vez que alguien decide que ya no vale la pena vivir y que asesinar a otros sería una venganza adecuada, solo los medios y las oportunidades se interponen en el camino de otro tiroteo masivo”.
Entonces, ¿cómo prevenir futuros tiroteos?
La investigación de Peterson y Densley arroja algunas acciones que podrían prevenir –por desgracia nunca erradicar—futuros tiroteos masivos en la Unión Americana.
“Un paso debe ser privar a los posibles tiradores de los medios para llevar a cabo sus planes. Los posibles sitios de tiro pueden hacerse menos accesibles con medidas de seguridad visibles, como detectores de metales y agentes de policía”. Obviamente debe haber un mayor control de armas a través de restricciones de edad, licencias de permiso de compra, verificaciones de antecedentes, en fin, controlar el acceso a armas de fuego a personas vulnerables o en crisis.
Otro paso es tratar de hacer que sea más difícil para los tiradores potenciales encontrar la validación de sus acciones planificadas. “Las campañas en los medios de comunicación como #nonotoriety están ayudando a los hambrientos perpetradores del oxígeno de la publicidad, y las empresas de tecnología son cada vez más responsables de facilitar la violencia masiva”, dicen Peterson y Densley.
Y un paso importante es cambiar la forma en que consumimos, producimos y distribuimos contenido violento en los medios y las redes sociales. No ver y no compartir contenidos violentos; no leer ni compartir manifiestos de los asesinos o contenido de odio publicado en Internet y como sociedad “ser más proactivos” ya que la mayoría de los tiradores públicos masivos son suicidas, y sus crisis a menudo son bien conocidas por otros antes de que ocurra el tiroteo.
“Nuestros datos muestran que los tiradores en masa tienen mucho en común. En lugar de simplemente ensayar lo inevitable, necesitamos usar esos datos para impulsar estrategias efectivas de prevención”, terminan diciendo Peterson y Densley.
Con información de Los Angeles Times