Estando embarazada logró que la NASA le asignara su primer vueloEn 1978, Anna Fisher fue una de las seis primeras astronautas que la NASA seleccionó para ser parte del equipo que cumpliría con ciertas misiones en el espacio. Pero su logro no sólo radicó en su género, sino que de todas esas mujeres, era la única que era madre, algo doblemente revolucionario para la época.
Nació en Nueva York en 1949 pero se crió en el estado de California, donde sacó dos carreras universitarias: química y medicina. Desde pequeña le interesó el mundo de los astronautas, pero como era muy tímida, nunca fue algo que exteriorizó.
Trabajó primero en varios hospitales, especialmente en el área de emergencias, hasta que su esposo, el luego también astronauta William Frederick Fisher, le comentó que la NASA estaba buscando personas con su tipo de experiencia. Aplicaron y quedaron.
Acudió al trabajo después del parto
Estuvo un año en un programa de entrenamiento y, en ese tiempo, quedó embarazada de su primera hija. Ella continuó su aprendizaje y dos semanas antes de dar a luz, le asignaron su primera misión espacial.
En una entrevista, Fisher confesó que dio a luz un viernes y el lunes en la mañana fue a la oficina con un cojín en forma de donut: “No me quedaba en el trabajo todo el día, pero quería dejar en claro que sí, tenía una hija, pero estaba comprometida. Sí, fue desafiante, pero también tuve la bendición de contar con una persona que me ayudó a cuidar a mi hija… sin ella no hubiera podido lograr nada porque sabía que con ella mi hija estaba 100% segura. Fue un trabajo en equipo”.
Su hija fue su impulso
En su primer vuelo, que fue en 1984 para la misión 51-A, dice que ver a su hija justo antes de subir a la nave fue ese último empujón de fuerza que necesitaba. Era la ingeniera de vuelo y ella junto a su equipo lanzaron dos satélites y rescataron otros dos. Duró casi 8 días en el espacio y sin poder comunicarse con su familia, ya que en ese momento no había la tecnología para ello. Ella sólo se llevó un walkman con una grabación de su pequeña diciendo “te quiero”.
Su rostro apareció en la portada de la revista Life en mayo de 1985, en una célebre fotografía tomada por John Bryson. Sin embargo, seis semanas antes de su segundo vuelo, un cohete explotó y una de las mujeres que había entrado con ella en el programa falleció en el accidente. Esto le hizo reflexionar sobre los peligros de los vuelos, así que prefirió seguir trabajando para la NASA pero desde la tierra.
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