El hombre odiaba a la Iglesia católica e intentó profanar la Eucaristía por todos los medios posibles
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En París, Francia, durante el siglo XIII, hubo un hombre que despreciaba a la Iglesia católica. Mantuvo un odio feroz a la Iglesia y esta ira lo llevó a atacar. Un día adquirió una hostia consagrada para cumplir con sus fines tortuosos.
Tomó la hostia consagrada y la apuñaló primero con un cuchillo.
Inmediatamente una corriente de sangre fluyó de la hostia consagrada. Esto asustó al hombre, que nunca esperó que sucediera nada. Rápidamente la arrojó al fuego, esperando poder deshacerse de la extraña hostia.
Entonces la hostia flotó milagrosamente sobre el fuego.
En su desesperación, el hombre agarró la hostia y la arrojó en agua hirviendo. Pensó que la hostia se había ido para siempre, pero luego el Santísimo volvió a salir del agua y tomó la forma de un crucifijo.
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Muy preocupado por lo que presenció, confió la hostia a un feligrés, quien luego llevó al Santísimo consagrado de vuelta al párroco.
Al principio, la hostia milagrosa estaba en la iglesia de St. Jean-en-Grève, pero se perdió durante la Revolución Francesa.
Se construyó una capilla en la casa del hombre que robó el Santísimo Sacramento y donde ocurrió la profanación, que ahora se conoce como la Cloître et église des Billettes.
El milagro llevó a muchos a creer firmemente en la presencia real de Jesús en la Eucaristía.
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