Uno de los sufrimientos de la “malamadre” consiste en creer que está descuidando involuntariamente a alguno de los hijos. Comprueba si es tu caso
Llamarse “malamadre” es una forma irónica de vencer ese miedo de cualquier madre a hacerlo mal. Es el temor a no cumplir las expectativas, a no alcanzar las metas que de ella se esperan socialmente como madre. En definitiva, es el pánico (más o menos disimulado) a no ser la madre que todos esperaban y que ella misma había prometido ser.
¿ Te suena esa pesadumbre que una tiene cuando a última hora de la noche tu hijo te dice que era su cumpleaños pero entre tanto jaleo no le has dado ni un beso y en cambio sí le has hecho tres encargos?
¿Te ha ocurrido alguna vez que has dejado de recoger en la tintorería el traje que necesitaba el mayor para un acto social?
¿Y el mediano? ¿Qué tal va con el mediano, ese que no es el hombrecito de la casa ni tampoco el chiquitín que necesita de ti las 24 horas, y que mes tras mes va saliendo adelante como esas plantas de jardín que crecen entre cuadrante y cuadrante y a las que nadie riega?
Decirte a ti misma que eres “malamadre” puede ser muy bueno para echarse unas risas con las amigas y con otras madres con quienes compartes salidas de colegio o grupo de whatsapp. Sin embargo, no dejes que esa sensación de culpa te vaya minando por dentro.
Puede ocurrir que seas hiperresponsable y que a cada error reacciones como si recibieras un puñetazo en el estómago. Tampoco es eso. Sencillamente, toma nota de algunas estrategias para que cuando mires atrás pienses que, a pesar de tus limitaciones, vas educando bien a los tuyos.
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