Hoy se cumplen 99 años de la partida de santa Teresita de Los Andes a la casa del Padre. La primera santa chilena y también la primera carmelita de la Latinoamérica en subir a los altares ha sido siempre un ejemplo para la juventud en Chile.
Tanto es así que en octubre se realiza una peregrinación de jóvenes llamada “De Chacabuco al Carmelo, un camino de Santidad”, donde deben recorrer 27 kilómetros.
¿Pero qué tiene esta santa (1900-1920) de inicios del siglo XX para congregar a más de 50 mil jóvenes todos los años para hacer el difícil recorrido?
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¿Por qué llegan miles de devotos hasta su tumba en el Santuario de Auco donde descansan sus restos? ¿Qué tiene de especial esta carmelita que estuvo menos de un año en el convento?
La mejor manera de conocerla es a través de sus escritos.
Ferviente devota del mes consagrado al Sagrado Corazón y la especial cercanía a la Eucaristía, le hacen pedirle a su madre, desde los 7 años, hacer su Primera Comunión. Juanita, el verdadero nombre de la Santa, escribe en su diario:
“Yo cada día pedía permiso a mi mamá para hacer mi Primera Comunión. Hasta que accedió en 1910. Y empecé mi preparación. Me parecía […] que ese día no llegaría jamás, y lloraba de deseos de recibir a Nuestro Señor. Un año me preparé para hacerlo. Durante este tiempo la Virgen me ayudó a limpiar mi corazón de toda imperfección”.
La profunda cercanía que Juanita, nombre verdadero de la carmelita, sintió con el Señor desde tan pequeña le hizo reconocer una cierta similitud con santa Isabel de Trinidad y de santa Teresita Lisieux.
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Lee a la santa de Lisieux y se hace devota de ella, y escribe en su diario: “su alma tiene algunos puntos parecidos a los míos”. tanto es así que ella también estaba segura que morirá joven.
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Entre los 15 y 16 años vive diversas circunstancias familiares; es en esos momentos donde sus diálogos con Cristo se han más intensos. La lectura cada vez más profunda a los escritos de santa Teresita Lisieux le hacen escribir en su diario:
“…mis ojos llenos de lágrimas se fijaron en un cuadro del Sagrado Corazón y sentí una voz muy dulce que me decía: «¡Cómo! Yo, Juanita, estoy solo en el altar por tu amor, ¿y tú no aguantas un momento?». Desde entonces Jesusito me habla. Y yo pasaba horas enteras conversando con Él. Así es que me gustaba estar sola. Me fue enseñando cómo debía sufrir y no quejarme… [y] de la unión íntima con Él. Entonces me dijo que me quería para Él. Que quería que fuese Carmelita. ¡Ay! Madre, no se puede imaginar lo que Jesús hacía en mi alma. Yo, en ese tiempo no vivía en mí. Era Jesús el que vivía en mí”.
Desde ese momento Teresita proyecta su vida en el Convento de las Carmelitas Descalzas de Los Andes. A los 17 años elige su ideal carmelita “sufrir y orar” y defiende su vida contemplativa.
Le ilusiona saber que su sacrificio servirá para mejorar y purificar al mundo. Después de estar 11 meses en el convento muere de tifus, después de experimentar grandes dolores.