Según un historiador, el amor por el poder y la conquista impulsó a los salvajes guerreros nórdicos a abrazar el cristianismo
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¿Qué llevó a la cristianización de las tierras paganas de Escandinavia? Según el historiador John Haywood, no fue el ejemplo del “Príncipe de la Paz”. La aceptación del cristianismo por parte de los vikingos, a finales del I milenio, tuvo que ver más con el amor de ellos por la guerra y por el poder.
Haywood, autor de Northmen: The Viking Saga AD 793-1241, explica a History que los reyes escandinavos apreciaban especialmente la idea cristiana de que la autoridad derivara de Dios. “Les daba una reivindicación extra”, afirma.
Y después llegaron las Cruzadas. La mayor parte de Escandinavia ya se había convertido al cristianismo en 1095, cuando el Papa Urbano II pidió a los ejércitos cristianos de la Europa Occidental que ayudaran al emperador bizantino Alejo I a reconquistar Tierra Santa a los musulmanes. “Llenos de fervor religioso, los vikingos convertidos estaban entre los 100.000 cristianos que respondieron al llamamiento papal y se unieron a la Primera Cruzada”, afirma History.
El rey noruego Sigurd I se convirtió en el primer rey soberano europeo a guiar una Cruzada cuando partió de su patria en otoño de 1107 con 3.000 hombres.
“Desde ese momento”, escribe Haywood, “la cruzada se convirtió en una expedición vikinga cristianizada, y la convicción de que Dios aprobaría cualquier herida que se infligiera a los infieles”.
Cuando los cruzados noruegos llegaron a las costas de la Península Ibérica conquistaron naves y castillos de los moros. Atacaron Lisboa y saquearon el castillo moro de Colares, masacrando a las tropas que rehusaban convertirse al cristianismo.
“Sigurd es un rey cristiano, pero aún lucha como un vikingo”, afirma Haywood. “Sus motivaciones son distintas. La manera como la justifica es distinta. Pero en muchos aspectos puede verse de vez en cuando su pasado vikingo”.
Tras partir hacia Sicilia y atravesar el archipiélago griego, “Sigurd el Cruzado” llegó a Tierra Santa, al puerto de Acre, en verano de 1110, tras haber perdido sólo una de sus 60 naves. El rey noruego y los suyos recibieron una calurosa acogida cuando entraron en Jerusalén.
Sigurd recibió reliquias sagradas, incluso un fragmento de la Vera Cruz en la que se decía que Jesús fue crucificado, y se dirigió junto al rey de Jerusalén, Balduino I, al río Jordán, donde Cristo fue bautizado. Antes de su vuelta, se unió a Balduino en el asedio de Sidón, y usó su flota para bloquear con éxito la ciudad costera y expandir el control cristiano en Tierra Santa.
En el camino de regreso, Sigurd se detuvo en Constantinopla, y regaló sus naves al emperador bizantino; además, muchos de sus hombres se unieron a la Guardia varega del emperador. Tras viajar por Europa, el rey noruego volvió a casa en una nave que le regaló el rey Niels de Dinamarca. “Sigurd consolida su poder y vuelve como un gran héroe”, sostiene Haywood.
“Los reyes ganaban mucho si eran vistos como campeones de la cristiandad”, concluye. “Los daneses y los suecos en la región del Báltico conquistaron tierras a los eslavos, a los fineses y a los estonios, y aumentaron las dimensiones de su reino. Además de la motivación religiosa, había también una motivación territorial”.