1 hora sin luz por razones ecológicas para el planeta. 1 mes sin luz en Venezuela, como resultado de la corrupción y la incompetencia. Un apagón sin precedentes, con graves consecuencias tras la peor crisis humanitaria de su historia
Las luces se apagaron en todo el mundo a favor del ambiente, gracias a una iniciativa ecológica y de motivación conservacionista denominada “La Hora del Planeta”. Irónicamente, coincidió con la serie de apagones que por corrupción e incompetencia mantienen sin luz a Venezuela.
Varios lugares icónicos apagaron sus luces entre las 08:30 y las 09:30 de la noche del sábado para reflejar el impacto del gasto energético sobre el cambio climático, e impulsar de este modo el cuidado del hogar común, como cariñosamente le llama la Iglesia, y a cuyo tema le ha dedicado una mirada particular el Papa Francisco.
Pero en Venezuela se apagaron además de las luces, ¡todo el país! Quedaron a oscuras al menos 22 de 23 estados, incluyendo a la capital. Y no por una hora sino por casi 1 mes, pues durante marzo, el 90% del tiempo productivo fue decretado “no laborable”. ¿La razón? El colapso energético que “apagó” la nación y mantiene sin luz al país.
Sólo entre los años 1999 y 2016 se despilfarraron 37 mil 691 millones de dólares en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) que en la actualidad es incapaz de proveer un flujo de electricidad estable a la nación, a pesar de que hasta hace poco la nación sudamericana exportaba petróleo al mundo y electricidad a Colombia y Brasil.
El monto, reportado en aquel año por Transparencia Internacional, corresponde a una cifra con la cual se pudieron haber construido al menos 200 hospitales modernos, dotados de alta tecnología que ayudaría a mitigar la severa crisis humanitaria que sufren los venezolanos.
La ONG denunció en esa oportunidad no sólo sobreprecios, sino que constató cómo “el 61 % del dinero que se invirtió en 15 años se fue por las cloacas de la corrupción”, según los resultados que arrojó la segunda fase de la investigación “Empresas Propiedad del Estado” preparada por Transparencia.
La Plaza Francia y la Torre Eiffel
Al igual que la maravillosa “Torre Eiffel” de París, se apagó la “Plaza Francia” de Altamira, en la Gran Caracas, ubicado en el corazón de Chacao, un pudiente municipio del estado Miranda. No por sumarse a la Ópera de Sídney, la Acrópolis ateniense, o el Kremlin de Moscú, sino por su incapacidad para permanecer encendida.
No es cualquier infraestructura. Convertida hoy en ícono de la oposición tras la llegada al poder de la “revolución bolivariana”, fue inaugurada el 11 de agosto de 1945. Le bautizaron entonces con el nombre de “Plaza Altamira” (como aún se le conoce), pero cambió su nombre a “Plaza Francia” tras un convenio entre las ciudades de Caracas y París para tener una Plaza Francia en Caracas y una Plaza Venezuela en París.
Así pues, el mes de Venezuela por la incompetencia se sumó -sin querer- a la iniciativa de una hora por el planeta, en la que participaron El Puerto Victoria de Hong Kong, el centro de negocios de Singapur, la Torre de Shanghái, la torre Burj Khalifa de Dubái, las pirámides de Egipto, el Big Ben de Londres, el Corcovado de Rio y la sede de la ONU en Nueva York.
También se apagó la Basílica de San Pedro
La iniciativa es apoyada por la Iglesia Católica, por lo que la basílica de San Pedro en Roma fue uno de los grandes escenarios que se apagaron durante la hora del Planeta, en línea con el pontificado del Papa Francisco, quien escribió en 2015 “Laudato si”, la más importante encíclica en materia de protección del ambiente de toda la historia.
Aunque el “apagón” de una hora en varias ciudades del mundo es en realidad un gesto simbólico, también es verdad que “La Hora del Planeta” ha motivado campañas para prohibir plásticos en las islas Galápagos y plantar más de 17 millones de árboles en Kazajistán.
En el caso venezolano, la severa crisis que colapsó el sistema eléctrico nacional condujo a un nuevo “plan de racionamiento de energía”, lo que implica varias horas al día sin electricidad. Esto no es nuevo para los venezolanos, pues los apagones se volvieron algo común en regiones como Táchira y Zulia, ambas fronterizas con Colombia.
Esta semana se advirtió que sería implementado un sistema de “administración de carga”, como le llama la administración Maduro a los cortes programados del servicio eléctrico por zonas y horarios, que más tarde son incumplidos, o cambiados por apagones prolongados o permanentes.
Zulia, el alguna vez rico estado petrolero, es uno de los más afectados. Sus casi cuatro millones de habitantes sufren por las altas temperaturas sin el paliativo de los aires acondicionados. Junto a Táchira, fue el que peor se las vio tras los daños en el suministro eléctrico por vía lacustre, que surte a la Costa Oriental del Lago de Maracaibo.
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Se detiene por completo Venezuela
Pero es que además, tal como ha advertido Aleteia, el apagón no deja solamente sin luz a los venezolanos, sino que detiene literalmente al país, pues en la aún llamada por el oficialismo “potencia energética”, todo depende de la electricidad.
El agua, por ejemplo, no llega a más de 20 millones de habitantes -el 70% de los 30 millones que constituyen la población. La razón es que necesita bombeo, el cual requiere flujo eléctrico para funcionar. Por ello, desde el primer apagón ocurrido el 7 de marzo, aún tres semanas después muchas comunidades no han visto una gota del vital líquido.
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Ni llamadas, ni Internet, ni transporte
Aunque quizá solamente lo note quien no la tiene, sin electricidad no funcionan las comunicaciones, por lo que también fallan de forma sorprendente las conexiones móviles: no hay manera de hacer una llamada telefónica, y 9 de cada 10 teléfonos quedan desconectados de Internet.
Naturalmente, tampoco funcionan los sistemas de control de tránsito, como los semáforos, pues en los pocos puntos donde hay dispositivos con baterías, la autonomía de los aparatos no supera el par de horas, y los apagones se prolongan por días.
El servicio de transporte masivo, como los ferrocarriles, o el subterráneo Metro de Caracas, detiene sus labores en todas las líneas al no contar con la energía para hacerlo funcionar. Mientras que el transporte privado merma su capacidad y eleva los precios, al verse imposibilitado de surtir combustible, pues las estaciones de servicio también detienen su actividad.
Hospitales dependen de plantas eléctricas
Los más afectados, naturalmente, son los hospitales, porque no todos cuentan con planta eléctrica. Algunos tienen la infraestructura para dar respuesta a emergencias, incluso sin luz, pero no durante casi un mes completo; y menos si la falla, además de prolongada, es literalmente en todos los centros de atención del país.
Además, las plantas se accionan en su mayoría con gasoil, un derivado del petróleo surtido por las mismas estaciones de servicio que ponen gasolina. Pero en regiones como Táchira, el acceso a combustible es limitado, y se lleva a cabo -en condiciones “normales”- tras kilométricas colas que pueden extenderse hasta por 48 horas, según cupo electrónico y custodia militar.
En el silencio por el apagón, se escucha el evangelio de Lucas: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.
Y a renglón seguido alguien clama suplicante: “Cumple tu promesa, Señor, cúmplela ya en Venezuela… y trae la Luz desde lo alto para que ilumines las naciones que sufrimos en tinieblas. Cumple, Señor, en Venezuela, la bellísima promesa que cantó Zacarías… ¡Libera a tus hijos de este yugo que nos oprime!”.
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