El Pontífice afirmó que se trata de una de las heridas más lacerantes del tejido social y económico La corrupción “es una de las heridas más lacerantes del tejido social, porque lo perjudica gravemente tanto desde un punto de vista ético como económico: con la ilusión de ganancias rápidas y fáciles, en realidad empobrece a todos, menoscabando la confianza, la transparencia y la fiabilidad de todo el sistema”.
Lo dijo el Papa este lunes 18 de marzo 2019, en el Aula Pablo VI, en la audiencia a los funcionarios del Tribunal de Cuentas italiano. Por eso, destacó “el importante papel que desempeña la Magistratura contable para la comunidad, en particular en la lucha incesante contra la corrupción”.
“La corrupción degrada la dignidad del individuo y destruye todos los ideales buenos y hermosos. La sociedad en su conjunto está llamada a comprometerse concretamente en combatir el cáncer de la corrupción en sus diversas formas”, agregó.
Precisamente, el Pontífice está enfrentando esta lacra dentro y fuera de la Iglesia. Y recientemente ha cesado a su ministro de las finanzas, el cardenal australiano, George Pell, juzgado culpable de abusos sexuales contra dos menores, que entonces tenían 12 y 13 años.
El Tribunal de Cuentas, en Italia, se ocupa del ejercicio de los controles sobre la gestión y las actividades de las administraciones públicas, es una herramienta válida para prevenir y superar la ilegalidad y el abuso.
Por su parte, indicó que “cada administrador público debe sentir cada vez más la responsabilidad de operar con transparencia y honestidad, favoreciendo así la relación de confianza entre el ciudadano y las instituciones, cuya disolución es una de las manifestaciones más serias de la crisis de la democracia”.
“El estricto control de los gastos por parte de la magistratura contable, por un lado, y la actitud correcta y clara de los responsables de los asuntos públicos, por otro lado, pueden frenar la tentación de administrar los recursos de una manera que no es prudente y para propósitos de clientela”, añadió.
Francisco explicó que los “bienes comunes constituyen recursos que deben protegerse en beneficio de todos, especialmente de los más pobres, y ante su uso irresponsable, el Estado debe realizar una función de supervisión indispensable y sancionar debidamente las conductas ilegales”.
En este periodo de Cuaresma, que evidenció por ser un momento de combate espiritual y “entrenamiento”, instó a “vivir nuestra vida personal y nuestro servicio a la cosa pública no de manera inerte, resignados a los males que encontramos en nosotros mismos y alrededor de nosotros”.
“Jesucristo nos exhorta a enfrentar abiertamente al mal e ir a la raíz de los problemas. Nos enseña a pagar en persona en esta lucha, no por la búsqueda de un heroísmo poco realista y por un protagonismo mal disimulado, sino por la humilde tenacidad de quienes realizan su trabajo, a menudo oculto, resistiendo las presiones que el mundo no deja de ejercer”, concluyó.