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Salvar la barca común que es Haití

HUNGER

WEB3-HUNGER-GIRL-HAITI-FOOD-Feed My Starving Children (FMSC)-(CC BY 2.0)

Jaime Septién - publicado el 03/03/19

Los misioneros redentoristas lanzan al país y al mundo un mensaje de alerta roja

Haití se está consumiendo. Lo que le faltaba –un gobierno eficaz—ha empujado a la nación al desastre. El país más pobre del hemisferio occidental naufraga entre la indecisión, la incapacidad y la corrupción del gobierno de Jovenal Moïse, por un lado, y el hambre, el desempleo, la violencia y la represión del pueblo llano, por el otro.

Al menos 26 personas han muerto y otras 77 han resultado heridas en el pequeño territorio de Haití durante las protestas que se han producido desde el pasado 7 de febrero, según el balance difundido este lunes por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Las protestas comenzaron, justamente cuando se cumplían dos años de mandato de Moïse.

Las manifestaciones populares, lideradas por la oposición a Moïse y compuestas por centenas de haitianos de los barrios más pobres de la de por sí depauperada nación caribeña, han aumentado la inseguridad y limitado al mínimo una de sus principales fuentes de divisas que es el turismo.

El país más pobre de América, donde poco más de la mitad de sus once millones de habitantes sobrevive con un ingreso diario de apenas dos dólares, se ha visto envuelto en una crisis económica agravada por la depreciación de su moneda oficial –el Gourde o “Peso gordo”—y por una espiral de inflación que parece no tener fin.

A la protesta por la carestía y la hambruna, le viene aunada la exigencia de justicia por muy posibles irregularidades en el programa estrella de Hugo Chávez (PetroCaribe, una alianza en materia petrolera entre algunos países del Caribe con Venezuela, en la que compran el petróleo venezolano en condiciones de pago preferencial) en la que estaría involucrada una empresa que dirigía Moïse antes de llegar a la presidencia.

No aguanta más

“Hacemos un llamamiento a la conciencia ciudadana de las diferentes partes para una decisión patriótica, aunque sea a precio de grandes sacrificios: poner primero el bien común”, fue el llamado de los misioneros redentoristas (Congregación del Santísimo Redentor) que han estado viviendo y trabajando con el pueblo de Haití durante años.

Previamente los obispos de la Conferencia Episcopal haitiana habían denunciado en un mensaje el resumen de la situación: mensaje la grave situación: “La hora es grave, la pobreza aumenta, el bien común está amenazado”. ¡El país está al borde del abismo! Esta situación no puede durar más”.

El texto de los redentoristas, enviado a la Agencia vaticana de noticias Fides por el Padre Renold Antoine, secretario regional de esta congregación destaca, además de la situación política, la tremenda presión social que significa que 41 por ciento de la población económicamente activa de Haití está desempleada y de aquellos que trabajan, dos tercios lo hacen en empleos informales.

El gobierno ha reaccionado con lentitud desesperante y apenas anunció la reducción en el costo de los bienes básicos y el incremento del acceso a créditos para pequeñas empresas y la creación de una comisión de diálogo interno para enfrentar la crisis política, medidas que la población considera insuficientes. La mayor parte de los manifestantes han sido claros en una sola exigencia: la renuncia del presidente Moïse.

“Lo peor de todo, constatamos con mucha tristeza que la oposición actual no se opone ni a la corrupción que es un cáncer para el país, ni al desempleo, ni a la ineficacia del Estado, ni al clientelismo y al contrabando. Su único remordimiento es no estar al mando del poder”, señala el texto del padre Antoine.

Hay una barca común que salvar

Tanto los redentoristas como todas las comunidades religiosas de diversas denominaciones que hacen trabajo humanitario en Haití, sobre todo tras las catástrofes del terremoto de 2010 y el huracán Mathew, así como los obispos reunidos en la Conferencia Episcopal, han sido enfáticos en invitar a la oposición a “unir fuerzas e inteligencias para salvar nuestra barca común, que es Haití”.

La carta del padre Antoine exhorta a todos los actores políticos “a encontrar una solución de sabiduría que tenga en cuenta los intereses superiores de la nación y la defensa del bien común” hace un llamamiento a la conciencia ciudadana de las diferentes partes para que encuentren “una decisión patriótica, aunque sea a precio de grandes sacrificios”.

La carta del padre Antoine termina con una advertencia y, al mismo tiempo, con el señalamiento de un camino de esperanza: “Ya que el pueblo no puede más, la situación está cada vez peor. Haití se salvará cuando se tenga un diálogo sin fuerzas, con sinceridad, en el que todos participen y ponga en primer lugar el interés colectivo”.

Pero, tal parece, que la esperanza todavía tardará mucho en fincarse en los corazones de los políticos haitianos.

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