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¿Zombies en la Biblia?

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Julio de la Vega-Hazas - publicado el 20/02/19
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Los cuerpos humanos no viven sin espíritu

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Para poder dar una respuesta con un mínimo de rigor, hay que contestar previamente a otra: ¿qué es exactamente un zombi? Porque, claro está, si se trata de que un muerto haya vuelto a la vida, eso se llama resurrección.

Y de eso hay unos cuantos ejemplos, la mayoría en el Nuevo Testamento, pero también alguno en el Antiguo. Y, por encima de todos ellos, está la resurrección del mismo Cristo, que da sentido a nuestra fe.

Pero lo que se conoce como “zombi” es algo distinto. En realidad, se trata de algo que viene de primitivas religiones africanas a través del llamado vudú de Haití.


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Según estas creencias, es posible en algunos casos revivir cadáveres (en realidad, parece tratarse más de alucinaciones y trances provocados por alguna planta con estos efectos).

La diferencia es que lo presuntamente revivido no es tanto un ser humano sino un cuerpo humano sin alma, o con un “alma incompleta”, si eso pudiera darse.



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Los rasgos exactos varían según quién cuente la historia. Las películas –y algún que otro videojuego- que incluyen zombies suelen reflejar bastante bien qué se quiere significar con este término.

Vayamos ahora al único pasaje de la Biblia que puede parecer –añadiendo una dosis de imaginación- que permita hablar de la existencia de zombies. Se trata del capítulo 37 del libro de Ezequiel.

El libro aquí importa, pues la profecía de Ezequiel está llena de imágenes un tanto fantásticas de las que importa el mensaje que llevan consigo, y no la literalidad de las palabras. Pero, de todas formas, citaremos el texto completo, para añadir después su significado.

La mano del Señor –leemos en el libro- vino sobre mí y me sacó en el espíritu del Señor y me puso en medio de la vega, que estaba llena de huesos. Me hizo pasar entre ellos y dar vueltas alrededor, y vi que eran muchos sobre la superficie de la vega y que estaban completamente secos. Y me dijo:

– Hijo de hombre, ¿podrán vivir esos huesos?

Contesté:

– Señor Dios, Tú lo sabes.

Me dijo:

– Profetiza sobre estos huesos y diles: «Huesos secos, escuchad la palabra del Señor. Esto dice el Señor Dios a estos huesos: “Voy a infundir en vosotros el espíritu y viviréis. Pondré sobre vosotros nervios, haré crecer carne sobre vosotros, os recubriré de piel, infundiré en vosotros el espíritu y viviréis, y sabréis que Yo soy el Señor”».

Profeticé como me había sido mandado y, a la voz de mi profecía, hubo un rumor y luego un gran temblor, y los huesos se juntaron uno con otro. Miré y vi que había nervios sobre ellos, que les crecía carne y se recubrían de piel. Pero no había espíritu en ellos.

Y me dijo:

– Profetiza sobre el espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: «Esto dice el Señor Dios: “Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y alienta sobre estos muertos para que vuelvan a vivir”».

Profeticé según me mandó y vino sobre ellos el espíritu y vivieron. Y se alzaron sobre sus pies: un ejército extremadamente grande.

Y me dijo:

– Hijo de hombre: estos huesos son toda la casa de Israel. Dicen «Están secos nuestros huesos y destruida nuestra esperanza. Estamos destruidos». Por eso, profetiza y diles: «Esto dice el Señor Dios: “¡Pueblo mío! Voy a abrir vuestros sepulcros, os haré salir de vuestros sepulcros y os haré entrar en la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy el Señor cuando abra vuestros sepulcros y os haga salir de vuestros sepulcros, ¡pueblo mío! Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis, y os estableceré en vuestra tierra y sabréis que Yo, el Señor, lo he dicho y lo hago, oráculo del Señor Dios”».

¿Qué significan estas palabras? En primer lugar, una promesa, en un lenguaje figurado –muy propio de la época- de la restauración del pueblo de Israel.



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Jerusalén estaba destruida y lo que quedaba del pueblo de Israel estaba sufriendo el destierro en la cautividad de Babilonia. Era por su culpa, en castigo por sus pecados, pero, como se dice en el texto mismo, estaban desmoralizados y necesitaban el aliento de la promesa divina de que aquello acabaría y volverían a habitar la tierra prometida.

Así lo han entendido siempre los judíos. Los cristianos también, pero pensando a la vez que eso no es todo. Como otras profecías, tiene un cumplimiento parcial cercano en el tiempo, y uno más completo al final, que será la resurrección final, con la patria definitiva.

De paso, este pasaje aclara alguna noción antropológica; o sea, la de la naturaleza humana como compuesta de cuerpo y alma, en un único ser.

Como se desprende del pasaje, los cuerpos humanos no viven hasta no recibir el espíritu. Y, eso sí, o viven como hombres o no viven: no hay términos medios.

Para los cristianos, Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Por eso a lo largo de los siglos han representado y visto más que muertos vivientes, a Cristo resucitado:

¿Y hay aquí cabida para algo intermedio como un zombi? Pues no, no lo hay. En realidad, no lo hay en ninguna parte, pues se trata de un concepto absurdo, un engendro mental que no puede entrar en la realidad.

 

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