Pasará el resto de su vida en las rejas en una prisión de alta seguridadCon la declaración de culpabilidad en diez de los cargos que enfrentaba en Estados Unidos, Joaquín “el Chapo’” Guzmán Loera, uno de los más sanguinarios y elusivos narcotraficantes que registra la de por sí sanguinaria historia del narcotráfico en México, termina su vida pública: el resto lo pasará tras las rejas en una prisión de alta seguridad en algún lugar de la Unión Americana.
Hacia Hollywood
El juicio, que muy pronto será tema de Hollywood, mostró, con claridad meridiana, las tripas de la corrupción que atenaza a México, la violencia que lo ha convertido en un país de 200.000 homicidios y 40.000 desaparecidos en poco más de una década, pero también de la enorme complacencia de las autoridades estadounidenses ante el mercado más grande de droga del mundo, que es su país.
“El Chapo” (por pequeño, por “chaparro”), de 61 años de edad, fue el líder de uno de los cárteles prominentes de México: el Cártel de Sinaloa. Entre sus múltiples fechorías –exhibidas por los 56 testigos presentados por la parte acusadora en la Corte de Distrito Federal de Brooklyn—destacan las matanzas de los rivales en el trasiego de la droga, las alianzas con las policías locales y federales, las torturas, desapariciones, fugas (dos veces lo hizo de penales mexicanos), adulterios, actos de pederastia, excesos, lujos y brutalidades de un verdadero criminal.
El juicio fue un mero formulismo. El juez, Brian Cogan, dio vista a los diez cargos que Guzmán enfrentaba y, desde luego, lo remitió a prisión perpetua. ¿Quién podría haber siquiera puesto en duda su culpabilidad ante el caudal de evidencias acumuladas en tres meses y una semana que duró el juicio en Brooklyn? Sin embargo, el equipo de abogados defensores del “Chapo” –quizá también como mero formulismo—dijo que iba a apelar la sentencia.
Otro “juicio del siglo”
En la “sociedad del espectáculo”, el juicio a Guzmán fue seguido (bajo el membrete de “juicio del siglo”) por todos los medios de comunicación, apostados en la Corte de Brooklyn como cuando se apuestan a la llegada de las estrellas de cine a las ceremonias de los Óscar. Cada testigo, cada “exclusiva” sobre el imperio creado por el capo de la droga, era exhibido como si se tratara de una hazaña más, al grado tal que hubo manifestaciones callejeras implorando el perdón de la justicia estadounidense al “héroe” popular.
Poca, muy poca reflexión generó del lado del público estadounidense; menos aún del público mexicano que todavía cree que estos personajes “le hacen mucho bien a la gente porque salpican millones de dólares a quienes no tienen ni un centavo”. En Estados Unidos sobre la gran alberca de consumo de marihuana, heroína, cocaína, metanfetaminas, drogas de diseño en que se ha convertido; en México en los niveles de complicidad de los cárteles con aquellos encargados de combatirlos.
En menos de medio año, la popularidad del “Chapo” llegó a “conquistar” al público, tanto por sus “hombrías” (como incinerar cuerpos descuartizados de sus contrincantes en la disputa de las plazas), hasta por sus lances amatorios, que incluyen artistas, ex diputadas, ex reinas de la belleza, adolescentes drogadas y violadas, y un largo etcétera, lo cual no provocó ninguna fisura entre los doce miembros del Jurado cuya decisión de encarcelarlo de por vida fue unánime.
El “salto a la fama”
Sin embargo, el Cártel de Sinaloa, como todos los otros cárteles cuyos capos han sido o abatidos o encarcelados o extraditados, sigue operando. Es más, sigue operando bajo el liderazgo de alguno de los hijos del “Chapo”. Y sigue pelando por el control de las plazas en México y de los dólares en Estados Unidos con el Cártel Jalisco Nueva Generación, en la parte del Occidente mexicano, mientras que el Cártel del Golfo y los Zetas ocupan el Oriente y el Centro del país.
Hay que recordar que “el Chapo” Guzmán “salto a la fama” en mayo de 1993, cuando enfrentó a balazos en el estacionamiento del aeropuerto internacional de Guadalajara (Jalisco) al Cártel de los Arellano Félix (asentados en Tijuana, en el noroeste de México).
El fuego cruzado no hubiera sido más que otra anécdota de la guerra desatada en México por la droga, pero es que en el medio de ese fuego y por supuesta “confusión”, los sicarios del “Chapo” o los de los Arellano Félix, acribillaron al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, quien iba al aeropuerto a recoger al representante del Vaticano en México, Girolamo Prigione.
Un “negocio” de millones de dólares
Según las cuentas realizadas por DEA, “el Chapo” logró acumular ganancias por 14.000 millones de dólares a lo largo de su “carrera”, al transportar a Estados Unidos cerca de 200 toneladas de narcóticos a través de la frontera con México mediante yates, lanchas motoras, botes de pesca, aviones, trenes de carga, submarinos semisumergibles, tractocamiones llenos de carne congelada y latas de jalapeños, así como otros túneles (uno de ellos oculto bajo una mesa de billar en Agua Prieta, México), según reporta The New York Times en Español.
El show ha terminado, pero la realidad sangrienta de la droga (producción, tránsito, distribución, consumo, cobro y lavado de dinero) continúa, con “el Chapo” en la cárcel hasta que lo alcance la muerte que él tanto prodigó cuando vivía sus “años dorados”.
Y, por el lado estadounidense, una serie de políticas que, lejos de contener el uso de drogas ya han convertido a éstas en una epidemia nacional, mientras que algunos estados de la Unión Americana han legislado para legalizar, por ejemplo, el uso lúdico de la marihuana. Mañana, pues, habrá otros “chapos”.