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María Lionza, reina y diosa: “Amada por la naturaleza e iluminada de caridad”

LIONZA

Dove (CC-BY-SA-3.0)

Macky Arenas - publicado el 16/01/19

Herencia aborigen en Venezuela, que forma parte de un patrimonio vivo que se renueva y se expresa en el misterio de la mujer y lo femenino

Antes de la llegada de los españoles a tierras venezolanas, ya existía el culto a María Lionza. Estamos hablando de hechos anteriores al siglo XV y la creencia más extendida es que el leyenda surgió en 1530, cuando la hija de un cacique originario sobrevivió luego de ser sacrificada por el Dios de las Aguas. Se trata de un mito del folklore venezolano, en cuyos ritos, según antropólogos conocedores del tema, ha participado al menos la mitad de la población venezolana. Suena exagerado pero lo cierto es el mito de María Lionza es parte de nuestra riqueza espiritual.

El “espiritismo marialioncero” es un culto venezolano en el que se mezclan ritos y creencias católicas, indígenas y africanas, incluyendo la santería y el vudú. La llaman diosa o reina y se le pide desde la cura de enfermedades, la solución de problemas de amor, hasta la obtención de riqueza o poder.

María Lionza o “Yara”, como también se la conoce, está acompañada del Negro Felipe y del Cacique Guaicaipuro. Junto a ellos conforma las “Tres Potencias”. Ellos son la base fundamental de un cielo de deidades y espíritus divididos jerárquicamente en “Cortes”. El mundo espiritual conoce a María Lionza como la “monarca de cuarenta legiones, formadas por diez mil espíritus cada una”. Es precisamente el gran poder que se le atribuye a esta deidad aborigen la que causa que miles de fieles visiten durante Semana Santa y Día de la Raza el Monumento Natural Cerro María Lionza, serranía conocida como montaña Sorte, ubicada a pocos metros de Chivacoa, en el estado Yaracuy.

Hasta allí, llegan de todas partes del país miles de peregrinos con distintas peticiones a la diosa mítica, capaz de conceder amor, riqueza, poder o dinero. Para ello, los creyentes eligen un rincón en el bosque o un escondido ángulo en el río, donde se construye una especie de altar y desde allí se invoca la presencia del imponente espíritu. A modo de ofrenda y decoro, el sagrario es adornado con fotografías, velas, figuras, estatuillas, vasos con aguardiente, tabacos, cigarrillos en cruz, flores y frutos.

Por mucho tiempo, su sacerdotisa aseguraba guardar los “insondables” secretos de los resultados de las elecciones presidenciales, lo cual hizo que políticos y, en general, hombres de poder, buscaran su consejo y asesoría.

La primera investigación que se hizo sobre María Lionza se hizo en 1939, cuando el etnólogo Gilberto Antolinez preparó una recopilación etnográfica de nuestros aborígenes. Los estudiosos que intentaron establecer un hilo relacional del culto a María Lionza, manifiestan que es imposible hablar con certeza acerca de los rasgos del culto, por lo contradictorio de las narraciones obtenidas en su exploración. Y es que hay más de 25 relatos de leyendas sobre la diosa. Los etnólogos han descubierto que el mito es constantemente descrito en los círculos espiritistas del culto a María Lionza. Sin embargo, es difícil encontrar una versión escrita del mito. Los cierto es que la historia de María Lionza constituye el mito venezolano más importante, y ha sido objeto de estudios serios, como también de lamentables deformaciones.

La leyenda afirma que, en época de la conquista, un jefe de los indígenas kaketíos, de lengua arawak, ubicados en la Montaña de Sorte, en el Estado Yaracuy, tuvo relaciones con una mujer blanca y de esta unión tuvieron una hermosa hija de ojos claros.

Pero según la tradición y las costumbres de los kaketíos, se dice que una niña de ojos claros trae mala suerte y destrucción a la comunidad kaketía. Por esta razón se ordenaba matar a una persona de estas características. El padre, aunque era jefe, respetaba las costumbres de su comunidad pero no tuvo el valor de matar a su propia hija sino que la recluyo en una choza, la cual estaba custodiada por 22 guardianes guerreros que la mantenían siempre dentro de la casa.

La niña fue creciendo, era muy bella y cuando le vino la primera menstruación, ella deseó salir a purificarse al río. Esperó que los guardianes se durmieran y salió de su escondite. Ella nunca había visto el sol y era pleno mediodía.

Se fue a la laguna y fue aquí donde por primera vez vio reflejado su rostro en el agua quieta de la laguna.

En vez de ver sus ojos, lo que miró fueron dos grandes cavernas. En ese momento la vio el espíritu acuático, la serpiente anaconda quien se la tragó y desapareció de manera inmediata en las profundidades de la laguna. Sin embargo, la tradición tenía que cumplirse, la serpiente anaconda se agrandó tanto que hizo desbordar las aguas de la laguna y provocó una gran inundación, una especie de diluvio.

El agua inundó todo el valle y la tribu de los indígenas kaketíos desapareció. Después del diluvio, la serpiente se reventó, la joven salió del vientre de la serpiente y entonces ella se convirtió en diosa de la aguas, protectora de los animales, dueña de la montaña y madre de las cosechas.

Actualmente, una gran cantidad de adeptos le rinden culto y le piden solucionar, también, otro tipo de problemas. Se cree que ella vive en Sorte, en el Estado Yaracuy; algunos dicen que está parada sobre un pedestal de serpientes y otros dicen que cabalga por la montaña montada en una danta. Es por ello que se la representa cabalgando uno de estos animales, cuya estatua se encuentra en el trayecto de una de las arterias viales más famosas de Caracas.

El mito de Yara sobrevivió a la conquista española, aunque sufrió algunas modificaciones y como muchas creencias originarias en Latinoamérica, fue cubierta por la religión católica bajo la figura de Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar. Sin embargo, con el paso del tiempo, sería conocida como María de la Onza o, según el uso más común de su nombre, María Lionza.

Según algunos lingüistas, el vocablo Yaracuy significa “lugar de Yara”. El estado Yaracuy está situado en la zona centro-norte de Venezuela. Su nombre le fue dado en conmemoración al bravo cacique Yaracuy, habitante de las márgenes del principal río del estado. La capital es la hermosa ciudad de San Felipe, fundada en 1732, y cuyo nombre fue dado en honor al rey de España de esa época, Felipe V.

La leyenda señala que María Lionza manifiesta su presencia a través de una mariposa azul, según testimonio de sus devotos quienes participan en los ritos de culto que se llevan a cabo en la montaña de Sorte, en Chivacoa. Según la leyenda, allí habita el espíritu de la diosa. Los peregrinos suelen acudir a Sorte en otoño, puesto que allí, cada 12 de octubre, tienen lugar las principales celebraciones en honor a María Lionza.

Los seguidores del culto a María Lionza creen que el humo de los puros y la llama de las velas complacen a la diosa. Como una prueba de su devoción, algunos peregrinos hacen una parte del camino para llegar a Sorte, de rodillas. Caminar sobre trozos de carbón es uno de los más famosos e impresionantes rituales durante la fiesta de otoño que se lleva a cabo en Sorte, para agradar a “La Reina”.

Desde esa misteriosa montaña de Sorte, el culto a María Lionza se extendió a todo el país y parte de Latinoamérica alrededor del año 1900. Por esta razón, la región de Sorte es un sitio de peregrinación constante de los creyentes del culto marialioncero, pues la práctica de esta modalidad de espiritismo se ha extendido a otros países latinoamericanos y caribeños como Puerto Rico, República Dominicana y Colombia.

La leyenda de la doncella de Nívar ha cobrado fuerza con el paso de los años, nutriéndose de la cultura europea, asiática y africana. En la década de los años 50, el general Marcos Pérez Jiménez ordenó erigir en la Autopista del Este de Caracas, una escultura de María Lionza montada sobre una danta, que aún recibe ofrendas florales.

Hace 57 años, el 18 de marzo de 1960, la montaña María Lionza, ubicada en el estado Yaracuy, fue declarada monumento nacional por decreto Nº 234 del presidente Rómulo Betancourt. Sus devotos trabajan para que ella sea declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Rubén Blades, famoso cantante y compositor panameño, le ha cantado a María Lionza:*

“En la montaña de Sorte por Yaracuy

En Venezuela, vive una Diosa

En la Montaña de Sorte por Yaracuy

Vive una Diosa, una noble reina

De gran belleza y de gran bondad

Amada por la naturaleza

E iluminada de caridad …

Y va velando a su tierra entera

Desde el guajiro hasta Cumana

Cuida el destino de los latinos

Vivir unidos y en libertad”

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