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¿Qué hacer si esta Navidad resultó distinta a lo que esperabas?

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Cecilia Pigg - publicado el 28/12/18

¿Cómo combatir la nostalgia del pasado y de nuestra infancia que muchas veces nos invade por estas fechas?

No recuerdo cuándo empezó para mí, pero llegó de forma gradual. Un año, me sentí un poco triste después de abrir los regalos, en vez de emocionadísima hasta la médula. Otro año, me percaté de la cantidad de trabajo que exigía a mis padres la preparación para la Navidad y me di cuenta de que no era simplemente un tiempo mágico de gozo, sino un poco estresante. Y luego, cuando ya dejé de vivir en casa de mis padres, llegó arrollando la sensación de que “la Navidad ahora es un poco rara”.

Ser universitaria y volver a casa por Navidad era raro porque sentía una distancia entre mi familia inmediata y yo. No sabía tan bien como antes lo que sucedía en la vida diaria de todos mis familiares, así que me sentía como la tita extraña que intenta encajar en vez de como la simpática hermana mayor que siempre está próxima.

Y luego, después de la universidad, todo se complicó más. Tenía que organizar y decidir adónde ir por Navidad con mi prometido y luego marido. Yo solo quería estar con mi familia porque, aunque me sentía diferente, seguía siendo la misma Navidad de siempre, con nuestra tradición de hojaldres después de la Misa de Medianoche, los panqueques alemanes para desayunar, los mismos villancicos que conocía, rodeada de las personas que más quería en el mundo.

Sin embargo, por supuesto, mi prometido quería pasar la Navidad con su familia. Y su celebración familiar estaba cambiando y era diferente de lo que estaba acostumbrada, porque todos en la familia eran adultos y no había niños por los que buscar este toque navideño tan especial.

Así que, de repente, ya no era un hecho dado que pasaría las navidades con mi familia todos los años y tuve que reflexionar de verdad sobre el significado de la Navidad. Claro está, toda mi vida había escuchado hablar de que “Jesús es la razón de esta estación” y que “el significado de la Navidad no está en los regalos, sino en Jesús”, y me sentía bastante segura de que era bastante madura como para entender el auténtico sentido de la Navidad.

No obstante, no me había dado cuenta de cuánta importancia le daba a la forma en que consideraba que debería celebrarse la Navidad, en mis propias tradiciones familiares, las decoraciones, la comida e incluso las bromas. Percatarme de que el resto de las navidades en mi vida quizás no fueran nada parecidas era un cambio monumental para mí.

Y no mentiré, era un cambio doloroso. Dejar atrás mis expectativas sobre la Navidad no ha sido fácil. Pero he aprendido dos cosas mientras procesaba este cambio vital…

Primero, he intentado reorientar mi enfoque para centrarlo en las personas. Lo que hagamos en Navidad podrá cambiar, pero mientras las personas que quiero estén vivas, ellas son en lo que quiero centrarme. Si estoy con mi propia familia o con mi familia política o solamente con mi marido y mi hijo, las personas con las que estoy merecen mi total atención. Si eso significa ayudarles a comprar regalos o cocinar o no preparar tantísimas galletitasporque estamos teniendo una buena conversación, entonces eso tiene preferencia.

Segundo, todavía tengo que repetirme y recordarme el motivo real por el que pasamos tiempo juntos, cocinamos comida especial y decoramos: Dios viene a la tierra y nos trae la salvación a todos. Cuando algo me hace sentir desubicada o estresada o descontenta en relación a los preparativos navideños o lo que esté sucediendo el Día de Navidad, digo una oración rápida que nunca me viene mal: “Te quiero, Jesús, pero tu cumpleaños me está estresando mucho ahora mismo. Ayúdame, por favor”.

Aunque es sobre todo una oración de queja, al menos me ayuda a recordar quién está detrás de todo esto. Y a fin de cuentas, si la Navidad es un tiempo mágico con la comida, las luces y los regalos todos perfectos o si hay una pelea familiar justo antes de la gran cena y todo el mundo se sienta en mohíno silencio a la mesa, Jesús seguirá viniendo para traernos gracia y llevarnos al Cielo. Y ningún cambio navideño inusual, ningún desastre ni ninguna extrañeza van a cambiar eso.

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