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El impacto duradero de las Cruzadas en Jerusalén

TEMPLUM DOMINI
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J.P. Mauro - publicado el 22/11/18
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La influencia de los cruzados hace mucho que desapareció de Jerusalén, pero parte de su arquitectura sigue en pie

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Durante casi dos siglos de Edad Media, los países europeos reunieron sus ejércitos y los enviaron en las Cruzadas cristianas a Oriente Medio para arrebatar el control de la región de los turcos selyúcidas. La serie de invasiones, que se acompañó de un flujo casi constante de occidentales de todos los ámbitos de la vida hacia la Tierra Santa, condujo a la conquista de la región palestina.

Occidente solamente gobernó la tierra de Jerusalén durante 90 años y en aquel tiempo persiguieron a judíos y a cristianos “heréticos”, presionaron para expulsar a los musulmanes de la Península ibérica y del norte de África y reclamaron Jerusalén como propia. En la actualidad, estamos tan alejados de los cruzados que queda poca evidencia de su presencia en Tierra Santa, aunque en aquel breve y convulso tiempo los cruzados construyeron una serie de iglesias y de infraestructuras de la ciudad.

Para entender mejor las Cruzadas recurrimos a Jack Meinhardt, cuyo ensayo When Crusader Kings Ruled Jerusalem [Cuando los reyes cruzados gobernaron Jerusalén] fue reproducido en el diario Bible History Daily. Meinhardt explica que el catalizador que dio comienzo a las Cruzadas fue la invasión en el siglo VIII de Oriente Próximo por los turcos selyúcidas. Los turcos se convirtieron al islam tras llegar y procedieron a refrenar el poder árabe reinante, el califato abasí en Bagdad, antes de extenderse para tomar el control de toda la región.

Antes del auge de los turcos, los bizantinos y el califato habían tenido una actitud abierta y fueron muy tolerantes con los cristianos, pero el avance selyúcida disminuyó significativamente la influencia cristiana en Oriente Próximo. El cambio más notable, en lo relativo a los occidentales, fue que los peregrinos europeos ya no pudieron transitar los antiguos caminos tras los pasos de Cristo.

Según escribe Meinhardt:

El emperador bizantino Alejo I solicitó la ayuda de Occidente. En 1095, el papa Urbano II respondió; en un discurso pronunciado en Clermont, en el centro de Francia, hizo un llamamiento por una cruzada que salvara del islam al Oriente cristiano. Los turcos selyúcidas, según consta dijo Urbano, estaban destripando a los cristianos y arrojando sus sangrientas vísceras sobre altares de iglesias y pilas bautismales. Quienes se unieran a su cruzada o “tomaran la cruz”, anunció el Papa, verían absueltos sus pecados, ya que Dios mismo deseaba que el cristianismo recuperara Jerusalén.

Los crudos relatos de los asesinatos de cristianos estimularon a la nobleza europea y las familias reales para levantar sus propios ejércitos. Uno en particular fue liderado por tres hermanos, Eustaquio, Balduino y Godofredo; Godofredo y Balduino se convertirían en los primeros gobernantes del Reino Latino de Jerusalén. Otros cruzados incluían varios miembros de la nobleza francesa, normanda, alemana e italiana e incluso príncipes.

La primera cruzada comenzó en 1095 con las fuerzas europeas marchando sobre Anatolia y asediando Antioquía. En 1098, la ciudad sucumbió a los cruzados y se convirtió en la primera colonia en Oriente Próximo. Desde su nuevo bastión, marcharon hacia el sur, donde Jerusalén cayó después de un asedio de dos semanas. Meinhardt escribe que los gobernadores musulmanes se rindieron sin oponer resistencia.

A la mañana siguiente, sin embargo, Jerusalén se convirtió en un campo de ejecución, ya que los conquistadores masacraron a casi todos los musulmanes en la ciudad y quemaron una sinagoga en la que unos judíos se habían refugiado. “Espada en mano, nuestros hombres recorrieron la ciudad sin indultar a nadie, ni siquiera a quienes suplicaban compasión”, escribió Fulquerio de Chartres, que sirvió como capellán de Balduino. “Deseaban que este lugar, tanto tiempo contaminado por la superstición de los habitantes paganos, fuera limpiado de su contagio”.

Durante las décadas siguientes, los cruzados aseguraron todas las ciudades costeras principales y fortalecieron su posición construyendo fuertes en emplazamientos estratégicos. A mediados del siglo XII, toda la región del Levante se había convertido en una colonia de lo que se denominó el Reino Latino de Jerusalén.

En la Ciudad Santa, los cruzados dejaron solamente unos pocos trazos de su tiempo al mando. Uno de los mayores cambios se produjo en la Cúpula de la Roca, por la que se interesaron especialmente después de saber de su vinculación con acontecimientos bíblicos tales como la presentación de Cristo en el Templo (Lucas 2,22-38) y el sueño de Jacob de una escalera hacia el Cielo (Génesis 28,11-17). Se propusieron convertir la Cúpula musulmana de la Roca en una iglesia cristiana y la renombraron como “Templum Domini”.

Los reyes que lideraron las Cruzadas requisaron la mezquita Al-Aqsa, en la Ciudad Vieja, para su residencia, pero más tarde se mudaron a la recién construida Torre de David. La mezquita fue transformada luego para alojar a caballeros templarios, una orden que empezó como protección para peregrinos y se acabó convirtiendo en una fuerza de combate de élite. Los cruzados construyeron también una puerta de la ciudad, un mercado cubierto, un hospital y otros edificios diversos de infraestructura.

La forma más prevalente de construcción cruzada, no obstante, era la iglesia. Meinhardt lista algunas de las iglesias que construyeron y que todavía están en pie y en uso actualmente: 

Al este de la ciudad, en el monte de los Olivos, construyeron la iglesia del Sepulcro de la Virgen (…).  Al norte de la esquina noreste del Monte del Templo, erigieron la espléndida iglesia románica de Santa Ana. Sin embargo, el legado arquitectónico más duradero de los cruzados es su reconstrucción de la iglesia del Santo Sepulcro.

El gobierno de los cruzados en Jerusalén fue relativamente breve según los estándares históricos. En 1187, el sultán Saladino, que había unificado las regiones egipcia y siria, derrotó a las fuerzas del Reino Latino de Jerusalén y retomó la Ciudad Santa.

Este fue el final de la primera cruzada, pero durante el próximo siglo seguirían seis cruzadas mayores y numerosas cruzadas menores. Los cruzados mantuvieron una presencia en las ciudades costeras de Tiro y Acre, conservando una fina franja de territorio que se expandía y contraía con cada nueva cruzada. La presencia cruzada en Oriente Medio fue suprimida finalmente cuando su última ciudad, Acre, cayó en 1291.

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