El éxito del amor (y de la constancia) de una madre han hecho que hoy Maialen pueda andar, pese a su enfermedad de Rett.
Habían acabado las fiestas de San Fermín en Pamplona (España) y Maider, de 27 años, entraba el 17 de julio en el Hospital para dar a luz un hermoso bebé. Ella y su marido, Daniel, no podían estar más dichosos. Nada les hacía sospechar que aquella criaturita, a la que pusieron el nombre de Maialen, llevaba en sus genes una enfermedad rara y grave.
Transcurrieron 6 meses y Maialen, que hasta entonces había recibido los controles médicos adecuados y siempre estaba bien, dejó de mover las manos. Maider intuyó que algo serio estaba ocurriendo. La llevaron a la consulta y comenzó una etapa de descartes y de diagnóstico incierto. La niña crecía y ganaba peso pero no se sostenía sentada y no cogía los juguetes que papá y mamá le acercaban.
Maider y Daniel decidieron pedir ayuda al Hospital San Juan de Dios, de Barcelona. Y al año y medio, se les informó de qué era lo que le estaba sucediendo a Maialen: “Es un Rett”, les dijo la doctora. Un síndrome de Rett. Una patología neurológica que afecta sobre todo a niñas y que no se manifiesta hasta los 6 meses de vida.
“Te juro, hija mía, que andarás”
Aunque es enfermedad de causa genética, en el 99 por ciento de los casos no es heredada sino que se produce una mutación en el feto durante el embarazo. Daniel y Maider no tenían nada de qué culparse, pero sufrían enormemente por la situación de la niña, que presentaba los síntomas habituales, entre ellos frotarse las manos como si fuera a lavárselas. Supieron entonces que 1 de cada 10.000 niñas sufre esta enfermedad en el mundo. Y, de la estadística, le tocó justamente a Maialen.
Una vez tuvieron el diagnóstico, para Maider fue todo mucho más llevadero, según confiesa. Se acabó la indeterminación y sacó todas sus fuerzas de madre: «Te juro, hija mía, que tú andarás.», dijo ante la pequeña.
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