La duda asalta cuando llega el momento de decidir qué hacemos con nuestros mayores. No siempre la situación en casa es la adecuada...
Los padres se hacen mayores y algunos de ellos, la mayoría, necesitan ayuda. Una buena parte de los ancianos es dependiente y esto significa que requieren que alguien esté al tanto de su vida en tareas tan importantes como la higiene, la alimentación o el vestir.
La mayoría de mi generación comienza a encontrarse con el interrogante: ¿Qué hago con mis padres o con mi padre o mi madre? Porque ya no pueden llevar su vida sin nadie que esté pendiente de las medicinas que debe tomar: se les olvida, se confunden… Necesitan que alguien les acompañe al médico, ya no tienen fuerza para tirar del carro de la compra, no pueden acabar de vestirse solos, no pueden ponerse los calcetines o atarse los zapatos…
La casuística es muy variada: desde el hecho de vivir en un piso sin ascensor y que ellos ya no pueden subir o bajar escaleras, hasta la artrosis que les impide cocinar o limpiar.
¿He de llevarme a papá o mamá a casa?
Y con el tiempo, la dependencia se hace mayor e incluso surgen enfermedades que hacen inviable que nuestros mayores vivan solos porque alguien ha de cuidar de ellos. Llega un momento es que uno se ve con la pregunta encima: “¿He de llevarme a papá o mamá a casa? ¿Estaría mejor? ¿Deberíamos llevarlo a una residencia?
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