Habla con Aleteia Hans Zollner, miembro de la Comisión Pontificia para la Tutela de Menores
3 de mayo de 2011. Desde el palacio del Santo Oficio, el cardenal William Levada, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe promulgaba una carta “para ayudar a las Conferencias Episcopales a preparar directrices para el tratamiento de los casos de abusos sexuales a menores por parte de miembros del clero“.
Un documento que parece como un intento de curar una enfermedad que ya desde hacía algunos años había explotado en muchas diócesis del mundo: el encubrimiento, por parte de los obispos, de los abusos sexuales cometidos por sus sacerdotes. Esconder para no crear “escándalo” y que se hable negativamente lo menos posible de la diócesis.
El documento tenía una premisa clara: “Entre las importantes responsabilidades del Obispo diocesano para asegurar el bien común de los fieles y, especialmente, la protección de los niños y de los jóvenes, está el deber de dar una respuesta adecuada a los eventuales casos de abuso sexual de menores cometidos en su Diócesis por parte del clero“.
“Esta respuesta conlleva instituir procedimientos adecuados tanto para asistir a las víctimas de tales abusos como para la formación de la comunidad eclesial en vista de la protección de los menores. En ella se deberá implementar la aplicación del derecho canónico en la materia y, al mismo tiempo, se deberán tener en cuenta las disposiciones de las leyes civiles”.
Las cinco áreas
De aquí, la Congregación había definido cinco áreas temáticas (víctimas de abuso – protección de menores – formación de los sacerdotes – acompañamiento de los sacerdotes – cooperación con las autoridades civiles) sobre las que las Conferencias Episcopales habrían debido trabajar.
Y sobre todo 9 observaciones a seguir en la redacción de los documentos por parte de cada Conferencia Episcopal. Entre ellas: privacidad y asistencia psicológica y espiritual a las víctimas; informar al clérigo del procedimiento contra él, excluyendo la vuelta al ministerio del mismo si es peligroso para los menores y si es motivo de escándalo para su comunidad, el papel fuerte del obispo tanto en la investigación como en la salvaguarda de las víctimas.
Desde entonces, ¿quiénes se han movido de manera más eficaz para tutelar a las víctimas de abusos sexuales y para prevenir el fenómeno? El teólogo Hans Zollner, miembro de la Comisión Pontificia para la Tutela de menores instituida por el Papa Francisco, y presidente del Centro para la protección de menores de la Pontificia Università Gregoriana, explica a Aleteia que en países como Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Australia e Inglaterra se ha registrado un drástico descenso de los casos de pedofilia cuyos protagonistas eran miembros del clero.
Los 301 sacerdotes de Pennsylvania
¿Cómo explicar entonces el caso de Pennsylvania? Las cosas han cambiado mucho: en los últimos 15 años, es decir, desde cuando las diócesis se dotaron de instrumentos concretos para combatir el fenómeno, los casos investigados han sido solo tres. Un número completamente distinto de los casi 300 sacerdotes acusados, registrados desde 1940 hasta principios de la década del 2000, y que son objeto de la investigación llevada a cabo por el Gran Jurado.
¿Por qué los datos de estos países son positivos? Porque las Conferencias Episcopales han adoptado políticas anti abuso claras y transparentes.
“Cada medida de prevención ha surtido efectos positivos – dice Zollner a Aleteia – hay una obligación bien clara por parte de las Conferencias Episcopales de dar indicaciones muy precisas a cada obispo, como explica el documento del 2011 de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La Congregación no ha impuesto un modelo único, sino que ha indicado cinco áreas de actuación sobre las que las Conferencias deberían realizar documentos a nivel local. Esas directrices nos dicen que es fundamental explicar bien y de manera práctica: cómo comportarse con las víctimas, con los presuntos abusadores, con todos los sacerdotes; cómo educar a la comunidad eclesial a la prevención; cómo hablar de este tema en los seminarios“.
Claridad y transparencia
Entre las medidas que han resultado ser más eficaces en los países donde ha mejorado la situación de la pedofilia entre el clero, observa Zollner, hay algunas orientadas sobre todo a la “transparencia” y a hacer de la parroquia un “lugar seguro” para los niños.
“Las víctimas deben saber con claridad a quién dirigirse cuando quieren denunciar un caso y debe quedar clara la privacidad y su tutela, una vez producida la denuncia“.
Por tanto, concluye Zollner, “es fundamental la institución de oficinas en la iglesia nacional, regional, diocesana formadas por personas competentes que sepan formar, educar, informar a quien denuncia o quiere denunciar el abuso. Así la parroquia se convierte en un lugar seguro para los menores. Y este contexto pone límites a quienes pretenden cometer abusos, resultando así una buena obra de prevención”.
En este sentido, es interesante la propuesta lanzada en Italia por el fundador de Meter onlus – la principal asociación italiana que lucha contro la pedopornografía on line – el sacerdote Fortunato Di Noto.
“Pediré formalmente a los obispos italianos que incluyan, en las próximas programaciones pastorales, una serie de encuentros formativos sobre la figura de los “diáconos para la infancia”, de servidores de los niños, e instituir “Oficinas pastorales pro infancia” para ofrecer respuesta, que no se limiten sólo al aspecto de las denuncias, sino que sean espacios y lugares de acogida, de escucha, de promoción y formación para todo el pueblo de Dios, en colaboración con realidades laicas y civiles que lo deseen”.
Pedir ayuda a laicos
Di Noto, comprometido desde hace 27 años en la lucha contra la pedofilia y los abusos a menores y personas vulnerables, declara: “No podemos dejar que nos digan que estamos como al principio. Está claro que, como en todo, se puede y se debe hacer más. Comprendemos que cuesta a causa de la burocratización y por la falta de tiempo entre las muchas tareas que afronta un obispo. Dejémonos ayudar por laicos. La formación de equipos ad hoc, motivados por el Evangelio, predispuestos por vocación al servicio de una pastoral de y para la infancia (junto a la oración, la eucaristía y los sacramentos) pueden marcar la diferencia”.