Una vida Laudato Sí, como todo en la vida, es una cuestión de compromiso. En este caso de compromiso con nosotros mismos y con los demás. De compromiso con nuestra casa común. De compromiso con Dios.
Puede parecer abrumador en un primer momento. ¿Realmente cada uno de nosotros somos responsables de dejar nuestro planeta habitable a la humanidad que nos sucederá?
Efectivamente. Tú, yo, nosotros, ellos… Cada uno puede hacer, en la medida de sus posibilidades, pequeños cambios de vida que supondrán una gran transformación en el cuidado de la tierra que habitamos, vivas en un país desarrollado o en desarrollo .
Aquellos que tenemos hijos, cuando pensamos en su futuro, queremos que sean felices. No nos planteamos que tengan que vivir una guerra o que les falte agua, alimento o aire. Pero, ¿qué le está pasando a nuestra casa? ¿qué hemos hecho con nuestro aire, con nuestros océanos, cómo hemos generado el cambio climático?
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Las decisiones erróneas durante muchos años (el consumo desmesurado de combustibles fósiles, de aerosoles, de fertilizantes; el aumento de la ganadería para alimentar a una población creciente; la ingente cantidad de residuos generados por un afán consumista y una vida rápida, de usar y tirar) nos han llevado al punto en el que estamos.
Estamos en un momento crucial donde debemos abrir los ojos para determinar nuestra actitud ante el estado de nuestro planeta y poner en marcha una ecología integral. Es hora de poner freno a un cambio climático que es indiscutible y para el que existe un acuerdo global, el Acuerdo de París, que, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, nos invita a pensar en un mundo diferente.
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Como señala el papa Francisco en su encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, “toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo”.
Una sociedad, una vida al “estilo Laudato si’” implica pues un cambio de paradigma desde la política hasta las personas. Implica que la política deje de estar al servicio de intereses exclusivamente económicos. Una política impregnada de humanidad, de conciencia, de sensatez, de misericordia, de humildad, de respeto a los demás y de cuidado de nuestra casa común.
La defensa de nuestro planeta es la defensa del ser humano, de la seguridad alimentaria, de la biodiversidad.
- Significa garantizar la disponibilidad de agua en cantidad y calidad suficientes.
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- Implica poner en valor a los agricultores, tan olvidados y tan importantes, garantes de nuestra seguridad alimentaria.
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