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Burn out maternal: cuando las madres están agotadas

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Marzena Wilkanowicz-Devoud - publicado el 13/04/18
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Ahogadas por la fatiga tanto física como mental, muchas madres se ven afectadas por el burn-out maternal. Axelle Trillard, antigua periodista y coach familiar habló con Aleteia con motivo de la publicación de su último libro sobre las virtudes que ayudan a combatir este burn-out maternal

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Amas de casa o trabajadoras fuera del hogar, madres de uno o de varios hijos, todas las madres de hoy en día deben hacer malabares con empleos sobrecargados y con las múltiples responsabilidades de la vida.

Vestir a los niños, preparar las comidas, ayudar con los deberes escolares, dar cariño, poner lavadoras… y todo mientras se continúa con una actividad profesional.

Esta situación puede convertirse rápidamente en una algo imposible.

Bajo presión, ellas aprietan los dientes. Un poco, mucho, demasiado… Hasta que un día se rompen. Cuando llega ese momento, pueden hundirse en un agotamiento que a veces llega a ser dramático.

Las confidencias de madres de familia al borde de la ruptura, como las de Eléonore y Nathalie, fueron las que motivaron a Axelle Trillard a escribir su libro Au secours, je me noie ! [¡Socorro, me ahogo!].

Antigua periodista, licenciada en Filosofía y Psicología, coach y fundadora de la estructura “Ailes de Maman”, desentraña los signos que presagian el burn-out maternal. Madre de seis hijos, Axelle Trillard acompaña en la actualidad a muchas mujeres en su ser-madre para vivir una maternidad armoniosa, tranquila y cada vez más plena.

¿Qué es el burn-out maternal?

Médicamente, el burn-out no existe en el sentido de que todavía no ha sido reconocido como enfermedad. Sin duda, algún día sí lo será. Es una condición muy grave pero, por fortuna, rara. En cambio, los signos que presagian el burn-out son mucho más frecuentes.

El signo más importante es la fatiga de las madres. Es un largo proceso de agotamiento… y el burn-out en sí es el fin de ese proceso. Para llegar a ese estado hay tres etapas.

En primer lugar, la mujer empuja su cuerpo más allá de sus límites, empieza a tirar de sus reservas.

Una vez agotadas esas reservas, se pone en modo robot y se aleja emocionalmente de una vida cotidiana que se ha vuelto peligrosamente repetitiva.

Durante los acompañamientos que yo efectúo, las madres me dicen que ya no tienen emociones ni placeres. ¡Lo único a lo que se aferran es a seguir adelante!

La tercera y última etapa es el colapso. No queda más combustible. La mujer ya no puede levantarse. Ya no puede cumplir su papel de madre. Es una catástrofe para todos: para los hijos que ya no tienen madre, para el marido que ya no tiene mujer… y para la propia mujer que se derrumba. El agotamiento es tal que incluso puede conducir a riesgos de abuso y violencia, ya sea hacia una misma o hacia los hijos.

¿Hasta dónde puede llegar el burn-out maternal?

El suicidio es extremadamente raro, pero no tanto las ideas suicidas. Recuerdo a una madre de tres hijos con quien me reuní hace dos semanas. Está al borde de la ruptura porque tiene la impresión de estar sola en el mundo.

En el pasado, la sociedad estaba organizada de manera diferente, alrededor de comunidades parroquiales, de familias más grandes y multigeneracionales. Hoy, estamos en una civilización de individualismo y soledad.

El burn-out está ligado a nuestra sociedad, que está desconectada de muchas realidades. Es muy duro para las madres jóvenes que de repente descubren la brutalidad de la realidad.

¿El burn-out es un mal de nuestra época?

Sí, eso pienso. Estamos en un mundo de realización personal. Es difícil conciliar este ideal con la maternidad, que es un desarrollo maravilloso pero que pasa por una especie de muda, la transformación de una mujer que se convierte en madre.

Usted lamenta la falta de relación madre-hija…

Por mis acompañamientos constato que muchas mujeres lamentan no tener a sus madres junto a ellas. Están trabajando o aprovechando su jubilación para iniciar una segunda vida, la del ocio y los viajes…

A menudo, los abuelos de hoy en día cuidan menos de los niños pequeños que antes. Están ausentes en algunos casos.


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Usted dice que el burn-out maternal es una historia de “demasiados”. ¿Por qué?

El mundo de hoy es extraordinario. Ofrece inmensas posibilidades. Pero no siempre se adaptan a nuestras necesidades. Estamos demasiado solicitados, invadidos por demasiados consejos, demasiadas opciones educativas.

Reclamamos demasiada independencia, tenemos demasiado trabajo o demasiada soledad. No somos máquinas.

Lo que trato de explicar a muchas mujeres es que no son las malas madres que ellas creen ser. Es simplemente su manera de ser madre lo que está mal. Hay demasiados “demasiados”.

Usted menciona en su libro un mundo sin Dios, carente de todo vínculo espiritual…

Creo que el burn-out maternal está ligado a la falta de espiritualidad. Se ha querido llenar un vacío con la profusión de bienes materiales.

Herbert J. Freudenberger, un gran psicoterapeuta estadounidense, definió el burn-out de la mujer en 1971 como “la enfermedad del alma en duelo por su ideal”.

La mujer hace de la maternidad un ideal. Se entrega por completo. Quiere alcanzar la perfección. Quiere darlo todo sin escatimar esfuerzos, a menudo se cree “todopoderosa”.

Solo Dios está a ese nivel. ¿Quizás la mujer en su sala de maternidad se siente un poco como Dios?

¿Qué respuesta ofrece a quienes quieren ser perfectas?

– Hay que aceptar los límites. Quien quiere darlo todo, antes debe saber recibir. Debe aceptar entrar en un intercambio. Quien quiere sacrificarse a cualquier precio, antes debe comprender que su hijo ni es Dios ni un ser absoluto.

 Usted presenta en su libro un auténtico método anti burn-out, a través de cinco virtudes: osadía, precisión, determinación, autenticidad y valentía. ¿Por qué? 

La osadía es para pensar primero en sí misma. La madre se agota porque durante demasiado tiempo y con demasiada intensidad se olvida de sí misma. Primero debe revitalizarse.  ¡Hace falta osadía para no sucumbir a la tentación de la omnipotencia!  Es necesaria para descansar y aceptar el “no hacer nada”.

Una madre debe retomar el contacto consigo misma, concederse un cuarto de hora, media hora, pequeñas pausas a lo largo de la jornada. Contemplar la naturaleza, darse un baño, tomar un café en una terraza, leer… Es la osadía de preservar su espacio personal. Recibir primero, dar después.



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La segunda virtud, según mi planteamiento, es la precisión, la exactitud relacional con los hijos. Hay que saber crear una relación correcta, ni demasiado cerca ni demasiado lejos.

Me encanta una frase de Boris Cyrulnik: “Si se quiere malcriar a un hijo, hay que abandonarlo o colmarlo de atenciones”. La madre debe encontrar el lugar correcto para cada relación.

El niño no puede ser el centro de la constelación familiar. El centro es la pareja. Los niños van alrededor. Es importante que los padres retomen su lugar de adultos y que devuelvan al niño a su lugar de niño.

 ¿Y en qué deberían tener determinación las madres?

Deben afirmar aquello que es bueno para ellas. Demasiadas mujeres sufren en su trabajo o en su vida doméstica. Se desgastan, tanto en el trabajo profesional como en el trabajo en casa.


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Es importante recordar que el trabajo tiene sus virtudes. Según Voltaire, “el trabajo aleja de nosotros tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la necesidad”. Los monjes cristianos hacen del trabajo el centro de sus vidas: “Ora et labora”, en latín; reza y trabaja.

Cada madre debe tomar las decisiones buenas para ella  y ceñirse a ellas con determinación, sin las influencias de las modas.

¡Sus elecciones y renuncias deben encaminarse a la felicidad! No hay maternidad feliz sin hacer renuncias. Tomar las decisiones correctas es el secreto del éxito para mantener un buen equilibrio en la vida.

 También habla de autenticidad… ¿De qué forma es un remedio contra el burn-out?

Ser auténtica es mostrar tus límites. Es aceptar decir a tu cónyuge: “Voy a necesitar que me ayudes”. La madre no tiene que intentar controlarlo todo. La independencia es un valor fundamental de nuestra sociedad.

La autonomía se ha convertido en la condición de la salvación de la mujer. La dependencia tiene mala reputación. Como consecuencia, la mujer se ve obligada a guardar silencio sobre su necesidad básica de intimidad y pertenencia.

Y sin embargo, vive con cierta vulnerabilidad física. Esto le recuerda la realidad permanentemente: cansancio, fragilidad, menstruación, parto, carencias de magnesio y hierro, agotamiento nervioso…

La madre aprieta los dientes con demasiada frecuencia. El secreto es la ayuda y la cooperación en pareja.

« Au secours, je me noie ! », Comprendre et éviter le burn out maternel, Axelle Trillard, Editions du Rocher, avril 2018 

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