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María Magdalena entre el cine, la ficción, la fe y la historia

Maria Magdalena

Miguel Pastorino - publicado el 17/03/18

La mujer que retrata el reciente estreno de cine no tiene nada que ver con la original de los evangelios, sino con la versión "new age" del personaje

La nueva película sobre María Magdalena (2018), protagonizada por Rooney Mara (Magdalena) y Joaquin Phoenix (Jesús) y dirigida por Garth Davis, ha despertado nuevamente las preguntas sobre la verdad histórica detrás de los relatos: ¿Quién fue realmente María Magdalena?

La sinopsis oficial la describe como “el retrato más humano y real de una de las figuras espirituales más enigmáticas e incomprendidas de la Historia. La película bíblica cuenta desde un punto de vista biográfico la historia de María Magdalena, una joven mujer que busca dar un nuevo sentido a su vida. A pesar de las jerarquías y reglas impuestas por su época, María Magdalena se atreve a desafiar a su familia y unirse a un nuevo movimiento social liderado por Jesús de Nazaret, y no tarda en encontrar su sitio en este nuevo camino que les llevará hasta Jerusalén”.

¿Hay alguna novedad?

Aunque la película es bastante monótona y circular, con muy poco contenido, tiene el aspecto positivo de contar la historia desde el lado de una mujer, desde la perspectiva de la más relevante discípula de Jesús, creando una ficción que trata de descubrir las búsquedas existenciales de una mujer judía del siglo I, que se va haciendo libre de muchos condicionamientos socioculturales de su tiempo. Pero es bastante predecible el tipo de argumentos feministas que aparecen en abierta crítica a las tradiciones judías del tiempo de Jesús, como si María Magdalena hubiera leído a Simone de Beauvoir y lo tradujera anacrónicamente al siglo I. 

Muchos periodistas y la propia actriz Rooney Mara se manifiestan sorprendidos con descubrir que María Magdalena no haya sido una prostituta como se ha creído durante siglos y creen que fue una calumnia inventada por la Iglesia, al igual que la teoría conspirativa de Dan Brown en su novela “El Código Da Vinci”.  Lo cual muestra el desconocimiento general que existe respecto de la historia del cristianismo y de los Evangelios. 

Al final de la película, se afirma expresamente que está basada en los Evangelios y que históricamente María Magdalena no fue una prostituta, sino que eso se debió a un invento de un Papa en el año 591 y que recién en el 2016 el Papa Francisco la declaró “Apóstol de los Apóstoles”. Sin embargo, este dato fuera de la ficción, que también repiten a los medios de  prensa, no es del todo cierto y deja lugar a confusiones.

La verdad histórica

En los cuatro evangelios hay doce referencias a ella, la mayor parte cercanas a la pasión y muerte de Jesús, y el evangelista Lucas (8,2) afirma que Jesús la liberó “de siete demonios”. Siempre se la destacó por ser la primer testigo de la Resurrección de Jesús. Pero no puede afirmarse que haya sido prostituta como se cree comúnmente.


María Magdalena

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Siendo la primera en contemplar a Jesús resucitado, fue enviada por él a anunciar a los apóstoles la buena noticia. Puesto que “apóstol” significa “enviado”, entendemos la razón de que tanto los padres de la Iglesia como Juan Pablo II la nombrasen con el apelativo de “apóstol de los apóstoles”. No es un título que se le dio recién en el 2016, sino que lo tuvo siempre. 

Es cierto que una homilía de Pascua el Papa Gregorio Magno, en el año 591, confundió a la pecadora arrepentida (Lc. 7), con María de Betania y con María Magdalena, como si fueran la misma mujer. A partir de esto creció en la tradición cristiana la creencia de que había sido una prostituta. Pero eso está muy lejos de haber sido una calumnia, ya que nunca dejó de ser reconocida como apóstol de los apóstoles y como una santa destacada en la vida de la Iglesia, a la cual se le han dedicado muchos templos a lo largo de toda la historia.

Cuando Gregorio Magno en plena Edad Media tomó a esta mujer como modelo de santa, al confundirla con una prostituta que se vuelve discípula de Jesús y apóstol de los apóstoles, no la intenta denigrar, sino ensalzarla como modelo de conversión, de santidad y de que todos son llamados, como ella, a seguir a Jesús. Nunca dejó de ser un modelo para los creyentes, siempre tuvo un lugar de honor en la tradición cristiana. La imagen de una pecadora arrepentida que se vuelve discípula de Jesús fue un signo de que nadie está excluido del amor de Dios y de ser un apóstol de Jesucristo.

¿Desde cuándo sabemos que no fue una prostituta?

Los estudios bíblicos del siglo XX lo pusieron en evidencia y en 1969 el papa Pablo VI retiró del calendario litúrgico el apelativo de “penitente” que se le adjudicaba tradicionalmente a María y comenzaron a utilizarse en su día los textos que se refieren estrictamente a ella en los evangelios.




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Juan Pablo II en su carta Mulieris Dignitatem (1988) se refirió a ella como la “apóstol de los apóstoles”, título que ya usaban los padres de la Iglesia en los primeros siglos y la describió como una de esas “mujeres que demostraron ser más fuertes que los apóstoles” en el momento de la crucifixión.

En junio de 2016, la Santa Sede ha elevado por decreto la memoria de santa María Magdalena a grado de fiesta en el Calendario Romano General.

A pesar de que esta información es pública y ampliamente difundida dentro de la Iglesia, el prejuicio anticatólico alimentado por algunas novelas pseudohistóricas, de que hubo una conspiración contra María Magdalena, permanece como algo que se da por auténtico. Aparecen así declaraciones del director de la película diciendo que “fue trágico que se ocultara la verdad sobre María Magdalena” y afirma: “sentí que su historia tenía que ser contada”, como si sacara a una víctima calumniada de la oscuridad. Lo cierto es que eso ya lo hizo la Iglesia hace casi 50 años. Al leer declaraciones de los actores y del director, se constata una gran ingenuidad sobre el tema.

Un viejo prejuicio

Durante toda la película se presentan los celos del apóstol Pedro porque Jesús prefiere a Magdalena para sus actos más importantes –impone manos, sentada a la derecha en la última cena, etc- y al final cuando Jesús resucita, María se vuelve la única que lo comprende mientras que los apóstoles, especialmente Pedro, se muestran como incapaces de comprender el mensaje espiritual de Jesús. Y es que solo Magdalena es capaz de comprender y comunicar el mensaje evangélico.

Al final se separan los caminos, Pedro se queda con su Iglesia “dogmática” y María sale a buscar a las mujeres para llevarles el mensaje “auténtico” de Jesús. Implícitamente se muestran la “iglesia espiritual” de los que siguen “los valores” igualitarios de Jesús y la “iglesia de los apóstoles” como la de mente estrecha.

Esta idea de Maria Magdalena con un mensaje espiritual, de una religión interior opuesta a la institución, viene del gnosticismo antiguo y es reeditada por novelas contemporáneas. Claramente sintoniza con viejos prejuicios alimentados por el ambiente New Age, donde se sospecha siempre de la Iglesia y ahora Magdalena sería la portadora del auténtico mensaje de Jesús, frente a la Iglesia machista y ritualista.

En la película, cuando bautizan usan también una fórmula de tinte gnóstico: “Te bautizo en la luz”, y no hace mención a los contenidos de la fe cristiana, sino a un conjunto de vagos valores humanistas de los cuales Jesús y Magdalena son portavoces.

Contrariamente a lo que se dice sobre la película, no está basada en los evangelios, sino que es una ficción que predica los prejuicios más difundidos contra el catolicismo. Si bien no son explícitas las críticas, la oposición entre espiritualidad interior y religiosidad externa es constante. El mismo Jesús le dice a Magdalena: “Cuando el Bautista me ungió no hubo santos oleos ni ceremonia”, ¿es eso una ironía contra la liturgia bautismal?

Me hubiera gustado encontrar en la película, incluso ayudado por la ficción, a la María Magdalena de los Evangelios, una mujer libre y fuerte, entregada a su misión sin miedo y con el coraje de una fe que le transformó la vida y que la hizo salir del lugar secundario que tenían las mujeres en ese tiempo. Es una pena que se caiga en lugares comunes y que a través del cine se fortalezcan prejuicios que nada tienen que ver con la historia ni con la fe cristiana.  




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