¡Pero qué guapos son papá y mamá!
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Dicen en los centros de óptica que todo se volvió fácil cuando apareció Harry Potter con sus gafas redondas y grandes. Los niños que hasta entonces se mostraban reticentes a utilizarlas o que vivían acomplejados porque algún compañero se burlaba de ellos, ya podían presumir de héroe.
Cierto que antes, con los grandes del cómic, ya teníamos a Superman. Pero cuando llevaba gafas era en su fase de humano/reportero-con-cara-de-oficinista, mientras que cuando se ponía el disfraz de superhéroe parece ser que la vista se le corregía sola. Así que no nos valía como ejemplo de gafas glamurosas.
Los galanes de Hollywood (George Clooney, Tom Cruise…) no han hecho mucho en favor de los oculistas. Prefieren aparecer sin montura y cierran un poco los ojos cuando están a la vista de los paparazzi o en la alfombra roja. Esa mirada no es aire de misterio ni de rompecorazones, señores, ¡es que son miopes!
El Principito, en cambio, nos daba a todos -miopes, hipermétropes y astigmáticos- mucha paz cada vez que leíamos aquello de que “solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. Papá y mamá, mientras tanto, iban buscando sobre el mostrador de la óptica un par de gafas de colores, resistentes, que se ajustaran bien y no cayeran al primer brinco.
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Tarea de pediatra
Bromas aparte, la verdad es que es importantísimo que entre los 0 y 3 años los bebés cuenten con revisiones periódicas de la visión por parte del pediatra. A los 3 años es el momento idóneo para que un oftalmólogo les haga una visita más a fondo. De esta manera se puede poner solución inmediata a posibles deficiencias.
Cuando un bebé necesita gafas y por primera vez se le colocan, vean ustedes mismos lo que puede suceder. La criatura del vídeo se llama Christian y no parece que vaya a gustarle mucho llevar gafas hasta que “algo” ocurre. (¡Parece que ver con claridad la cara de tu papá y de tu mamá es de lo más excitante!).