Una encuesta a 7000 mujeres revela que la presencia del marido es más estresante que la de los niños – habría que ver qué piensan ellos
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Son las ocho de la tarde. Has tenido un día intenso, el típico día de una familia de hoy en día: llevar a los niños al cole, trabajo, compra, recados, recoger a los niños, llevarles a actividades extraescolares… Al llegar a casa, tocan los baños y la cena. Y él entra por la puerta dispuesto a remangarse la camisa para hacer una cosa o la otra.
No le has dicho hola porque, en ese momento estás intentando acabar con la rabieta de un niño cansado. “¿Puedes decirle algo?”, le pides casi gritando. Y él coge al niño y comienza a jugar con él. Vas al baño a terminar de lavar el pelo a la mayor. Después, a quitar piojos, secar el pelo y poner pijamas. Cuando terminas, ya son las ocho y media. Y él sigue jugando. Eso sí, el niño ya está con su pijama y contento.
Pero toca la cena. ¿Quién la hace? “Yo como siempre”, terminas pensando. Y estallas, porque falta por preparar la ropa de mañana y las mochilas, recoger los cuartos, poner la mesa…
La etapa vital en la que una pareja está criando de sus hijos es tal vez la más exigente de sus vidas. Genera mucho estrés, tanto en hombres como en mujeres. Pero curiosamente, lo que parece generar más estrés no son los pequeños…
Muchas mujeres manifiestan que le estresan más sus maridos que los hijos que tienen en común. Así lo afirma un estudio publicado por Today tras haber encuestado a más de 7.000 madres en Estados Unidos. El 46% de ellas ha confesado que son sus maridos quienes les provocan más estrés que los niños.
Además, las madres consideran que son ellas las que, en el entorno familiar, viven más estresadas. ¿Por qué?
Son varias las razones que pueden estar detrás de esta situación:
- Las mujeres están en todo. Asumen la mayor parte de la carga familiar.
- A ellos les falta iniciativa a la hora de asumir las tareas del hogar.
- Muchas veces a ellas les cuesta delegar por perfeccionismo o por querer hacer las cosas a su manera.
- Ellos “ayudan” en lugar de implicarse al 100 por 100.
- Para ellas nunca es suficiente lo que hace su pareja.
- Cuando están solas se organizan y gestionan la situación en casa como buenamente pueden. Pero cuando llegan ellos, ellas quieren que los dos juntos tiren del carro en un momento en que casi ya no les quedan fuerzas.
- Pero cuando ellos están en casa, tienen la impresión de que les generan más trabajo que sus hijos. Desordenan, se olvidan de hacer algún recado, lo que hacen no lo hacen bien y hay que volver a empezar.
- A veces ven en ellos actitudes demasiado infantiles. Juegan con los niños mientras ellas están haciendo la cena o recogiendo la cocina.
- Están cansadas. Tantas ocupaciones les impiden tener tiempo libre y no logran descansar o desconectar lo suficiente.
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¿Y qué piensan ellos?
A ellos tampoco les gusta la situación. El mismo estudio muestra también la otra cara de la moneda: la mayoría de los padres se sienten ofendidos ante el papel de segundón que se les ha asignado.
No se sienten reconocidos por sus mujeres y creen que para ellas su esfuerzo nunca será suficiente.
Se quejan también de este perfeccionismo de las madres a las que en muchas ocasiones les cuesta delegar.
Muchas veces no saben cómo actuar.
Hacer equipo
En las últimas décadas se han vivido grandes transformaciones en el seno de la pareja: De generaciones y generaciones en las que ambos, hombre y mujer, tenían roles definidos y separados, se ha pasado a un modelo en el que el objetivo es la compenetración: Las labores del hogar y la crianza de los hijos son compartidas.
Por tanto, que haya más tensiones es signo en realidad de algo positivo: La pareja tiene más espacios de compenetración y colaboración que antes, son – o quieren ser – más equipo. Esta mayor interrelación en la pareja comporta un aumento del estrés (sobre todo en la mujer, que inconscientemente sienten que “invaden” su espacio), que es importante saber aprender a gestionar. Y para ello, la relación de pareja debe ocupar el primer lugar en las preocupaciones de ambos.
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Cuidar el amor y la convivencia familia requiere realizar un esfuerzo diario en el que los dos se impliquen en buscar lo mejor para el otro. Como decía Aristóteles, “amar es querer lo mejor del otro en cuanto al otro”. Necesitamos sentirnos queridos, no utilizados.
Según los expertos, este esfuerzo debe concretarse en las siguientes acciones:
- Mucha comunicación: Con buena voluntad se resuelven los problemas.
- Quiten de su vocabulario cuatro palabras que les hacen estar a la defensiva: Todo, nada, nunca y siempre. Se acabó eso de “Siempre me toca a mí hacerlo todo”; “Para ti nada es suficiente”.
- Apliquen estas técnicas:
- Hacer silencio, interior para no juzgarle, y exterior para poder escucharle.
- Mirarse a los ojos, lo comunican todo, lo más profundo de su alma
- Reverbalizar lo que el otros ha querido decir para demostrarle que estás atento a sus preocupaciones.
- Hacer equipo y un reparto efectivo de las tareas. Los padres están cada día más implicados y dispuestos a realizar las tareas que sean necesarias por el bien de su familia.
- Deja hacer al otro. Di adiós al perfeccionismo y déjale que haga las cosas a su manera.
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- Pide ayuda. No intentes asumir todas las tareas. No es tu deber. Las mujeres somos demasiado exigentes con nosotras mismas. Pide ayuda y déjate ayudar. No eres superwoman.
- Tiempo para los dos:
- 10 minutos al día
- 1 hora a la semana
- 1 día al mes
- 1 fin de semana al año.
- Acéptale tal y como es. No esperes cambiarlo ni pongas el listón demasiado alto. Las expectativas pueden hacer mucho daño a la pareja. Acepta al otro y valora su esfuerzo por mejorar su relación.
- Esfuérzate tú también en ser la mejor versión de ti misma y en manejar tus emociones y pensamientos.
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