Siempre de acá para allá. El trabajo, la familia, los planes con amigos, el deporte… ¿Y un tiempo para saborear la vida? ¿Tienes esta necesidad?Uno de los problemas que se plantean permanentemente en la vida de muchas personas es el equilibrio entre la vida laboral, la vida familiar y el tiempo personal. Pero en la mayoría de los casos la raíz del asunto está en la incapacidad para priorizar lo realmente importante, especialmente el cuidado de la propia vida.
Y es que cuando algo es realmente importante para nosotros, encontramos tiempo para ello. ¿Cuánto tiempo nos dedicamos?
Normalmente lo importante suele postergarse por las urgencias, y así se resiente la salud y nuestras relaciones con los demás.
De hecho es la familia quien suele pagar el alto precio del desgaste de sus integrantes. ¿No sería necesario parar de vez en cuando? ¿No será que hemos olvidado la importancia de hacer pausas en la vida cotidiana? ¿Habremos olvidado el arte de detenernos?
Podemos creer que rendimos bien en nuestro trabajo y que logramos nuestros objetivos, pero en el camino nos vamos olvidando de cuidar la vida que sostiene todo lo demás.
¿Cómo cuidarnos mejor y no caer en un desenfrenado activismo?
La recomendación desde los antiguos filósofos, hasta los expertos en medicina laboral, es aprender a hacer pausas en el día a día. Es una antigua y sabia costumbre hacer una pausa en medio de cualquier actividad y tiene sus grandes beneficios.
Filón de Alejandría (siglo I d.C.), entendió el descanso como una actividad sin esfuerzo, como un hacer creador en un estado de calma. Para el filósofo judío solo el hombre irracional está agitado, mientras que el sabio sabe descansar para entrar en contacto con su propia creatividad.
El arte de detenerse
La palabra pausa en su origen griego (anapausis) remite a “reposo”, “interrupción”, “descanso”. En la antigüedad se entendía la pausa como un hacer creador, como una interrupción sanadora.
Específicamente es interrumpir lo que se está haciendo para hacer algo totalmente diferente.
Si bien hay muchos ejercicios que pueden realizarse para descansar psicológica y físicamente, la pausa siempre debe incluir lo opuesto de lo que se hace en el trabajo.
Si hemos estado sentados frente a una computadora, la pausa no puede ser un video juego, sino ponerse en movimiento. Si hemos estado hablando mucho, la pausa debe ser el silencio. Si hemos estado leyendo mucho, la pausa no es leer otra cosa, sino hacer algo distinto.
Los que trabajan con un gran desgaste físico, su pausa es la quietud. Quienes están trabajando solos, su pausa tal vez requiera el contacto con otros y si es al revés, que se trabaja con mucha gente, la pausa será de un rato de soledad reparadora.
En muchos trabajos quienes no respetan las pausas, son quienes aumentan los riesgos de accidentes, además de volverse menos eficientes en su tarea y con más descuidos.
Muchas empresas empezaron a incorporar tiempos de meditación o de relajación, debido al estrés que sufren muchas personas durante todo el día.
Sin lugar a dudas que el contacto con la naturaleza, con sus sonidos y armonía es un excelente remedio para interrumpir nuestra vida saturada de tecnología, por eso a la hora de elegir las pausas largas (vacaciones o un fin de semana), es importante no ir a un lugar similar al que vivimos siempre, porque seguiremos sobre-estimulados.
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Consejos de Medicina Laboral
Los estudios sobre el ritmo de trabajo y las pausas muestran que la mayor eficiencia laboral depende de las pausas regulares de diez o quince minutos, cada dos horas.
Si seguimos de largo y “aprovechamos” las pausas para hacer cosas pendientes, nuestro organismo se resiente.
La ingenua idea de que se puede rendir más aprovechando lo que podría ser una pausa, hace que el rendimiento general decaiga y disminuyan así la concentración y la creatividad.
Quienes no descansan tienen más descuidos, olvidos y un mayor desgaste, haciéndolos menos eficientes a largo plazo.
Aprovechar los “tiempos de espera”
El arte de detenerse, de saber esperar, se debe aprender. La virtud de la paciencia hoy no parece estar de moda y algunos lo ven como algo negativo.
¿Cuántas veces nos sucede que se nos imponen tiempos de espera que nos vuelven más ansiosos y no sabemos qué hacer en esos minutos?
Estas pausas casuales, no planificadas, no buscadas, que nos obligan a detenernos, son una oportunidad para enfocarnos en el presente y aprovechar esos minutos como una ocasión para el propio bienestar.
Al esperar en una fila, en un semáforo, esperando un trámite en un Banco, o donde sea, podemos aprovechar ese tiempo para detenernos interiormente, para hacer una respiración más lenta, para meditar o rezar.
Aprender a esperar enfocándose en el presente, hace la diferencia en la calidad del tiempo vivido.
En las pausas durante el trabajo, por ejemplo para comer, es importante cambiar de lugar para que sea una verdadera pausa. Y si almorzamos con compañeros de trabajo, es importante no hablar de asuntos laborales, para que sea realmente “algo diferente”.
Recuperar el centro
El vivir corriendo de actividad en actividad suele ser una forma de evitarnos a nosotros mismos, de perder el contacto con nuestro interior y no prestar atención realmente a lo que sucede a mi alrededor y en mí mismo.
Ejercitar la atención sobre uno mismo, sobre el propio cuerpo y los pensamientos, sobre los propios sentimientos, nos permite recuperar el camino hacia nuestro interior y nos ayuda a permanecer centrados, más disponibles ante los demás y con una mayor capacidad de escucha.