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Mira cómo y por qué confiar cuando la vida se vuelve difícil

Żałoba. Jakich słów pocieszenia unikać

Blasius Erlinger/Getty Images

Kathleen Hattrup - publicado el 11/01/18

Santo Tomás Moro explicó a su hija por qué ni siquiera el inminente sacrificio hacía flaquear su confianza.

Dios, ¿por qué sucede esto?

Esta queja de cinco palabras es una plegaria que todos hemos sentido la necesidad de decir en algún momento.

Normalmente, la vida no resulta ser lo que pensamos que sería. ¿Y qué podemos hacer en los momentos difíciles? Tener confianza. Solo confianza.

Santo Tomás Moro nos ofrece un ejemplo extraordinario de cómo y por qué confiar en las dificultades.

Moro se enemistó con el rey Enrique VIII porque se opuso al divorcio del rey y Catalina de Aragón y a la posterior relación con Ana Bolena. Fue decapitado el 6 de julio de 1535, por orden del rey. Poco antes de su sacrificio, mientras se encontraba en prisión, escribió una carta a su hija Margarita:

Aunque estoy convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes de prestar juramento en contra de mi conciencia; hasta ahora, ha inspirado al mismo rey la suficiente benignidad para que no pasara de privarme de la libertad (y, por cierto, que con esto solo su majestad me ha hecho un favor más grande, por el provecho espiritual que de ello espero sacar para mi alma, que con todos aquellos honores y bienes de que antes me había colmado). Por esto, espero confiadamente que la misma gracia divina continuará favoreciéndome.

Una lectura detallada de la carta revela el motivo por el que santo Tomás confía en Dios:

— Sabe que la misericordia y la bondad de Dios son inquebrantables, independientemente de nuestro comportamiento o nuestras elecciones.

— Ha contemplado la forma en la que Dios ha sido leal en el pasado y se mantiene siempre fiel en sus promesas (este también es uno de los temas de contemplación preferidos del papa Francisco).

— Observa cómo Dios ha encontrado la forma de sacar lo bueno incluso del encarcelamiento.

Moro continúa la carta de la siguiente forma:

Esta mi paciencia, unida a los méritos de la dolorosísima pasión del Señor (infinitamente superior en todos los aspectos a todo lo que yo pueda sufrir), mitigará la pena que tenga que sufrir en el purgatorio y, gracias a su divina bondad, me conseguirá más tarde un aumento premio en el cielo.

No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la bondad de Dios, por más débil y frágil que me sienta. Más aún, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordaré de san Pedro, cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe viento, y haré lo que él hizo. Gritaré a Cristo: Señor, sálvame. Espero que entonces él, tendiéndome la mano, me sujetará y no dejará que me hunda.

Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía. Por esto, me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que su bondad clementísima guardará fielmente mi alma y hará que sea su misericordia, más que su justicia, lo que se ponga en mí de relieve.

Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.


STRACH

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