Encontramos un rasgo común con el catolicismo: la acción de Dios nunca va a anular la libertad del hombreDentro de la teología musulmana, maktub remite a aquello que ya “está escrito”. Una sucesión de acontecimientos que forjan la vida del hombre. Sin embargo, a diferencia de las creencias fatalistas sobre la predestinación que el Corán condena, lo que sucede ha sido dispuesto por la Providencia divina para obrar “en ayuda, en socorro” de ser humano. Por tanto, también para el musulmán existe un espacio claro entre la justicia de Dios (Su voluntad) y el valor de los actos humanos (nuestra libertad).
1 Maktub y predestinación no son lo mismo ¡Cuántas veces reconocemos la acción providente de Dios en nuestra vida si todo se presenta favorable! Y ¡cuántas otras nos descubrimos preguntándonos donde está Dios ante el dolor o la injusticia! Sólo en la experiencia del sufrimiento es donde la fe del creyente se prueba. En primer lugar, descubriendo el valor de una libertad que Dios siempre respeta. Y después, aceptando que en medio de circunstancias dolorosas también obra la Providencia de Dios. Y lo hace misteriosamente: escapando a nuestra capacidad de entenderlo de modo racional. Ahí se encuentra la diferencia entre Providencia y destino (“fatum”).
Al-maktub, entendido como “destino” está mucho más cercano a la noción de fatalismo o “fatum” de la cultura greco-romana que permaneció por siglos arraigada en la arabia preislámica. Así, la esperanza y las acciones del hombre por modificar su existencia quedarían sometidas a un futuro inevitable, con rasgos teñidos de pesimismo.
2 Maktub subraya la omnipotencia de Dios. En este sentido, es ese “destino” que para el musulmán estaría muy relacionado con el llamado “decreto divino de la predestinación” (Qadar), Su voluntad, Su justicia. Según el Corán, antes de ser creado, todo está “escrito”: “No ocurre ninguna desgracia, ni a la tierra ni a vosotros mismos, que no esté en una Escritura antes de que la ocasionemos. Es cosa fácil para Dios” (Qur. 57, 22). Esta “escritura” que se menciona alude claramente a la historia que Dios ya “ha inscrito” en el corazón de cada ser humano (Qur. 58, 21-22). De este modo, nada ocurre sin su consentimiento: “todo viene de Dios” (Qur. 9, 51), “Él es nuestro dueño” y “sólo podrá ocurrirnos lo que Dios nos haya predestinado” (Qur. 4, 78).
Esta aceptación de que todos los hechos posibles en la historia del hombre provienen de la voluntad de Dios (omnipotente) debe distinguirse cuidadosamente de ese paganismo preislámico, del fatalismo (“acción fatal del tiempo”) que pudo impregnarlo culturalmente. Un destino que maneja nuestras vidas y del que no se puede escapar. Este “fatum” impersonal que determinaría la vida del hombre, anulando su libertad y su esperanza, es una doctrina claramente condenada en el texto coránico (Qur. 45, 24). En este sentido encontramos un rasgo común con el catolicismo: la acción de Dios nunca va a anular la libertad del hombre. Tampoco la responsabilidad ante sus actos.
3 Maktub no anula la libertad del hombre. En el Corán aparecen pasajes que subrayan este principio, partiendo de la base de que Dios no hace mal: “esto es lo que vuestras obras han merecido, que Dios no es injusto con sus siervos” (Qur. 3, 182). El bien que te alcanza procede de Dios. El mal que te aflige proviene de ti (Qur. 4, 49). Por tanto, el hombre es libre para ser creyente o no (Qur. 10, 40-45), parea recibir o no la misericordia de Dios (Qur. 17, 84). Y es él quien debe apostar, arriesgarse a creer o negarse a hacerlo.
Como hemos visto, a pesar de que Maktub se ha extendido popularmente como sinónimo de destino casi “mágico”, en realidad es un concepto teológico que tiene mucho más que ver con la Providencia que con cierto fatalismo que sobrevuela siempre la fe popular. Una actitud que también podemos reconocer en otros contextos no musulmanes. Aceptar el valor hermoso y completo de la libertad, elegir y arriesgarse afectan profundamente la humanidad del hombre. Este es el valor del acto de fe: descubrir en todo la presencia de Dios en medio de nuestra vida.