La asombrosa historia tras la imagen y sobre cómo algunos artistas han intentado eliminar las cicatrices sin éxito
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¿Han visto alguna vez la imagen de la Virgen Negra, conocida como Nuestra Señora de Czestochowa? Actualmente se encuentra en el monasterio de Jasna Gora.
Cuando el papa Juan Pablo II visitó el monasterio en 1979, durante su homilía dijo: “Soy un hombre de gran confianza. He aprendido a serlo aquí. Amén”.
El rasgo más notable de la imagen son dos cicatrices que permanecen en la mejilla de la Virgen María, así como una tercera en su garganta.
Lo realmente fascinante es saber cómo aparecieron estas cicatrices y por qué no se han eliminado nunca.
El cuadro, pintado originalmente por san Lucas según la tradición, con el tiempo pasó a estar en posesión del duque Vladislao de Opole en el siglo XIV.
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Su castillo en Belz fue asediado por el ejército tártaro y, durante la batalla, una flecha extraviada alcanzó el cuadro a la altura de la garganta de la Virgen María. Al temer el robo de la imagen, Vladislao huyo con ella hasta la ciudad de Czestochowa.
(Aquí se puede leer la preciosa homilía del papa Juan Pablo II en Czestochowa, así como el acto de consagración a la Virgen).
Vladislao, entonces, invitó a los monjes de San Pablo Ermitaño (orden paulina) de Hungría para construir un monasterio allí y confiarles el cuadro a ellos.
En 1430, el ejército husita invadió el monasterio y robó la preciada imagen. La metieron en su carro y empezaron a salir del monasterio. Al cabo de un rato, el carro no se podía mover y los caballos se negaban a seguir adelante.
Los husitas tiraron la pintura al suelo y uno de los soldados clavó su espada dos veces en la pintura, causando las dos cicatrices en la mejilla de la Virgen. Se cuenta que, antes de que el soldado pudiera atacar una tercera vez, este cayó muerto en el acto.
Unos saqueadores recuperaron la imagen y la devolvieron a la iglesia del monasterio.
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Diversos artistas a lo largo de los años han intentado reiteradamente arreglar la imagen original, pero todos los intentos fracasan.
De forma milagrosa, las cicatrices vuelven siempre a aparecer, por lo que los artistas han desistido en sus intentos de reparar la imagen, y reconocen que la Virgen María desea permanecer con ellas.
Algunos creen que la Virgen María quiere las cicatrices para advertir a todo aquel que desee robar la imagen, mientras que otros lo entienden como un símbolo vinculado a sus penas terrenales.
Al igual que las cicatrices del cuerpo resucitado de Jesús, estas permanecen como un recordatorio del sufrimiento que hay que sobrellevar antes de alcanzar la recompensa divina.
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