Una mezcla vertiginosa de géneros cinematográficos y pérdidas familiares Aunque uno esté familiarizado con el universo de Lego y sus cortometrajes y sus películas de animación, es posible que no lo esté tanto con el tono oriental de la serie Ninjago. Pero esto no supone ningún problema: el cinéfilo pronto discierne la mezcla de géneros (artes marciales, mecha, kaiju, ninjas…), a la manera de la espectacular Pacific Rim. Una mezcla a la que los responsables de Lego añaden lo que vienen siendo sus señas de identidad: humor socarrón, algunas frases eruditas que los niños no comprenderán, varios chistes escatológicos, un conflicto familiar y mucha, mucha velocidad en el montaje.
Si Batman y La Lego Película eran rapidísimas para el ojo humano de los adultos (pero no para el de los críos, familiarizados con ese estilo urgente de narrar historias que nos ha impuesto el siglo XXI), Ninjago parece montada a la velocidad de la luz. Aunque a un adulto le cueste seguir la avalancha de héroes, villanos, secundarios, “extras”, cameos, detalles de fondo, batallas y persecuciones, esto no impide que, una vez acostumbrado, disfrute.
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Porque con las cintas de esta firma de piezas y juguetes, sean cortos o largos, uno se divierte tanto o más que los niños. La Lego Ninjago Película vuelve a servirse de la misma fórmula que sus anteriores éxitos: el protagonista es una especie de héroe a la fuerza, alguien que se siente un bicho raro no porque lo sea, sino porque así lo ven los demás. Alguien que está tratando de encontrar su lugar en el mundo.
Detrás de su gesta diaria en el entorno social suele haber un problema familiar, y en este caso Lloyd, el muchacho adolescente que encabeza en secreto una banda de ninjas, está dolido porque su padre lo abandonó al nacer y, por si fuera poco, es el villano que tiene aterrorizada a la ciudad de Ninjago (guiño a Los siete samuráis y Los siete magníficos).
Ése es el principal conflicto que debe resolver: enfrentarse a su progenitor, averiguar si le echa de menos y sacarle la verdad sobre lo sucedido cuando era un bebé; y aquí entra otra premisa clásica: el enfrentamiento entre padre e hijo, que hemos visto en la saga de Star Wars y vemos cada mes en series, novelas y películas. No sería descabellado afirmar que los cineastas y los guionistas que hoy rondan los cuarenta años estén rindiendo cuentas con sus propios padres, como si fuera una generación que ha sufrido el abandono familiar, la ausencia paterna o materna, la crueldad del hogar o la falta de comunicación.
Ninjago está dirigida a los niños, los verdaderos fanáticos de Lego, y por tanto incide más en esas relaciones familiares que en “el monstruo” que arrasa la ciudad mediado el metraje (no vamos a desvelar cuál es dicho “monstruo” porque es uno de los golpes de efecto del filme). Lo que los muchachos aprenderán es que, tarde o temprano, debemos resolver esos conflictos. Que, si el hijo necesita al progenitor, también éste necesita al descendiente, aunque no lo sepa.
Además de sus referencias a Pacific Rim, El retorno del jedi o El Señor de los Anillos, entre otras, los directores incluyen un prólogo y un epílogo que conecta, por un lado, con el principio y el final de La Lego Película (actores de carne y hueso), y por el otro con la atmósfera de la tienda de Gremlins: la película se abre con la entrada de un niño en un bazar oriental, penumbroso y atestado de cachivaches y sorpresas, en el que el vendedor sentado detrás del mostrador está interpretado por el mismísimo Jackie Chan.
Ficha Técnica
Título original: The Lego Ninjago Movie
País: Estados Unidos
Director: Charlie Bean, Paul Fisher y Bob Logan
Guión: Hilary Winston, Bob Logan y Paul Fisher
Música: Mark Mothersbaugh
Género: Animación / Comedia
Duración: 101 min.
Reparto: ____