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Vence el desánimo con estas herramientas psicológicas, físicas y espirituales

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Luz Ivonne Ream - publicado el 10/07/17
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¡Luces (inteligencia), cámara (voluntad), acción…!

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¿Te sientes desanimado? ¡Arriba los corazones! No estás solo en el camino. Lo que sí es importante es que consideres que para salir adelante de cualquier tipo de situación es importante que hagas un compromiso contigo mismo. Nadie hará por ti lo que tú no quieras hacer por ti mismo.

El ánimo es la capacidad humana de experimentar emociones y afectos, y de comprender. Es esa fuerza o energía para hacer, resolver o emprender algo. Es esa fuerza interior que nos permite vivir el presente con la esperanza puesta en el futuro.

El desánimo es lo contrario de esto. El desaliento o falta de ánimo se siente como si nos faltara energía vital y fuerza para enfrentar la vida. Como si ese soplo de vida que todos llevamos dentro estuviera apagado y sin oxígeno. Es esa sensación de vivir sin vida, como si nos hubieran robado el aliento, el alma.

Recordemos que las personas somos la única creación hecha a imagen y semejanza de nuestro Creador. Siendo una unidad perfecta de mente, cuerpo y espíritu, lo que le afecte a una de nuestras partes forzosamente le afectará al resto. El cuerpo se siente cansado, fatigado. Todo nuestro ser se siente sin fuerza, desganado.

Por lo tanto, cuando caemos en el desánimo por alguna circunstancia es muy importante que tratemos tanto la parte espiritual como la psicológica y la humana o física.

Cuando viene la tristeza, llega el desánimo y este nos puede hacer sentir desde aflicciones leves hasta cosas más profundas como la desesperanza que nos pueden llevar a cuadros severos de depresión. Esto es porque nuestro cerebro comienza a segregar sustancias bioquímicas que eventualmente cobrarán factura en todo nuestro ser.

Es por eso que hay que estar atentos a no permitir estar por mucho tiempo inmersos en ese estado. Se vale sentir tristeza. Lo que no se vale es permitir que ni el desaliento ni la desolación hagan nido en nuestros corazones y dirijan nuestras vidas.

Si permitimos albergar más de lo necesario este tipo de sentimientos, nuestro espíritu se irá deteriorando y, por supuesto, seremos el blanco perfecto para las enfermedades porque nuestro sistema inmunológico estará debilitado.

La tristeza como emoción primaria es buena hasta cierto punto porque nos invita a hacer un paro en la vida para hacer ajustes y cambios necesarios. Por eso es importante aceptar que estamos tristes, pero no quedarnos en ella.

El estado de desánimo es engañoso porque la tristeza nos hace ver y sentir los problemas mucho más grandes y difíciles de lo que son.

Cuando pasamos por un momento de desánimo es muy importante identificar su origen o causa y atacar el problema de raíz. Si no es así, dejaremos que este sentir se haga más grande, tan grande que podemos caer en tristezas por demás profundas. Comenzaremos a creer que no valemos, que no merecemos y que no hay salida posible en esta vida.

El paso del desaliento a la desesperanza es muy corto y peligroso. En este corremos el riesgo de dejar de creer que hay solución en ese asunto difícil por el que pasamos o que hay un plan perfecto de Dios detrás de esa dolorosa experiencia. Se nos nubla la capacidad de ver el futuro con esperanza y con certeza de que esto que hoy pasamos también pasará.

¡Cuidado! Las personas que pasan por un estado de desánimo se encuentran vulnerables y más propensas a caer en engaños de personas de “buena voluntad” que le ofrecen una “sanación” interior que de momento parecería que sí funciona.

Por favor, no se dejen engañar. Es verdad que al pasar por esos momentos lo que queremos es salir de ellos lo antes posible, pero no arriesgando lo más importante y valioso que hay en cada uno de nosotros: nuestra alma.

Aléjense de “remedios” o soluciones esotéricas con cara de Nueva Era que prometen curaciones milagrosas, reavivar nuestro ánimo y darnos felicidad. Hay soluciones -y muchas- para volver a vivir una vida llena de alegría y gozo, como estas que ahora comparto.

Estas son pautas o herramientas básicas para que ejercitando la voluntad digan adiós al desánimo y le den la bienvenida a la alegría a sus vidas. Las he divido en 3 grupos para que visualices mejor la importancia de cuidar nuestro ser de manera integral.

Herramientas psicológicas.

  • Cambio de actitud. Sé honesto y reconoce si el estado de desánimo por el que ya has estado por un tiempo considerable te ha traído más beneficios que perjuicios. Casi creo que no porque la tristeza suele enfermar a todo nuestro ser. Así que cambia de actitud, cambia tu “chip” interno y desde ya dale la bienvenida al “Sí quiero y sí puedo”.
  • Buenos pensamientos. Aquí no hablo de esos rollos ensoberbecidos que andan tan de moda: declarar y decretar y ya con eso lo logras, sino a un cambio de actitud y pensamiento. Cambia tu forma de pensar y cambiará tu forma de vivir. Todo cambio comienza con un pensamiento “bueno”. Esto es, que nos empuje al cambio en positivo. Sí quiero, sí puedo, sí lo hago porque vale la pena vivir. Como dicen en el cine: “luces (inteligencia), cámara (voluntad), acción…”.
  • Reconoce tu valor.  Aprecia en ti esa maravillosa y única dignidad con la que fuiste creado. Tú valor no radica en tener tales apellidos o en poseer hinchadas cuentas bancarias. Vales porque existes, porque eres persona. Muchos podrán tener lo que tú tienes, pero nadie -jamás- podrá ser quien tú eres. Ahora, ¿quieres que los demás te valoren? Comienza por valorarte tú. Ámate y acéptate tal como eres. No quieras ser la copia de nadie y sé original. ¡Eres hijo de Dios!
  • Reconoce tu poder. Fuiste creado con capacidades y talentos personales y poderosos para sacar adelante cualquier obstáculo que se te presente. Todo aquello que te reste dignidad se puede y debe cambiar. De toda tristeza se puede salir. Cualquier meta -con la ayuda de Dios- se puede alcanzar. El desánimo te puede hacer pensar y sentir que nada puedes y que nada tiene sentido. ¡No escuches! Esos pensamientos no vienen de Dios.
  • Reconoce qué quieres y qué deseas cambiar. Solo aceptando tus áreas de oportunidad puedes mejorarlas. Enfócate en lo que sí quieres que suceda y no en lo que no. Piensa en positivo sin dejar de reconocer que también cuentas con debilidades a las que necesitas prestar atención. Amor no quita conocimiento.

Herramientas físicas

  • Ejercicio físico. Conviene ejercitarte, aunque no lo sientas o no tengas fuerzas. Al hacerlo segregas una sustancia importantísimas -serotonina- que es un neurotransmisor natural de bienestar. Comienza con 20 minutos y cada día sube un poco más.
  • Aseo personal. Parece absurdo que diga esto, pero no lo es. Cuando estás desanimado lo que menos se antoja es meterte a la ducha. Hay que hacerlo. Asea tu cuerpo con la dignidad que merece y sal al mundo con olor a “quiero vivir”.
  • Descanso. Descansar es cambiar de actividad. Busca algo sano que te permita desconectarte de tus labores cotidianas y que a la vez te genere un bien. La idea del descanso es recuperarnos y cargar batería. Si puedes tener pequeños descansos durante el día es mejor.
  • Alimentación sana. Solo piensa que lo que entra es lo que sale. Tu cuerpo responderá de acuerdo al combustible que le metas. Lo que comas te dará vitalidad de manera natural, o bien, te hará sentir fatigado.
  • Sueño reparador. Es muy importante que pongas un horario para dormir y lo respetes para que así logres tener un sueño que realmente te haga descansar profundo y despiertes con energía. La falta de sueño reparador baja el sistema inmunológico y te hace más propenso a depresiones, entre otras muchas enfermedades.

Herramientas espirituales.

  • Oración. Así como los comestibles son el alimento para el cuerpo, la oración es para alma, aunque no la única. Esta es un arma poderosísima para pedir esa ayuda sobrenatural -la de Dios- para salir del desánimo y sacar cualquier pensamiento tóxico que haya en ti y que pueda envenenar todo tu ser. La oración te hace más humilde. Te hace voltear tus ojos al cielo y decir ¡te necesito!
  • Confesión sacramental. Vale la pena ir a soltar toda esa podredumbre espiritual que no te deje avanzar. La Misericordia de Dios está reservada para quienes se sientan necesitada de ella. Es lo mismo que un médico. Este atenderá y curará a quienes acudan a él en busca de ayuda y sanación. Escuchar a Dios que por voz del sacerdote nos dice: “Vete en paz. Tus pecados te han sido perdonados” es un gozo sumamente esperanzador. Es como un “reseteo”, una nueva oportunidad, un comenzar de nuevo.
  • Obras de Misericordia. Si no sirves, ¿de qué sirves? En otras palabras, “si no vives para servir, no sirves para vivir”. Al servir salimos de nosotros para entrar a los demás. Todo lo que hagas por lo demás “con rectitud de intención”, en automático regresará a ti. Un acto de misericordia maravilloso es rezar por esas personas que están pasando por un momento de desánimo, que se sienten solas y que creen que la mejor solución es ya no vivir. Sirve y vuelve a servir. No te canses de hacerlo. Se experimenta más gozo al dar que al recibir. Siéntete útil.
  • Rezo del Rosario. ¿Qué harías tú por una persona que un mínimo de 50 veces te repite cuánto te ama? Ahora imagínate lo que hará por ti la Madre de Dios, quien, al igual que su Hijo, no se deja ganar en generosidad.
  • Eucaristía. Esta es el arma más poderosa que cualquier persona puede tener. Al recibir la Eucaristía nos hacemos uno con Cristo por medio de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Es como si nos pusieran una transfusión sangre, en este caso la de Cristo y al recibirla todo nuestro torrente sanguíneo ahora lleva la sangre de Jesús.  Es sencillamente el milagro de milagros y la única fuente de verdadera sanación.

Dice la Palabra de Dios: “La alegría de corazón es la vida del hombre, el regocijo del varón, prolongación de sus días. Engaña tu alma y consuela tu corazón, echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad. Envidia y malhumor los días acortan, las preocupaciones traen la vejez antes de tiempo”.

Hay que alejar de nosotros a la tristeza y el desánimo, entre otras cosas, porque no convienen a nuestras vidas.

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