A pesar de la evidencia, no existe aún tratamiento para curar la adicción a las redes sociales
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Cuando hablamos de adicciones de inmediato se nos viene a la mente el alcohol, el tabaco, las drogas. Muy pocos pensamos que pueda haber una nueva forma de adicción a las redes sociales, como hace 20 años nadie creía que pudiese haber una adicción a la televisión.
Sin embargo, la adicción a las redes sociales existe. Puede que no cause daños físicos como el alcohol o las drogas, “pero tiene el potencial de causar daño a largo plazo a nuestras emociones, comportamientos y relaciones”, escribe Tony Rao, profesor asistente de Psiquiatría del Kings College de Londres en la revista “The Conversation”.
Los “millenials” (los nacidos entre 1984 y 2005), dice Rao, han abrazado la cultura digital y la usan para relajarse e interactuar con los demás. Han hecho de las redes sociales su contacto con el mundo exterior. “A pesar de que las personas de todas las edades utilizan los medios sociales, es más perjudicial para los usuarios más jóvenes de lo que es para las personas mayores”, agrega.
El daño psicológico
Una adicción a las redes sociales podría sonar “apocalíptica”, siguiendo la famosa distinción de Umberto Eco. Pero no es así. La adicción a las redes no daña al hígado o al pulmón: daña al comportamiento. La adicción consiste en pasar mucho tiempo en línea –la principal actividad del día– para producir el mismo efecto de placer, quitando atención a otras tareas y procurando, incluso en la red, no sentir nada desagradable.
Otro daño que provoca esta adicción es en el sueño. Los enganchados a la red, cuando está “fuera” cumplen a medias sus responsabilidades, duermen poco, no se interesan en el cara a cara social. Lo que desean es volver a estar conectados. Quizá el problema de muchos de ellos esté en la depresión y en la soledad. Ambas pueden ser causa o efecto de la adicción a las redes sociales.
La soledad es un factor importante, dice Rao, porque los “millenials” adictos a las redes “a menudo creen –erróneamente—que si las cosas van mal, pueden obtener ayuda de su comunidad en línea, incluso si esta comunidad se compone de personas relativamente desconocidas”, lo cual muy pocas veces sucede, ahondando su sensación depresiva.
Lo que opinan de mí
El profesor del Kings College recuerda que todos nosotros, o la mayoría, dependemos de nuestra capacidad de reflexionar sobre lo que pensamos, sentimos y cómo nos comportamos con los demás para formarnos una imagen de nosotros mismos. “El problema con los redes sociales es que la propia imagen se basa principalmente en las opiniones de los demás”.
“Un estudio reciente encontró mayor narcisismo (una auto-imagen exagerada de la inteligencia, la reputación académica o el atractivo) en los estudiantes universitarios del milenio, en comparación con las generaciones anteriores . Esto no es un buen augurio para una sociedad en la que la auto-reflexión es clave para tomar decisiones informadas y equilibradas”, subraya Rao.
Menos alcohol
Las redes, así de fuerte, han sustituido el alcohol como mecanismo sustitutivo para interactuar con los demás entre los “millenials”. Según Rao en la última década esto se demuestra pues ha habido un aumento de 20 por ciento en la tasa de abstemios entre los 16 y los 24 años en Estados Unidos. “Pasar tiempo en línea ahora parece más deseable que pasar tiempo en un bar con los amigos”.
Finalmente el psiquiatra dice que no existe un tratamiento reconocido para la adicción a las redes sociales. A pesar de que estamos empezando a tomar conciencia del problema, no existe una clasificación de la adicción a las redes sociales como un trastorno mental en la misma forma que el abuso de sustancias tóxicas.
Si queremos que esto suceda, es necesario que haya una definición más clara de los síntomas y la progresión en el tiempo. Tendremos que responder a algunas preguntas clave tales como saber si las familias son las que provocan esta adicción, si hay pruebas para distinguirla de otros trastornos o si va a responder el adicto a fármacos o solamente a terapias psicológicas. “Todavía tenemos más preguntas que respuestas”, remata su artículo Tony Rao.