Virgen del Rosario en la Via dell’Arco della Ciambella
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De las Termas de Agrippa, las más antiguas de Roma, permanece hoy sólo un fragmento, la alusión a un arco de la gran sala circular que era el corazón de todo el complejo. La sala popularmente llamada “la ronda”, “el círculo” o “el torreón” pasó rápidamente a la denominación de “ciambella” (rosquilla).
El nombre permanece hasta nuestros días e indica la calle que pasa bajo el arco: via dell’ Arco della Ciambella. Estamos a espaldas del Pantheon, en el mero centro. Apoyada al muro que perteneció a las Termas, se encuentra la edicola sagrada o nicho, dedicada a la Virgen del Rosario. Se trata de una copia realizada a finales del 1800 de la imagen original, una de las 26 que han sido declaradas milagrosas por haber movido los ojos “repitiéndose el milagro durante tres semanas”.
Era 1796 y el fenómeno se registró en concomitancia con la invasión francesa al Estado Pontificio. El lienzo fue retirado por los propietarios del edificio (una familia de marmolistas llamada Capparucci) cuando se trasladaron, y desapareció hasta nuestros días. Ahora queda la copia.
La Virgen aparece vestida de rojo, con el manto azul y un velo amarillento que le cubre la cabeza. En el cuello lleva un collar de coral. Tiene en los brazos a su Hijo que bendice. Entre el pulgar y el índice de la mano derecha sostiene un rosario. La pintura está introducida en un marco de mármol y todo está dentro de un tabernáculo de estilo renacentista, de mármol.
De una repisa bajo la imagen se elevan dos pilastras decoradas con motivos vegetales. Sobre el arquitrabe dos angelitos que sostienen una corona de flores. Todavía más arriba se encuentra el baldaquino de madera. A los lados de la imagen hay dos faroles.
A los pies de la edicola o nicho hay algunos peldaños de caliza, que fungen de reclinatorio, pero que están cubiertos por jarrones con plantas y flores, en señal de devoción. En una placa de mármol están esculpidos algunos versos: “Te eleva oh Virgen / castos pensamientos / quien piensa o medita / en tus misterios / y tú en el alma / le enciendes amor / entonces aunque ingenuo / él te ofrece el corazón”.