Aunque existen conexiones, expresan de modo diferente el “encuentro” del hombre con Dios
No. Cristianos y musulmanes expresan de modo diferente el “encuentro” del hombre con Dios.
No obstante, podemos plantear esta comparativa porque es cierto que existen conexiones importantes en el acto de orar.
Ambos lo hacen ante un Dios que consideran el “Todo”, el “Absoluto”, el “Misterio”. Una realidad que sobrepasa toda capacidad racional del hombre.
De este modo, la oración para cristianos y musulmanes se manifiesta como un acto de doble significado.
De un lado, es plenitud y riqueza. De otro, es abandono y humildad ante el Creador. Es lo sencillo y lo inexpresable.
Maneras distintas de creer
Tras este común denominador en el acto de orar, existen maneras distintas de creer. Las actitudes y los contenidos en ambas creencias no serán lo mismo.
Sin embargo, debemos respetar esta diferencia, sin que ella sirva para menospreciar o generar una oposición entre ambos.
De hecho, el diálogo y la reconciliación marcados por la Iglesia, subraya el hecho de que es crucial un respeto entre ambas espiritualidades. No sólo de los que nos acerca, sino de los que es propio de cada una.
Oración cristiana
En el cristianismo hay distintos tipos de oración.
De un lado, la litúrgica, cuyo punto central es la Eucaristía. Junto a ella, las oraciones propias del ejercicio de los distintos sacramentos y la oración comunitaria de las Horas (el oficio divino).
Por último, encontramos un amplio abanico de oraciones libres, de devoción, tanto comunitarias como privadas.
En todas, la fuente es el Espíritu de Dios. Para el cristiano, toda oración es un unirse al Hijo en el cumplimiento de la voluntad del Padre.
Recibiéndolo todo y devolviéndoselo todo. De este modo, la oración se hace vida y la vida, oración.
Salat
En el islam la oración (el salat) es el primer deber de observancia religiosa. Debe realizarse cinco veces al día, en horas precisas y con un ritual bien definido: palabras, movimientos, recitación de textos coránicos, etc. que siempre deben incluir la Fatiha o primera sura (versículo) del Corán, y que podríamos considerar el equivalente al Padrenuestro del cristianismo.
Por tanto, el musulmán practicante tiene pautada su vida cotidiana en torno a la oración.
En algunas ocasiones, hay quien ha querido ver un paralelismo entre este ritmo en la oración con la liturgia de las horas cristiana.
Al margen de las diferencias externas, podría decirse que ciertamente el espíritu es el mismo: el hombre en constante comunicación con un Dios que está presente a lo largo de cada jornada.
De modo complementario, la oración del viernes se realiza de modo comunitario y normalmente en la mezquita, acompañada de un sermón por parte del imam de la comunidad.
Junto a las plegarias que presiden los acontecimientos importantes (nacimiento, funeral, etc.), las dos grandes fiestas del islam (clausura del Ramadán y Fiesta del Sacrificio) van acompañadas de oraciones matutinas específicas.
Además de la oración ritual, dentro del islam también encontramos la oración de invocación.
De modo similar al cristiano, el musulmán se dirige a Dios en alabanza, súplica o agradecimiento.
Tiene un carácter individual y está bien diferenciada de la oración ritual. Sin embargo, quizá sea este tipo de oración la que puede identificarse más con la intimidad del Encuentro.
Diálogo interreligioso
Finalmente, es importante hablar de la oración conjunta que nace y se expresa en un contexto de diálogo interreligioso.
Como decíamos al principio, existen aspectos comunes que ambas creencias comparten. Y son ellos los que estructuran este tipo de oración. Dirigirse a un Dios personal, sabiendo que su comprensión de lo Divino y su manera de dirigirse a Él es diferente.
Este tipo de oración tiene como fin mostrar un anhelo común, expresado de modo excepcional, puntual.
Y es que este tipo de oraciones no deben llamarnos a un relativismo inconsistente. A una identificación irreal entre ambas religiones.
Orar juntos sí es posible. Pero desde un reconocimiento real de la propia fe y de la oración, en tanto que exigencia de la verdad interior de cada hombre.