De un tiempo para acá lo que más escucho es: “no se puede”, “ni lo intentes”, “es imposible”, “adáptate, aquí eso no va”. Siento que lo siguiente que escucharé es “aquí vinimos a sufrir y ya, nada más”…
Honestamente, no es que haga mucho caso a este tipo de sentencias tan derrotistas.
Pero últimamente han sido tantas veces que las escucho, que más que deprimirme me sorprende.
Porque donde yo veo un jardín ellos ven un desierto, donde yo veo posibilidades ellos ven puertas cerradas, donde yo veo alegría ellos tristeza, donde yo imagino grandes cosas ellos solo lo que siempre han hecho.
En otro tiempo este tipo de fatídicos augurios me agitaban.
Todavía recuerdo cuando planteé unas ideas para mejorar en una empresa donde trabajaba, la mayoría estaban emocionados, pero el señor Miguel Ángel sentenció:
Han pasado años y no olvido estas palabras, me impresionó que antes de intentarlo ya estaba derrotado, ¡es un ejemplo a no seguir!
Me acuerdo muy bien de mi bisabuelita María. De pequeño me encantaba ir a visitarla, tenía más de 90 años, pero escucharla era fantástico.
De hecho, mi vocación como sacerdote en gran medida se la debo a ella, ya que siempre terminábamos orando, dando gracias a Dios.
Pero lo que más recuerdo de ella es que me decía:
Y vaya que hay personas y situaciones que nos quitan la esperanza. De diez personas que vienen a mí siete llegan desesperanzados:
Pero todo esto me hace darme cuenta de que sí hay personas que no nos dejan vivir, soñar y ser felices, tal parece que la desesperanza está desatada, que tiene rostro y que muchos vivimos con ellos y ellas...
Hace unos años cuando iba a entrar al seminario, alguien me dijo:
Sentí un balde de agua fría cayéndome, no sabía cómo interpretar sus palabras.
Pero bien que me acordaba de mi bisabuelita María:
Y así lo hice, le pedí mucho a Dios que me ayudara y después de 18 años soy un feliz sacerdote... tenía razón mi abuelita, la esperanza es de Dios y siempre debemos pedírsela.
Porque la última palabra la tiene Él, no las personas que erróneamente nos angustian y apocan.
Así es que cierra tus oídos y corazón a quien te quiera quitar tus sueños. Dios te creó para ser feliz, pero te toca a ti dar el primer paso.
Lo demás déjaselo a Dios, Él te ayudará con el resto.
Recuerda: aunque estés rodeado de cien personas negativas, de mil dificultades, de dos mil augurios negativos, sacúdete y decídete a seguir adelante.
Decídete a triunfar. Recuerda que Dios te creó para ser feliz, para alcanzar tus metas, eres su hijo y quiere verte volar y volar alto.
Cuando sientas que no puedes más míralo a Él en la cruz. Su vida no fue nada fácil. Desde que inició lo querían apedrear, lo acusaron de loco, de borracho, de blasfemo… y mil cosas más.
Pero aun así tomó la firme determinación de ir a Jerusalén, de ir a donde estaba el conflicto, porque sabía que su entrega nos traería la salvación, para que tú y yo seamos plenos…
Y al final venció a la misma muerte con su resurrección, su determinación fue más fuerte que las mil personas que querían detenerlo y las muchas dificultades que enfrentó.
Ahora te toca a ti vencer diariamente a los que te dicen que no se puede y te hacen dudar del plan de Dios para tu vida.
No te dejes robar la esperanza, que nadie te quite la alegría, que ninguno te arrebate la oportunidad de soñar.
Decídete a triunfar, lucha por tus propias oportunidades, decide ver en cada desierto un bello jardín, decide ver cada día como una nueva oportunidad para ser feliz.
Deja de atormentarte con tus fracasos y pídele a Dios que te permita descubrir con esperanza lo que te tiene preparado.
Decídete a cambiar, no te conformes nunca, deja la comodidad y atrévete a explorar tu máximo potencial.
No temas perder, teme no intentarlo o ¿acaso no crees que Dios te hizo para ser feliz y que Él esta junto a ti para ayudarte a lograrlo?
Padre Sergio
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