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5 maneras de rechazar la ira malsana esta Cuaresma

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Theresa Noble - publicado el 08/03/17

Para empezar, no te bañes en la ira de otras personas

La ira está por todos lados hoy en día. La emoción del enfado en sí no es algo malo. Tomas de Aquino llegó a decir que el no responder a algo con rabia puede llegar a ser un vicio, porque a veces la razón exige furia contra la injusticia y el pecado.

Pero la ira es una emoción muy volátil y peligrosa; una que los cristianos deben cuidar mucho para dirigir de una forma saludable. Agustín advertía de que la ira cultivada habitualmente contra cualquiera se convierte en odio y “cuánto hay que vigilar entre tantos peligros para que el odio no se apodere del corazón”.

Tomás de Aquino escribió que la ira puede convertirse en pecado mortal si “a través de la ferocidad” de la ira una persona “se aleja del amor de Dios y de su prójimo”.

Por todo ello es perturbador que tantísimos cristianos justifiquen tan fácilmente las muestras insensibles de ira tempestuosa recurriendo al ejemplo de Jesús al voltear las mesas del Templo y al puñetazo que Nicolás le dio a Arrio en el Concilio de Nicea (algo que seguramente nunca sucedió).

De hecho, de todos los pecados mortales, la ira parece ser considerado el menos grave para la mayoría de cristianos (¡al menos según se juzga en las redes sociales!).

En el mundo de hoy, si eres como yo y tienes tendencia a enfadarte fácilmente, es necesario tener mucho cuidado en discernir qué dejamos entrar en nuestra mirada, mente y corazón. Y la Cuaresma es un tiempo estupendo para implementar prácticas que nos alejen del temperamento airado y nos acerquen a la paz y la caridad de Cristo.

Aquí hay algunas formas con las que puedes dejar atrás esa ira insana durante, al menos, esta Cuaresma:

  1. No te sumes al odio de otras personas. Hace poco alguien dijo de pasada: “La vida es demasiado corta como para dejarse llevar por el odio de los demás”. Esta simple frase motivacional me ha resultado tremendamente útil. Siguiendo esta regla básica, he dejado de seguir a varias personas en los medios sociales, personas que me gustan y que admiro, pero cuyas publicaciones me causan malestar o tristeza habitualmente, aunque esté de acuerdo con lo que dicen. Algunas personas gravitan hacia lo controvertido y no pasa nada si no les lleva a pecar. Pero los ataques divisivos constantes contra otras personas o grupos de personas (presidente Trump, papa Francisco, liberales, conservadores… ¡elige a tu enemigo!) no son útiles y no nos llevan a la santidad. Está bien estar al día de lo que pasa en el mundo, pero no a través de personas rebosantes de ira o a través de fuentes de información que deliberadamente nos incitan a una ira malsana. Lo mejor es obtener noticias de fuentes reputadas, enterarte de las cosas en la conversación de la cena o desconectar de todo de vez en cuando. No tenemos por qué conocer todas y cada una de las desgracias diarias.
  2. Redirige tu ira hacia una reforma personal. Clemente de Roma escribió que la ira justificada es cuando “uno se indigna consigo mismo y se acusa de las cosas en las que ha errado”. En otras palabras, la mejor ira es contra los pecados de uno mismo. Que tu ira por los acontecimientos del mundo sea una motivación para que controles lo que puedes controlar con la gracia de Dios: tu propio comportamiento. Según decía el beato Santiago Alberione, “evita a los que quieren que el cambio empiece por los demás. La auténtica reforma comienza entonando el mea culpa. Encuentra a las personas en tu vida y también en Internet que tienen la humildad de admitir su propia culpa en vez de señalar a los demás.
  3. Ayuna de los medios sociales. Los medios sociales y la actividad en Internet en general son probablemente la mejor oportunidad para crear ira insana en las vidas de la mayoría de nosotros. Tómate un tiempo de abstinencia de los medios sociales durante esta Cuaresma para disponer de más tiempo con Dios (puede que Él te haga enfadar, ¡pero también te sanará!). El ayuno de los medios sociales es como cualquier ayuno; nos ayuda a moderar nuestra actividad. A menudo, cuando reanudo mi actividad después de ayunar de los medios sociales, mi mente está más clara y no me enredo tan fácilmente en discusiones, escándalos y remolinos de cotilleos, bajezas y negatividad.
  4. No respondas de inmediato. Según el Libro de los Proverbios, “el necio muestra en seguida su enojo” (12:16). Así que, cuando estés enfadado y sientas la necesidad de responder a alguien inmediatamente, en Internet o en persona, NO LO HAGAS. Detente, respira hondo y reza. Según Efrén de Siria, “las virtudes se forman con la oración” y “la oración suprime la ira”. En otras palabras, la oración nos ayuda a ser más pacientes y a superar nuestra ira antes de que se convierta en pecaminosa. Mejor no decir nada en absoluto que decir algo que tengas que mencionar en el confesionario.
  5. Descubre la raíz de tu ira. Las personas que están constantemente enfadadas a menudo tienen problemas sin resolver que salpican sus vidas diarias. Para todos nosotros, ya seamos de naturaleza amable o irascible, la ira es una respuesta a lo inmediato, pero con frecuencia está relacionada con algo más profundo. A veces, cuando me siento enfadada, voy a la capilla y le digo a Jesús: “Estoy enfadada, ¿por qué?”. Y es sorprendente lo rápido que me responde (y las pocas veces que recurro a Él, teniendo en cuenta lo bien que me recompensa). Pide a Jesús ayuda para desenterrar las raíces de tu ira. A menudo, cuando perdemos nuestra paz totalmente por algún motivo, hay algo más ahí que Dios nos invita a llevarle para que pueda curar nuestras heridas.

Esta Cuaresma, si todos trabajamos en expresar nuestra ira de formas más sanas, nuestras familias, nuestra Iglesia y nuestro mundo serán un lugar mejor.

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