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La divertida anécdota de Gary Cooper con Pío XII y otros secretos de cine

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Catalunya Cristiana - publicado el 10/02/17
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El tipo duro John Wayne se sintió débil cuando le detectaron un cáncer, su puerta al catolicismo

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En las pasadas fiestas navideñas cayó en mis manos el libro También Dios pasa por Hollywood, de Mary Claire Kendall, que revisa cómo la fe influyó en las vidas de doce personajes del mundo del celuloide. Entre otros aparecen Alfred Hitchcock, Susan Hayward, Lana Turner, y dos monstruos de la época dorada: John Wayne y Gary Cooper. Me ha parecido muy interesante.

No son vidas modélicas, pero tienen lecciones provechosas dictadas al final de la existencia. Maureen O’Hara pidió para John Wayne la Medalla de Oro del Congreso argumentando: “John Wayne es Estados Unidos”. Y era cierto que representaba a su país una vez que John Ford consiguió domesticarlo: su voz, su modo de andar, su porte de hombre duro y a la vez sensible…

Los espectadores le habíamos visto en Ford Apache, Río Grande, El Álamo, El hombre tranquilo y tantas más. Las revistas hablaron de sus diversos matrimonios y divorcios, pero el libro descubre que el fortachón capaz de tumbar a los demás de un puñetazo, se sintió frágil cuando tuvo que ser operado del corazón en 1978 y cuando le detectaron un cáncer de estómago al año siguiente.

Fue entonces cuando el P. Robert Curtis, sacerdote católico le bautizó y confesó, atendiéndole hasta su muerte el 11 de junio de 1979.

Gary Cooper era otro tipo con personalidad en sus películas y en la vida. Encarnaba la bondad y la fortaleza americana en films inolvidables como El sargento York, Juan Nadie, Solo ante el peligro…

Cuando promocionó en Europa esta última película, los pasos le condujeron a Roma y de allí al Vaticano.

María, su hija, cuenta la audiencia que el gran actor tuvo con Pío XII y la escena cómica que se produjo cuando, en un intento de genuflexión, perdió el equilibrio y derramó por el suelo rosarios y medallas que había comprado para que el Papa las bendijera y poder hacer regalos a su vuelta.

En los últimos cinco años de su vida conoció al padre Ford, que le acompañó a cazar y pescar, al tiempo que le fue adoctrinando. En 1959 fue admitido en la Iglesia católica. En 1961 estaba tan enfermo que tuvo que ser James Stewart, un fiel amigo, quien recogiera premios para él. Tenía cáncer. Murió el 13 de mayo de 1961 sosteniendo en las manos un pequeño crucifijo de madera que acostumbraba a llevar en el bolsillo.

 

Por Antoni Coll, periodista
Artículo publicado originalmente por Catalunya Cristiana (5 de febrero de 2017)

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